Día 1: Ciudad Baja, Ciudad Alta
Empiece por la Plaza de Comercio, también conocida como Terreiro do Paço, y su estatua ecuestre del rey José I, el soberano que salvó su vida en el terremoto que destruyó Lisboa en 1755. Fue su primer ministro, el Marqués de Pombal, el encargado de reconstruir la ciudad y darle la fisonomía actual. Pase por debajo del Gran Arco que conduce a la peatonal rua Augusta. Recorra la Ciudad Baja, visite el barrio del Chiado, entre en A Brasileira –el célebre café del que era habitué Fernando Pessoa– y tome un café en Nicola. Pase por el Rossio, tome una ginginha (aguardiente de cereza) de parado en el Largo de São Domingos 8. Suba por el elevador Santa Justa, el único vertical de la ciudad (los otros son tipo funicular) y llega hasta el Convento do Carmo. Allí, desde lo alto, se dejan ver la Plaza de los Restauradores, la plaza Figueira y las almenas del Castelo São Jorge.
La Ciudad Alta es uno de los barrios más fashion y frecuentados por la noche. Colinda con Alfama, el barrio de memoria árabe que es preciso andar de día entre sus angostas callejuelas. Al atardecer, regrese y tome la Rua Misericordia: hacia arriba van apareciendo las boutiques, las tabernas y casas de fado donde es deber concluir todo primer día lisboeta.
Día 2: Belém y el Parque das Naçoes
El Monasterio de los Jerónimos es el edificio emblemático de la capital portuguesa. Figura en cualquier libro de arquitectura como ejemplo del estilo manuelino, expresión que sintetiza el gótico tardío con el Renacimiento, más los aportes que traían los navegantes portugueses y hasta un toque del plateresco español. Esta joya de la UNESCO se halla frente a la Plaza del Imperio. A la vera del río Tejo, el monumento a Los Descubrimientos está muy cerca de la Torre de Belén, construida por Manuel I en 1515. Antes de cruzar el puente 25 de Abril y asomarse a la valiosa gema de la arquitectura moderna –conocida Parque das Naçoes–, acérquese a Pastéis de Belém, al lado del Monasterio, y pruebe los pasteles de nata más famosos de Lisboa.
Día 3: Sintra
Las opciones son varias, a saber: un día en Sintra, escapada preferida por los reyes de Portugal; alguno de los múltiples palacios de los alrededores (Mafra, Pena, Queluz) o el magnífico museo de la Fundación Calouste Gulbenkian, con una colección única y maravillosa de joyas de Lalique.
Considere también la posibilidad de perderse por sus calles, probar las castañas asadas en un día de otoño, el bacalao en cualquiera de sus mil y una versiones…Como dice el dicho, “quem não viu Lisboa, não viu coisa boa”.
Fuente: lugaresdeviaje.com
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