Los cruceros a Brasil van en camino de convertirse en otro clásico del verano. Cada temporada crece significativamente la cantidad de cruceristas que se embarcan en el puerto de Buenos Aires. El año último, por ejemplo, se estimó en 50.000 y este verano los representantes de las navieras calculan que ascenderá a 75.000, un 50 por ciento más.
También los números son auspiciosos en la terminal porteña Benito Quinquela Martín, que cada año bate un nuevo récord en cuanto a la llegada de navíos; esta vuelta se esperan alrededor de 140 barcos.
La comodidad de embarcar en la propia ciudad, sin aeropuertos y viajes mediante, las fantasías que despiertan los cruceros y las tarifas promocionales, con importantes descuentos por compra anticipada, son algunas claves del éxito de estos productos.
Las alternativas para embarcar en Buenos Aires con destino a las playas brasileñas están lideradas por las propuestas de MSC Cruceros y Costa Cruceros (aunque hay otras opciones), dos grandes navieras europeas que apuestan por el mercado argentino y ofrecen productos similares: recorridos hacia Brasil con salida y retorno a Buenos Aires en grandes barcos adaptados al gusto local. También minicruceros a Punta del Este.
Nos embarcamos en el MSC Armonía y en el Costa Mágica para contar las particularidades de cada uno, la vida a bordo y la inigualable experiencia de descubrir Río de Janeiro desde la cubierta del barco.
Chicos a bordo
La bandeja repleta de papas fritas calentitas y crujientes duró apenas unos segundos. Las manos ansiosas de cinco chicos se encargaron de atraparlas una a una a velocidad luz. Ya habían almorzado con la familia, pero ahora, solos en el Junior´s Club del puente 12 del MSC Armonía, con una vista impresionante del mar, en plena navegación, disfrutaban de su mejor momento, lejos de la mirada de los adultos. Faltaba todavía un rato para que empiecen los juegos con animación que cada día tienen programados, pero ellos ya estaban en su salsa y entre papas y papas se entusiasmaron con hablar sobre el crucero, que cada semana zarpa del puerto de Buenos Aires rumbo a Río de Janeiro y otras playas brasileñas.
"Yo quería viajar en avión, entonces mamá se puso a averiguar y finalmente llegamos al barco, pero fue mucho mejor, porque el vuelo hubiera durado como mucho un par de horas y así dura una semana", cuenta Ivo, de 8 años, con un razonamiento muy lógico, por cierto. Enseguida se encarga de recomendar contundentemente las hamburguesas que cocinan en el barco, que asegura que son de las mejores que probó en su corta vida.
Andrés, de 7 siete, ya sabía bastante de la vida en alta mar: " Veo Zack y Cody, gemelos a bordo y me encanta, yo también quería hacer un crucero", pero aclara que se porta mejor que los traviesos protagonistas de la serie.
A Lautaro, de 8, le encanta tener libertad propia, no le gusta cuando el barco se mueve y tampoco que no lo dejen quedarse eternamente en el jacuzzi.
Todos coinciden en que lo mejor es la pileta con agua de mar, cuando otra bandeja enorme de papas obliga a dar por terminada la charla.
Vidas paralelas
En el crucero los chicos, si quieren, pueden vivir en una realidad paralela a la de los padres. Todo está preparado para que se muevan con total libertad y seguridad, con propuestas adaptadas a diferentes edades.
"Las actividades para los menores se dividen en tres: Mini Club, de 3 a 6 años; el Junior´s Club, de 7 a 12, y el Teen´s Club, de 13 a 17, con una fuerte programación para que los chicos estén con nosotros", explica Alejandra Ladrón de Guevara, directora del crucero. "El barco está pensado como un crucero para adultos con mucho espacio para chicos. En los meses de vacaciones alrededor del 30 por ciento de los pasajeros son menores."
En el Mini Club un gran pelotero con vista al mar y maestras jardineras reciben a los chicos. Para quedarse solos tienen que tener más de tres años. Los más chiquitos pueden ir, pero uno de los padres se tiene que quedar con ellos. Abre tres veces por día (mañana, tarde y noche) y ofrece juegos recreativos, música y dibujos.
En el Junior´s Club las propuestas incluyen torneos de ping-pong, metegol, fiesta de la pizza, baile de disfraces y juegos deportivos.
Las actividades de los más grandes, los del Teen´s, se orientan al deporte, con competencias de fútbol y básquet y noches de disco. Ellos son los habitués más fieles y los mayores de 14 se pueden quedar hasta tarde.
A la hora de la comida, sobre todo de la cena, que es a la carta, en un menú de cinco pasos, siempre hay opciones que se adaptan a los gustos infantiles, como fideos, pollo y hamburguesas.
La cubierta superior, donde están las piletas, las reposeras, los bares y el restaurante buffet, es sumamente segura para los chicos. Es un espacio cerrado, con vidrios del piso al techo; en cambio, la última cubierta, en forma de anillo, tiene las típicas barandas al mar, más peligrosas. Además, teatro, pileta y todo lo demás, por supuesto, excluido el casino, no apto para menores.
Noche de estrellas
Otra, otra. La platea, especialmente femenina, aclamaba fervorosamente por más. Era una noche perfecta, con estrellas, calor y el skyline de Río de Janeiro que todavía perduraba en la retina, aunque el barco hacía un par de horas que navegaba plácidamente. La Fiesta Blanca en la cubierta, con un gran buffet de medianoche, invitaba a quedarse y seguir escuchando las canciones de Guillermo Guido, indiscutiblemente el artista que más convoca en el barco.
Guido se presenta todas las noches en diferentes escenarios del barco como teatro, bares o hasta en la cubierta, como en este caso, y siempre con lleno total. El repertorio es variado: una vez tango, otra canciones melódicas y hasta hace de tenor.
"Acá se te trastoca al realidad, creés que el mundo es éste; me siento un poco como en los años 80, la gente es especial, muy afectuosa", cuenta Guido y resalta: "Voy a cantar 156 noches seguidas". Esta es la segunda temporada a bordo; permanecerá embarcado hasta el 19 de abril.
Guido es seguramente la figura más conocida, pero el equipo de artistas es amplio. Todas las noches en el teatro La Fenice se presenta un show diferente. Musicales, varieté, acrobáticos de tango y hasta de magia. Feel the R eal Magic es el espectáculo de Luca Volpe, italiano, de ojos azules, que se presenta con Rebecca, su asistente y novia. Hace 8 años que trabaja en cruceros y es más un ilusionista que un mago de galeras y conejos, aunque siempre anda con un mazo de cartas en la manga para sorprender a su interlocutor. Y en su show no falta la chica que desaparece o que levanta vuelo.
Tiene las manos aseguradas en un millón de euros y todas las ilusiones protegidas en un registro de la propiedad.
Además del teatro, a toda hora el equipo de animación tiene alguna propuesta, como bailes en la pileta, juegos para todos los gustos y por la noche actividades en los salones y bares.
Esta temporada 27 argentinos integran el equipo de entretenimiento del MSC Armonía y todas las actividades son en español, porque el barco está orientado al gusto argentino.
La vida en alta mar
Al principio cuesta adaptarse al barco, orientarse y no caminar sin rumbo por los extensos pasillos, pero después del primer día las cosas se vuelven más sencillas.
El crucero es como un hotel, pero con reglas más estrictas. Hay que respetar los procedimientos de embarque y desembarque y los horarios de las comidas. Para almuerzo hay dos opciones: buffet o a la carta; la cena es a la carta, con dos horarios que se establecen al momento de embarcar (a las 20 y a las 22.15) y son muy difíciles de cambiar.
En general, el segundo turno es el más solicitado, pero el primero, aunque uno no esté acostumbrado a cenar tan temprano, resulta más práctico, sobre todo para los que viajan con niños. Y, además, hay que llegar puntual, porque 15 minutos después se cierran las puertas. Con más de 2000 pasajeros, las cosas funcionan lógicamente, con un buena organización.
Otro de los rituales de la vida a bordo es la noche de gala. Este verano, el capitán Giuseppe Maresca organizó dos noches especiales en cada salida. Estas son las ocasiones ideales para ponerse un buen vestido ellas, un traje ellos y cumplir con la tradición de estrecharle la mano y sacarse una foto con el capitán. Por supuesto que nada es obligatorio y el que no desea participar, puede optar por el buffet alternativo de La Brasserie, que abre todas las noches en paralelo a los turnos de cena.
Todas las noches por debajo de la cabina se entrega el programa del día, donde están detalladas todas las actividades, los horarios, los lugares y las escalas. Aunque en las vacaciones nadie quiere seguir una agenda, vale la pena darle una hojeada para no caer con bermudas en la noche de gala.
Carta de navegación
Embarcar en Buenos Aires, a pesar de la desorganización del puerto, es un alivio, sin aviones, esperas en aeropuertos o embotellamientos en la ruta.
Apenas se pone un pie en el barco comienzan las vacaciones, la música suena en la cubierta, la pileta espera los primeros chapuzones y la cabina está lista para relajarse con vista al mar.
Lo que todos esperan con ansiedad son las escalas en Brasil. Después de que el puerto de Buenos Aires queda atrás, se emprenden dos largos días de navegación, a veces con algunas turbulencias y mareos que se superan con Dramamine.
El tercer día se pisa tierra firme. Las escalas son en Ilha Grande, Búzios, Río de Janeiro, Ilhabela y Punta del Este. En todos los casos, con excepción de Río, el barco queda en rada (tira el ancla lejos de la costa) y los descensos se realizan en lanchas. Es todo un operativo y si se quiere aprovechar el día hay que estar atento para sacar número porque las lanchas son numeradas y se baja por turno.
El crucero ofrece excursiones, pero perfectamente en todas las escalas se puede pasear en forma independiente.
En Ilha Grande, en Angra dos Reis, al sur de Río, a pesar del alud de Año Nuevo, las escalas se siguen haciendo con normalidad porque el accidente fue muy lejos de Vila do Abraão, el centro de la isla.
Desde allí se puede tomar un taxiboat a alguna de las playas y después recorrer las tranquilas calles de arena del pueblo, invadido de cruceristas.
En Buzios la propuesta es similar. Como son escalas de todo el día, alcanza el tiempo para echarse panza arriba en la arena, disfrutar del agua y de una rica caipirinha, siempre lista en los bares playeros.
El muelle en Río de Janeiro está a pasos del centro, quizás una de las zonas menos turísticas, pero en la avenida Rio Branco, muy cerca de la terminal portuaria, circulan colectivos con amplios recorridos. En menos de media hora, si el tránsito acompaña, se llega a Copacabana.
Tanto en Ilhabela, una isla con buenas playas y mucha vegetación, como en Punta del Este las escalas son más cortas, por lo que conviene no alejarse demasiado de los muelles para no perder tiempo en traslados.
Por Andrea Ventura para La Nación, Domingo 17 de enero de 2010.
1 comentario:
En mi caso particular, desde que descubrí msc cruceros prefiero viajar a Brasil de esa forma ya que es mucho más divertido, económico y además puedo conocer más lugares.
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