A punto de comenzar una nueva edición de su prestigioso festival de cine, La Perla del Cantábrico, en el País Vasco, propone un tour de película y en 3D
SAN SEBASTIAN.- A esta ciudad vasca, capital de Guipúzcoa, vale la pena llegar por tierra, desde la vecina provincia de Alava. Así se puede apreciar el cambio de paisaje, de los viñedos alaveses a los bosques y montañas guipuzcoanos. Hasta que aparece el mar y, ahí, La Perla del Cantábrico, como se conoce a esta pequeña y coqueta ciudad. Apenas a 20 kilómetros de Francia, ahí comenzará este viernes la 59» edición de uno de los festivales de cine más relevantes en la agenda internacional, el único de categoría A en España.
San Sebastián (Donostia, en euskera) no es la capital ni el centro económico del País Vasco (Vitoria/Gasteiz es lo primero, y Bilbao, lo segundo). Pero no le faltan motivos de orgullo. Sobre todo, por su envidiable ubicación con vista al mar. Y también por su incomparable elegancia y su identidad balnearia, más o menos en el estilo de Biarritz, Niza o Montreaux. "Aunque soy de Bilbao, siempre en pique con los donostiarras, creo que San Sebastián es la ciudad más bonita de España, por su ubicación, por las calles y por los palacetes que reflejan en sus vidrieras el oleaje del mar", reconoce el vasco José Félix Cano Montoya, ejecutivo en la Argentina de la agencia mayorista de turismo Ola.
A mediados del siglo XIX, los médicos de la corte le indicaron a la reina Isabel II baños de mar para sus afecciones de la piel. La presencia de tan destacada turista no tardó en poner de moda aquellas playas. Y hacia el siglo XX (ya con la reina regente María Cristina, que había fijado la residencia estival de la corte en el palacio de Miramar), San Sebastián se transformaba en un balneario predilecto de la emergente burguesía europea.
Testimonio de aquellos años, la postal típica de Donostia es un frente de elegantes edificios belle époque, de cara a tres playas con sus ramblas, Concha, Ondarreta y Zurriola. Todo flanqueado por dos montes que son como fortificaciones vigilantes, Urgull e Igueldo, con espectacular mirador y parque de diversiones vintage. Y también por la isla Santa Clara, casi a tiro de piedra desde la playa de la Concha, donde incluso en invierno es habitual divisar algún valiente sobre una tabla, en traje de neoprene. Es que San Sebastián comparte con Mar del Plata algo más que su identidad de ciudad balnearia y de sede de festival de cine categoría A: igual que su pariente argentina, Donostia es un apreciado destino de surf aunque, en principio, el deporte extremo no haga mucho juego con el romántico casco antiguo y la intensa vida cultural, incluyendo también un buen festival de jazz en julio.
El festival de cine, Zinemaldia, fue un recurso para recuperar algo del glamour perdido con la prohibición del juego y el cierre de los casinos. Hoy ocupa un lugar central en la vida de la ciudad, literalmente: su sede es el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal, casi un punto de partida para conocer todo lo demás, gracias a una estelar ubicación entre la costanera y la desembocadura del río Urumea. Diseñado por el arquitecto navarro Raúl Moneo, el complejo consiste en dos sobrias estructuras a las que los locales llaman, con poder de síntesis, los cubos.
La verdad que el diseño del Kursaal no podría contrastar más con la arquitectura afrancesada que lo rodea. Así que no sorprende saber que cuando se inauguró, en 1999, los donostiarras distaban mucho de estar impresionados con semejante irrupción estética. Algo parecido a lo que había ocurrido dos años antes muy cerca, en Bilbao, con el exuberante (y bastante más costoso) Museo Guggenheim. Sin embargo, con el tiempo y tal como sucedió con el museo bilbaíno, el éxito del Kursaal terminó por legitimarlo y de a poco fue mirado con más y más simpatía.
Paseo de las estrellas
El Kursaal se comunica con el otro lado del río por medio de otro ícono donostiarra, el puente de la Zurriola, quizá más conocido como puente del Kursaal e iluminado por unas lámparas bastante particulares, de rasgos casi futuristas, que parecen faros en miniatura. Pero son muchos los puentes interesantes que cruzan el Urumea, cada uno con su estilo, como el Santa Catalina y el María Cristina.
Un buen plan es sumarse a los tours San Sebastián De Cine, promovidos por la oficina de Turismo local. Por 14 euros (menores de 12 años, gratis), la caminata de dos horas conduce por la llamada Ruta de las Estrellas, con paradas en el Kursaal, el hotel María Cristina, el Teatro Victoria Eugenia y el bar Oquendo.
El tradicional María Cristina está a pasos del Kursaal y de la playa, y es el hotel donde se alojan muchos VIP del festival de cine. Inaugurado en 1912, León Trotsky, Mata Hari, Coco Chanel, Audrey Hepburn, Alfred Hitchcock, Steven Spielberg y Mick Jagger son apenas algunas firmas en su libro de huéspedes célebres.
Actual miembro de la cadena Luxury Collection, el María Cristina será pronto cerrado por unos seis meses para una gran renovación de muebles, alfombras, empapelados y otros detalles de decoración que, si bien distinguidos, hoy ya no disimulan el paso del tiempo.
Junto al noble cinco estrellas se encuentra otro edificio fundamental para el festival de cine: el Teatro Victoria Eugenia, inaugurado junto con el hotel como parte de un mismo plan urbano, a principios del siglo XX, de la Sociedad Anónima de Fomento de San Sebastián.
Tal es la proximidad de los dos edificios históricos que, en días de Zinemaldia, las estrellas pueden caminar por una única alfombra roja desde el hotel María Cristina hasta las proyecciones en la deslumbrante sala del Victoria Eugenia, donde alguna vez Hitchcock estrenó mundialmente Vértigo .
El tour pasa también por Oquendo, el bar de las estrellas, estratégico vecino del hotel María Cristina, decorado con una buena cantidad de fotos de actores y directores que pasaron por allí a tomar una copa o comer un pintxo, acaso para celebrar la obtención de alguna Concha de Oro o de Plata durante el Zinemaldia.
Gastronomía: estrellas y mixtos
Hay un dato que todo promotor de San Sebastián repite de memoria para impresionar (y nunca falla): esta ciudad cuenta con el mayor número de estrellas Michelin por metro cuadrado en el mundo. En ningún otro lugar hay tantos restaurantes con el sello de calidad de la exigente guía gastronómica francesa.
La tradición culinaria vasca, y en particular donostiarra, es uno de los grandes atractivos de La Perla del Cantábrico, tanto en la versión supersofisticada, de laboratorio, como en las costumbres más cotidianas e informales.
Apellidos como Arzak, Aduriz, Berasategui y Subijana forman un dream team de cocineros-celebridades y una constelación Michelin notable, más aún si se considera que la población es de sólo 185.000 habitantes. El restaurante de Juan Mari Arzak (mentor de Ferran Adrià), en los últimos años junto a su hija, tiene tres estrellas y es uno de los mayores referentes de la cocina de vanguardia y la investigación, con laboratorio propio. También es, claro, uno de los restaurantes más caros, con su clásico menú degustación de once pasos muy cerca de los 150 euros. No se queda atrás Mugaritz, de Andoni Luis Aduriz, otro abonado a las listas de las mejores cocinas del mundo.
Lo más interesante de la escena culinaria donostiarra es que junto a la sofisticación de estos reconocidos chefs, ofrece también un gran menú de bares y fondas mucho más accesibles, pero de una cultura gastronómica riquísima. Aquí los protagonistas casi excluyentes son los pintxos, o sea la versión vasca de las tapas, aunque en Euskadi nieguen que las dos cosas sean lo mismo.
Los pintxos son pequeñas porciones (¡tapas!), originalmente fijadas con un palillo a un trozo de pan, ahora evolucionadas a formatos de lo más diversos y elaborados.
Ir de pintxos es un deporte local que consiste en recorrer bares, idealmente en grupos de amigos o cuadrillas, probando especialidades en estas miniporciones acompañadas por vino txacoli (vasco, dulce, levemente burbujeante), sidra o un zurito de cerveza. Sin duda, un deporte de resistencia y los locales parecen bien entrenados; el encantador casco viejo donostiarra (San Telmo) sin duda alienta a recalar en un bar más, y en otro, y en otro...
Para los que sientan que encontraron su lugar gastronómico en el mundo, San Sebastián Turismo implementó un programa de talleres exprés para aprender a hacer pintxos, por ejemplo, en el restaurante-escuela Ni Neu, primer piso del Kursaal, sede del festival de cine. En poco más de un hora egresan de allí nuevos expertos en el arte de preparar una tortilla de bacalao deconstruida, un poco a lo Ferran Adrià, o la clásica gilda, combo de tres guindillas, una aceituna y una anchoa atravesadas por un palillo. Así de fácil, así de rico.
Los imperdibles gastronómicos de la ciudad se completan con el Mercado de La Bretxa, antigua feria llamada así por ser el sitio por donde ingresaron las tropas inglesas en el asedio de 1813.
Que suenen los tambores
Para los amantes de la fiesta y el ruido, la fecha para visitar San Sebastián es, sin duda, el 20 de enero. Ese día se celebra en la capital de Guipúzcoa la Tamborrada de San Sebastián, 24 horas de celebración en la que los tambores suenan por toda la ciudad.
La juerga comienza con el primer minuto del 20 y termina con el primer segundo del 21 en la plaza de la Constitución. "La plaza se llena de gente que rodea una plataforma donde hombres y mujeres de las distintas sociedades (como clubs gastronómicos de años y tradición) tocan sus tambores y barriles, comenzando siempre por la marcha de San Sebastián después de escuchar la última campanada que repica las 00.00. Es un instante muy emotivo para todos -explica la donostiarra Lorena Zabala Juanikotena-. Esa noche es muy típico comer afuera, pero hay que reservar porque no cabe ni un alfiler en la ciudad. Y también está la opción de preparar una cena entre amigos y familia, ver el comienzo por la tele cantando la marcha con tambores y más tarde salir a la calle o al balcón". Durante toda la noche las compañías cruzan la ciudad a buen ritmo.
Fuente: Daniel Flores para La Nacion, Septiembre 2011.-
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