Entre paseos arbolados y puestos de antigüedades, un recorrido por los jardines y mercados de la capital inglesa.
La ardilla observa desde el banco de madera mientras la niña abre un paquete de galletitas. Toma una de las migas que caen al suelo y se la lleva hasta las ramas más altas de un roble. Dos o tres patos miran curiosos desde la ribera del lago, donde la superficie del agua refleja las copas de los sauces. Esta escena, que recuerda los paisajes de la campiña inglesa, tiene lugar bajo el sol del mediodía y sólo cuando, al levantar la vista, distinguimos la imponente silueta del London Eye –o Rueda del Milenio– recordamos que estamos en pleno centro de una de las grandes metrópolis del mundo.
Así es Londres , la capital de Inglaterra : millones de personas y cientos de idiomas al compás de un ritmo que se acelera en las grandes áreas céntricas y parece calmarse al llegar a las praderas urbanas, cruzadas por senderos y sembradas de árboles. Distribuidos en distintos barrios, con sus diversos estilos y personalidades, los parques y los mercados londinenses son parte del discreto amor británico por la naturaleza y las tradiciones, y a esta altura resultan casi tan emblemáticos como la plaza de Trafalgar, los Beatles o el Big Ben.
Bienvenida sea, entonces, la intermitente llovizna de Londres, si es el precio que hay que pagar para mantener estos pequeños bosques citadinos.
Ubicado en pleno centro, el St. James’s Park –hogar de la ardilla del comienzo– propone un recorrido que bordea un lago y lleva desde la zona de Westminster hasta las puertas mismas del Buckingham Palace, donde los turistas se reúnen para ver el cambio de la guardia real.
A pocos minutos de aquí se encuentran algunos de los lugares más representativos del casco urbano: la abadía de Westminster, Trafalgar Square y las concurridas esquinas de Oxford Circus y Piccadilly Circus. Pero en vez de apurarse rumbo al asfalto y los edificios, quizás vale la pena detenerse un rato en la cafetería, a juntar fuerzas con la dulzura de un muffin de arándanos y el aroma de un té Earl Grey.
Pasando el Buckingham Palace hacia el oeste a través del Green Park se llega a Hyde Park , otro de los grandes Parques Reales, antiguo coto privado de caza del rey Enrique VIII. Por aquí, junto al lago Serpentine, pasan usualmente decenas de deportistas en bicicleta y en rollers. Más allá, en el pasto, un grupo de mujeres enfundadas en burkas negras se reúne alrededor de una mesa de picnic, y dos chicas en shorts conversan bajo la sombra de un plátano. Un improvisado partido de fútbol acaba de terminar y Paul muestra orgulloso su remera de Nueva Chicago. Cuenta que hace un tiempo estuvo de visita en Buenos Aires y que buscó una camiseta: “De un equipo más bien chico, como el mío”. Aquí, en Inglaterra, es hincha de Torquay United.
Un poco más allá, próximos a las tiendas lujosas, el emporio de Harrods y las fachadas señoriales de Kensington Road, los Kensington Gardens son la antesala del palacio del mismo nombre. Si todavía hay tiempo, se recomienda seguir hasta Holland Park , uno de los secretos mejor guardados de la capital británica.
El camino empieza con un bosque frondoso que de a poco se abre hasta llegar a un claro en el que algunos chicos practican críquet, mientras otros se acercan al ajedrez gigante o se dan una vuelta por el jardín de rosales.
Hacia el norte, en cambio, se destacan los paisajes de Regent’s Park , con su zoológico y su canal de agua por el que transcurren, silenciosos, los barcos de paseo.
Junto a los prados y las vistas arboladas, otro de los aciertos de esta ciudad en cuanto al aprovechamiento del espacio público son sus atractivos mercados callejeros. Aquí, la antigua tradición europea del comercio en las plazas se aggiorna para prácticamente todos los gustos.
A diez minutos a pie de Regent’s Park, el Camden Market es un buen comienzo: sobre las veredas se disponen los percheros de ropa. Unos turistas preguntan por las camisetas de distintas bandas punk y, otros, por los imanes con las fotos de la última boda real.
A la izquierda, en una de las galerías bajo el puente, están los puestos de decoración. Telas provenientes de la India y almohadones de reminiscencias victorianas se intercalan en el recorrido con artesanías hechas con diferentes materiales. También los mostradores de comida: desde un perfumado plato con curry (un clásico de la ciudad) hasta especialidades chinas, pizzas, shawarmas o un pastelito dulce preparado según alguna receta caribeña.
Mientras tanto, en medio del coqueto barrio de Notting Hill, brilla con luz propia el mercado de Portobello Road . Se destacan las antigüedades en las vidrieras de los locales y en los puestos callejeros, pero además es un buen lugar para conseguir algo de ropa vintage y para comprar frutas y vegetales.
Si el tiempo ayuda, no hay que dejar pasar la ocasión de comer en los pubs y bares con mesitas a la calle, que también suelen ser muy vistosos puertas adentro. El mercado queda cerca de los jardines de Kensington, a sólo cinco minutos de la estación de subte “Notting Hill Gate”, y conviene ir los días sábados.
A diferencia de los anteriores, el Borough Market se especializa en comidas de todo tipo y suele ser elegido por los oficinistas que trabajan cerca del puente de Londres. Se encuentra en la margen sur del río Támesis y es un verdadero edén gastronómico. Además de frutas, verduras y flores, hay opciones de comida étnica –hasta un puesto que vende empanadas argentinas–, salchichas, helados, quesos y platos orgánicos y vegetarianos (está abierto los días jueves, viernes y sábados).
Este sitio es ideal para hacer un alto y almorzar en medio de la recorrida por la zona céntrica de la ciudad. Un restaurante dispone sus mesas bajo las arcadas de metal para brindar sus especialidades en pescados y mariscos. La alternativa, sin embargo, es comprar en un puesto y almorzar –como hacen tantos londinenses– en los jardines de la lindera catedral de Southwark.
Del otro lado de la orilla, cruzando el área del Soho, el célebre predio Covent Garden es uno de los más concurridos puntos de encuentro. Allí funcionan el Apple Market y el Jubilee Market . Epicentro de elegantes locales de ropa y restaurantes, conserva sin embargo algo del encanto callejero y urbano que tienen los grandes solares de Europa.
Menos turísticos pero igualmente tradicionales, mercados como el de Spitalfields (al este de Londres, cerca de la estación Liverpool Street) o el de Brixton (junto a la estación del mismo nombre) son una buena opción para quienes tienen tiempo y quieren visitar un poco más. También se puede aprovechar el extenso parque de Clapham Common , que los sábados y domingos ofrece una magnífica postal de la vida suburbana londinense: chicos en los juegos, familias que van a la iglesia al tiempo que los últimos trasnochados regresan a sus casas después de largas horas en el pub y el club.
A los pies de todos ellos, el verde intenso y brillante de la vegetación inglesa.
Fuente: María Sol Porta para Clarín
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