Las llamadas “Aguas Grandes” (i-guazú, en guaraní) están en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, pero descubrirlas desde el lado argentino, cerca de Puerto Iguazú, en Misiones, permite apreciar una panorámica muy especial de este Patrimonio Natural de la Humanidad (declarado por la UNESCO en 1984). Con 275 saltos a lo largo de poco más de tres km, 2.000 especies de flora autóctona, 450 especies de aves y 80 de mamíferos, constituyen uno de los espectáculos naturales más asombrosos del mundo.
Estas imponenetes cascadas se encuentran dentro del Parque Nacional Iguazú, de 67.620 has protegidas. Más de 1 millón de visitantes al año disfrutan de paseos a través de pasarelas seguras y modernas que recorren el área de los impresionantes saltos en tres circuitos: Inferior, Superior y Garganta del Diablo.
El parque cuenta con instalaciones acordes a su entorno natural, como el Nuevo Centro de Visitantes y un transporte que no desentona: el Tren Ecológico de la Selva, ideado teniendo en cuenta las características del clima y la frondosa vegetación del lugar. Se trata de un tren abierto, para que el visitante tome contacto con la naturaleza y viva la experiencia del paseo percibiendo los aromas y sonidos del monte. Cuenta con cuatro formaciones de tres vagones cada una, y carga 50 pasajeros por vagón. Para el trazado de las vías se aprovecharon zonas de viejos caminos, degradadas ecológicamente.
Noches de luna llena
Todos los meses, el Parque ofrece cinco noches mágicas que permiten disfrutar de la Garganta del Diablo a la luz de la luna. Los paseos comienzan con una pequeña introducción a cargo de guardaparques y guías profesionales, y continúan con el viaje en tren hasta la estación y la caminata por las pasarelas sobre el río Iguazú hasta llegar a los balcones, desde donde se aprecia de cerca el espectacular fenómeno.
El vértigo rápidamente desaparece cuando se aquieta la mente y sólo se contempla. La sensación de inmensidad y el sonido constante de la caída de estas temerarias aguas, y su bruma, logran emocionar en el primer encuentro, intensificado al comprender que la luna es la única fuente de luz. “…Y no intentes describirlo con tu voz, sólo inclina la frente ante este abismo…”, dice Alfonso Ricciuto, escritor y guía de turismo del Parque Nacional, en un extracto del texto de bienvenida que nos brinda este gran salto. Estar frente a semejante inmensidad hace que uno se sienta una especie de pequeña hormiga en el mundo. Camino de regreso en tren, se puede disfrutar de la cena en el restaurante “La Selva”, donde la mandioca destaca en un buffet de sabores regionales.
De día todo se ve diferente, y si el sol acompaña, los colores se acentúan e incontables arco iris se dibujan recortando la vista desde cualquiera de los senderos. Ya en el primer tramo del Circuito Inferior se pueden apreciar, desde abajo, los saltos Dos Hermanas (tres caídas de 30 metros) y llegar muy cerca del salto Bossetti. Luego de una caminata que comprende escalones de piedra empinados, los turistas más osados pueden optar por subir a la lancha en la Gran Aventura, que lleva río adentro hasta colocarse debajo mismo de las cascadas. Eso sí: hay que estar dispuesto a empaparse. También una lancha permite cruzar a la isla San Martín, en el corazón mismo de las Cataratas.
Desde el Circuito Superior se obtiene una vista panorámica de los saltos Bernabé Méndez, Mbigua y San Martín, pero lo central es que desde los diferentes miradores naturales es posible ver algunos de los saltos desde distintos ángulos, lo que los hace cada vez más inéditos a los ojos. Es por eso que, desde el mismo ingreso al parque, se empiezan a experimentar variadas sensaciones.
Como las que ofrece Iguazú Forest, una excursión de ecoturismo ideal para los amantes del turismo aventura. Combina largos trekkings por la selva con rappel, escalada, canopy y una caminata por un sendero de barro que se abre paso entre helechos, bromelias, orquídeas y lianas.
Otra buena opción para adentrarse en la selva es un paseo en jeep, que el guía hará detener cada vez que alguien divise algún ejemplar en particular. Es que aquí, en una selva tan exuberante, resulta imposible no conectarse con la flora y la fauna. Sólo las aves son un espectáculo en sí mismas: vemos águilas, tucanes, loros y muchos más pájaros de los que podíamos imaginar.
PorMelina Bellavigna para Clarín