COMODORO RIVADAVIA.- Dos parques nacionales, uno nuevo en Chubut y otro a punto de crearse en Santa Cruz, unidos por 500 kilómetros de camino y espectaculares vistas sobre la costa atlántica, conforman uno de los circuitos turísticos menos transitados de la inagotable Patagonia argentina.
La costa atlántica de esta región del país es un tesoro afortunadamente cada vez más protegido. Luego de la creación, el año último, del Parque Nacional Marino Patagonia Austral en Camarones, sur de Chubut, hay otro a punto de ser establecido oficialmente en Puerto Deseado, Santa Cruz, el Parque Nacional Isla Pingüino. Y desde fines del año pasado, los 500 kilómetros principalmente por la ruta 3 que los separan se promueven como la Ruta Azul.
No hay duda del origen del nombre: basta haber visto el Atlántico desde las costas de la Patagonia para recordar siempre el color intenso de sus aguas. En parte de este recorrido, la ruta 3 tiene el trazado más cercano al mar de toda su longitud, donde bordea el amplio golfo San Jorge. El camino está en buen estado y cuenta con estaciones de servicio, por ejemplo en Comodoro Rivadavia y en el paraje Guarayalde (aunque no conviene dejar pasar ninguna oportunidad de cargar nafta)
Destinada a un gran futuro turístico, la Ruta Azul es como una caja de regalos sin fondo de la que salen sin cesar opciones y alternativas de visitas: avistamiento de pingüinos y otra fauna, paseos en 4x4, trekking, buceo, paseos en embarcaciones, recorridos en moto, curiosidades naturales, carrovelismo, así como sitios históricos, arqueológicos y paleontológicos. ¡Y hasta playas!
Estratégicamente ubicada entre ambos parques, Comodoro Rivadavia es la cabecera lógica del corredor, por sus conexiones a todo el país y la mayor cantidad de servicios.
Del oro negro al ecoturismo
La gran ciudad petrolera del Sur forma como una isla de luces, movimiento y eco sonoro en las inmensidades desérticas de la meseta patagónica. A lo largo del día, el centro comercial de Comodoro rebosa de actividad. El dinero del petróleo vibra a un ritmo parecido al de una capital. Este vértigo, sin embargo, termina muy pronto, apenas se sale del centro. Comodoro es una ciudad extraña que se fue formando en barrios levantados alrededor de pozos de petróleo. Por eso, es tan extensa, y se sale y se vuelve a entrar en ella varias veces antes de dejarla del todo.
El turismo es algo nuevo para la ciudad. Las agencias son en general empresas de servicios y logística para la industria del petróleo, que complementan su oferta con excursiones y salidas para los turistas. Eduardo Gallegos es uno de estos guías, que trabaja parte del año con petroleros y parte con turistas. Conoce mejor que nadie la región y dice: "Al acompañar los equipos de prospección, recorremos la meseta de la manera más exhaustiva posible. Es una región muy rica no sólo en las costas, sino también tierra adentro, con paisajes maravillosos y muchos sitios paleontológicos, arqueológicos y, por supuesto, también bosques petrificados. No hay que temerles a las distancias. Para nosotros es común cargar el tanque de nafta en las camionetas y llegar hasta donde nos dé para ir y volver, en uno o dos días".
Para iniciar un recorrido por la ciudad hay que subir hasta el cerro Chenque, una masa movediza de sedimentos y ostras petrificadas con la forma de un cerro rocoso, y culminar a 212 metros de altura al borde del mar, en la parte más céntrica de la ciudad. Es como una Torre Eiffel de Comodoro: figura en todas las fotos dominando el centro de la ciudad, sus torres blancas y el puerto. Como no está compuesto de roca, se mueve y a veces sus derrumbes cortan la ruta 3, que pasa a sus pies. Es el costado más pionero y sureño de Comodoro, donde la naturaleza tiene la última palabra.
Desde allí arriba se aprecia una hermosa vista de la ciudad y los azules intensos del Mar Argentino; también se divisan los pocos edificios históricos que pueden valerse de este calificativo tras apenas un siglo de existencia: entre ellos la catedral San Juan Bosco o la ex estación.
Camarones, el plato fuerte
Desde hace un par de temporadas, Camarones abandonó su inmutable rutina para entregarse cada vez más al turismo y abrirse al mundo. En este pueblo lejano, el mar es omnipresente, desde su propio nombre. Toda la vida y hasta la enseñanza en el colegio están orientadas hacia el océano.
La ruta 3 está al final de más de 60 kilómetros de una ruta que cruza la meseta de Montemayor. Comodoro Rivadavia y Trelew son promesas lejanas de una vida urbana que parece muy exótica en las pocas manzanas de este pueblo-puerto. Sin embargo, fue allí donde los españoles intentaron por primera vez en la historia levantar un asentamiento en el territorio de lo que es hoy la Argentina. Fue en 1535, pero no prosperó. Le queda a Camarones un torreón y una plaza que recuerdan esta parte no tan conocida de la historia colonial. Siglos después Camarones tuvo otro encuentro con la historia gracias a Juan Domingo Perón, que pasó su infancia en el pueblo, como lo recuerda un modernísimo museo en el centro de la localidad.
Hoy, como a principios de siglo, cuando el joven Juan Domingo era un vecino más del puerto lanero, Camarones es apenas un rincón del mundo, alejado de su bullicio. ¿Por eso se viene de tan lejos para conocerla? Es notable la cantidad de franceses, por ejemplo, que encontraron allí su lugar en el mundo. Además de una familia que vive en un barco, amarrado en Caleta Sara, un puerto natural cercano, también están Stéphane Sorroche, un vitivinicultor que lo dejó todo para lanzarse con su familia a la cría de mejillones, y Florent Pagny, una megaestrella de la canción que compró una estancia donde pasa buena parte del año. Los turistas franceses no dejan de asombrarse cuando se lo cruzan, como nos sucedió en la preparación de esta nota, de paseo en las playas del Cabo, en busca de inspiración para sus próximos temas. Y a pesar de su celebridad, se muestra siempre cordial y no deja pasar la oportunidad de sumarse a las charlas y los debates sobre el nuevo parque.
Suena increíble, pero Camarones es una especie de imán que fascina con el modo de vida que puede ofrecer, sus soberbios paisajes y una naturaleza pródiga en maravillas. En su costa, el nuevo parque nacional cubre una porción del norte del golfo San Jorge, a lo largo de un centenar de kilómetros. La mayor parte de la superficie del área protegida es acuática, pero también cubre una franja terrestre en la costa y más de cuarenta islas e islotes. El parque abarca casi toda la costa del cabo Dos Bahías, esa tierra en forma de cabellera soplada por un viento fuerte, y llega al sur de la bahía Bustamante.
Si bien los mamíferos marinos son la principal atracción para los turistas, el parque tiene una vocación de protección mucho más amplia: sus aguas son clave para el desove y la crianza de 38 especies de peces y del langostino patagónico. En la bahía Bustamante y otros fondos marinos hay praderas de microalgas, de gran importancia ecológica y económica. Y es un paraíso para el avistamiento de aves: en las Islas Blancas, al norte de Camarones y fuera del parque, en los islotes de la bahía Bustamante o en las costas del cabo Dos Bahías conviven colonias de gaviotas, cormoranes imperiales, palomas antárticas, albatros, garzas, patos vapor y muchos otros.
Sin olvidar a los pingüinos de Magallanes. De hecho, en las afueras de Camarones, en el parque provincial, que complementa el parque nacional y protege buena parte del cabo Dos Bahías, está la segunda colonia de pingüinos de Chubut, después de la de Punta Tombo. Esta reserva natural se encuentra a unos 30 kilómetros de Camarones por la RP 1 (la misma que viene de Punta Tombo, y que sigue la costa chubutense, mientras la RN 3 se adelanta y va en línea recta a través de la meseta).
Buzos, bienvenidos
Un paseo permite de adentrase en la colonia para ver los pingüinos muy de cerca, caminando sobre pasarelas por encima de los caminos que van de los nidos de las aves a la playa. Algunos , incluso, anidan bajo las tablas de madera, y cuando están empollando ni se inmutan si los turistas pasan por encima.
También se puede bucear en Camarones. Héctor Juanto es el pionero en la actividad y desde hace un par de años uno de los aventureros que apuesta al turismo en Camarones y propone excursiones embarcadas, salidas de pesca, avistamiento y buceo deportivo. "El despegue es lento, pero año tras año se ven llegar más familias, más gente, atraídas por la naturaleza, o simplemente para hacer un alto en la ruta en un viaje por la Patagonia", cuenta. Camarones es también conocida por ser la Capital del Salmón y cuenta con una fiesta nacional en febrero que reúne a miles de aficionados. "Es una parte importante de nuestra actividad, pero la creación del parque nos va a traer un turismo distinto", confía el buzo, que este verano trabaja con el fotógrafo subacuático Sergio Massaro para dar a conocer mejor la increíble fauna marina del golfo San Jorge.
Otro lugar para aprovechar el parque es bahía Bustamante, pueblo de algueros reconvertido al turismo. Además del alojamiento, se ofrecen paseos en embarcaciones, salidas en kayak, avistamiento de aves y observación de toninas, más tardes de sol en piletones naturales de aguas templadas a orillas del mar. Toda una delicia reforzada por la singularidad del lugar, que es tanto un complejo de ecoturismo como un pueblo industrial de cosecha de algas.
Florent Pagny, a quien se puede cruzar en Camarones entre una y otra gira por los escenarios de Francia, ve con ambivalencia el parque en buena parte de la costa de su estancia y resume el dilema que se le plantea a Camarones y su región a la hora de abrirse por fin al turismo. "Quisiera que hubiera más control para que el parque no trajera un turismo masivo, porque este lugar hay que preservarlo a toda costa. Giré varios videoclips en el cabo Dos Bahías, y en Francia nadie puede creer que tal lugar exista".
Por Pierre Dumas para La Nación, enero 2010.
Foto: Julián Bongiovanni, Pierre Dumas y Mariano Izquierdo