Roma es una ciudad que sorprende. A pesar de los miles de turistas que diariamente la recorren aún conserva la magia de sus calles, edificios y romanos que la hacen especial e inolvidable...
Hicimos un stop en Roma regresando desde las Ciclades. Una vez mas reincidimos en nuestro hotel favorito, el Sofitel Villa Borghese, con su estupenda vista desde el bar de la terraza. La ciudad estaba más linda que nunca y tan vital como años anteriores. Despues del estilo easy going de Mykonos y Santorini, Roma siempre es un contraste impactante.
Utilizamos el primer dia para perdernos nuevamente en el centro histórico y casi sin darnos cuenta llegamos al Tiber, frente a Castel Santangelo! Decidimos cruzar y ver si estábamos a tiempo de ingresar al Vaticano. Para nuestra sorpresa, todavia era posible … y casi nadie recorriendo el lugar! El silencio en el interior de la basilica era impactante porque habitualmente la enorme cantidad de visitantes llena el lugar de conversaciones y flashes inevitables. Esta vez era casi palpable la fuerza espiritual del lugar, e imposible no evocar la larguísima línea de hechos históricos que se extendía hacia siglos anteriores.
De regreso al hotel elegimos la Via del Corso, donde descubrimos la Galeria Alberto Sordi, un espacio de arquitectura clásica destinado a centro comercial … muy al estilo de su par Vittorio Emanuele en Milan. Y claro, no pudimos resistir la tentación de tomar un capuccino en el café que hay debajo de la cupula central.
Ya muy cerca del hotel optamos por cenar temprano en uno de los tradicionales restaurantes al pie de las escalinatas de Piazza Spagna … fantástico cierre del día ya que conseguimos imprevistamente una mesa en la terraza!
Cansados y muy distendidos subimos hasta Trinita dei Monte y regresamos al hotel imaginando los paseos del dia siguiente!
Fuente: Thennat Travel
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