Un fascinante recorrido por la carretera más larga del país, entre leyendas, paisajes incomparables y huellas de culturas milenarias. Los sabores típicos de la Patagonia, Cuyo y el Noroeste.
Una interminable secuencia de imágenes reales y, a la vez, inverosímiles se acumula a lo largo de los más de 5 mil kilómetros fatigados por la Ruta 40 , para que puedan tomar forma –sin el menor esfuerzo– los mejores sueños sobre ruedas.
La carretera más extensa de la Argentina –tan emblemática como la mucho más promocionada Ruta 66 que atraviesa los Estados Unidos– agita los mitos y las leyendas, mientras avanza a la par de la Cordillera de los Andes por la Patagonia, Cuyo y el Noroeste. En ese derrotero desde Punta Loyola (en Santa Cruz) hasta La Quiaca (Jujuy), se suceden paisajes tan disímiles como un lago cristalino alimentado por un glaciar y la más desangelada aridez de la Puna. Corre a la par de la mundialmente famosa Ruta del Vino de la Argentina, que alcanza una de sus mejores expresiones en Mendoza, pero también se despliega en los viñedos y bodegas de San Juan, La Rioja, Catamarca y los Valles Calchaquíes salteños.
Desde su creación en 1935, la 40 acompañó el desarrollo vial, urbanístico y turístico de esas tres regiones. Su traza imprescindible se conecta con 26 pasos internacionales hacia Chile y uno a Bolivia, acerca a 20 reservas y parques nacionales, bordea 13 lagos y salares, cruza 18 ríos importantes y más de dos centenares de ciudades, pueblos y parajes, y trepa hasta los 5 mil metros de altura en el Abra de Acay, en Salta. En definitiva, plasma su función esencial sobre amplias zonas de once provincias.
A partir de una decisión de la entonces Secretaría de Turismo de la Nación, desde 2004 la Ruta 40 es considerada “Producto turístico nacional”. La medida impulsó obras de mejoramiento a partir de la pavimentación de distintos tramos, especialmente en Santa Cruz. Además, nuevos sectores del recorrido incorporaron rutas ya asfaltadas, más cercanas a las cumbres andinas. La contracara se presenta en Jujuy, donde el camino propone un desafío de 408 kilómetros de ripio. Precisamente en territorio jujeño la Ruta 40 sugiere un incipiente Corredor Minero, que se está implementando gracias a la traza modificada: antes terminaba cerca de Abra Pampa –donde se unía a la ruta 9– y ahora retoma el rumbo norte por siete antiguas rutas provinciales, hasta finalizar en el límite con Bolivia.
En el extremo opuesto, la ruta marca oficialmente su Kilómetro 0 en Punta Loyola, cerca de Río Gallegos, pero es apenas una huella intransitable en el primer tramo. Por eso, en realidad se inicia 100 km más adelante, al pie del faro y la pingüinera de Cabo Vírgenes.
En este informe se consignan cuatro crónicas que ilustran fascinantes aventuras por distintos tramos de la Ruta 40 y, de paso, proponen escalas en lugares imperdibles del trayecto. Además, un listado de los puntos más críticos del camino en cada provincia, especialmente en los tramos de ripio y en sectores de montaña, como para estar advertidos y circular con mucha precaución. Para poder completar la aventura en dirección a ese horizonte de la Ruta 40, que siempre amaga con acercarse y vuelve a tomar distancia.
Fuente: Diario Clarín, agosto 20011