El Corcovado, el Pan de Azúcar, Santa Teresa, el centro histórico y las playas de Copacabana e Ipanema. Un recorrido por una ciudad que seduce con su arquitectura, sus paisajes y su cultura.
Es Río de Janeiro una de las ciudades más bellas del mundo? El viajero está invitado a descubrirlo en dos días intensos que, si bien no alcanzan para conocer todos sus encantos y develar algunos de sus secretos, son suficientes para disfrutar de una ciudad única por tener morros, mar, abundante vegetación y extensas playas, entre las que brota, crece y se desparrama en toda la extensión de la bahía de Guanabara.
PRIMER DIA
8.00 El paseo puede comenzar de muchas maneras. Una de ellas es iniciar el recorrido atravesando la Floresta da Tijuca, la reserva urbana más grande del mundo, hacia el Corcovado, el morro más alto de la ciudad en cuya cima se encuentra el símbolo por excelencia de los cariocas: el Cristo Redentor, una de las mejores muestras del Art Decó, de 1931. Se puede acceder en helicóptero, en auto o en tren. En auto, son 11 km hasta un estacionamiento donde se toma un bus (24 reales, US$ 14,54). La otra opción es tomar el tren en la estación Cosme Velho por 36 reales ida y vuelta (US$ 22). Cada media hora sube un tren con un recorrido que demora 20 minutos. Para alcanzar la cima, se sube en ascensor (17 segundos) o escalera mecánica.
Una vez arriba, la vista de los morros y la bahía de Guanabara en su totalidad es fantástica. Se ven el morro Dos Hermanos, la floresta, el hipódromo, la Pedra da Gávea desde donde salen las alas delta que bajan en la playa de São Conrado, y el corazón de Río con su catedral en forma de cono.
En el descenso, no deje de pasar, a mitad de camino, por el “Mirante Doña Marta”, un imperdible, al que sólo se llega con auto o taxi (80 reales, US$ 48). Allí se puede disfrutar, en silencio, del paisaje panorámico, pero desde otro ángulo: el barrio y la playa de Botafogo, el cementerio São João Batista de fines del siglo XVIII, los barrios de Leblon, Ipanema, Copacabana, y el Pan de Azúcar. Como este mirador está más abajo, las posibilidades de que esté cubierto de niebla es menor.
11.00
Transitando hacia el centro, puede recorrer el barrio de Santa Teresa, el “Montmartre Carioca”, en donde a fines del siglo XIX las familias adineradas y los europeos construyeron enormes casas. Huían de la humedad y el anegamiento de la ciudad. En los años 60 hubo deslices de tierras que dificultaban el acceso y descendieron hacia la playa. Esas casonas comenzaron a ser habitadas por artistas, y hoy es un barrio bohemio y un polo gastronómico. Una manera agradable de recorrerlo es en el bondinho, un pequeño tranvía eléctrico que tiene más de cien años. Se toma en el centro y por 60 centavos recorre el barrio en una hora entre ida y vuelta. Sale cada 30 minutos. Consejo: no conviene salir del trayecto del tranvía, pues está rodeado de favelas. Si no conoce, puede pasar un mal momento.
13.00
En el parque Praça de Paris –diseñado por el arquitecto y paisajista francés Auguste Glaziou en 1816– se ve el antiguo acueducto llamado los Arcos de Lapa, devenido viaducto, por donde pasa el bondhino. A la derecha, la Catedral de São Sebastião, de forma cónica.
Para almorzar, en la calle Rua Gonçalves Dias, en el centro de la ciudad, se encuentra la tradicional y glamorosa Confitería Colombo, un antiguo edificio de dos pisos. Arriba, el restaurante Cristóvão, lugar preferido de presidentes y reyes, funciona sólo al mediodía. La comida del chef Renato Freire es excelente y sofisticada, igual que los postres (no deje de probar la mousse de maracuyá). Además tienen muy buenos vinos. Los sábados siempre se sirve la tradicional feijoada. Domingos, cerrado.
14.30
Después del almuerzo, es oportuna una caminata por la Rua da Carioca, muy conocida porque allí se festeja siempre el aniversario de la ciudad, el 1° de marzo. Colocan una torta enorme y todos los pobladores pueden comer una porción. También en esta calle está el tradicional Bar Luiz (Rua da Carioca 39). Aquí se toma una de las mejores cervezas acompañadas con comida típica alemana.
15.00
Conviene continuar el trayecto en auto, transitando por la avenida Niemeyer hacia el sur, por los barrios de Leme, Copacabana, Ipanema y Leblon. La mayoría de los habitantes de la ciudad, los cariocas, aprovechan la playa como una extensión de las casas. Se los ve paseando con los niños, corriendo, practicando deportes, tomando agua de coco o un chop en el calzadón, amplia vereda que separa la calle de la playa donde se alquilan sombrillas y sillas por 5 reales (US$ 3).
Leme ofrece dos cuadras con bares donde tomar una copa frente al mar al final de la tarde. Otra opción es cenar en la churrasquería Marius (Av. Atlántica 290), conocida por la buena comida y la decoración poco común, con piezas de anticuario, un poco kitch y, hay que decirlo, bastante caro.
La avenida Princesa Isabel divide Leme de Copacabana, la playa más conocida, que debe su nombre a la virgen boliviana protectora de los que viven cerca del agua. Un impactante cuadro de mosaicos de tres kilómetros, diseño del arquitecto paisajista Burle Marx, acompaña la costa.
Ubicado frente a la playa está el legendario Copacabana Palace, un hotel construido en 1923, que perteneció a la tradicional familia Guinle. Saltó a la fama con la película “Volando a Río”, protagonizada por Ginger Rogers y Fred Astaire, quienes entonces bailaron juntos por primera vez.
Este es, sin dudas, un barrio de bohemia, glamour y riqueza que dio origen a variados temas musicales, libros, pinturas y fotografías. Durante la semana se puede conocer la feria del calzadón y tomar algo en la sucursal de la Confitería Colombo, donde termina Copacabana, ubicada en el Forte de Copacabana, junto a una colonia de pescadores.
17.00
Del otro lado de este fuerte comienza la playa Arpoador, donde se ve la mejor puesta del sol, y se distinguen las playas de Ipanema y Leblon. A lo largo de toda la costa hay postos (puestos) de playa, numerados para que la gente se ubique fácilmente. Cada uno tiene su particularidad aunque todos comparten su blanca y fina arena. El posto 10, en Ipanema, por ejemplo, es de los mauricinhos y patricinhas (jóvenes de buena posición económica), los puestos 9 y 8 son para los coloridos, como denominan los cariocas a los gay. Después del puesto 7 están las playas preferidas por los surfistas.
En Ipanema, uno de los lugares más famosos es el bar Garota de Ipanema decorado con fotos y cuadros que atestiguan que en los años 70, Tom Jobim y Vinicius de Moraes escribieron la música y letra de la canción que inmortalizó a Helô Pinheiro.
La calle más importante para realizar las compras es Visconde de Pirajá donde hay varias boutiques y joyerías de marcas renombradas como Louis Vuitton, Cartier y Stern. Los mejores jugos de maracuyá y otras frutas están en los polijugos, en María Quiteria y Visconde de Pirajá.
20.30
En Leblon está la Academia da Cachaça, bar especializado en esta bebida, que se extrae de la caña de azúcar. Se la consideró ordinaria hasta que la Academia –tiene una sede en Barra de Tijuca– buscó a los fabricantes artesanales, la mejoraron y hoy tienen 100 diferentes marcas de los 27 estados. Aquí puede cenar unos pastelitos de camarón y un ñame crocante inolvidables. La botella de cachaça “Anisio Santiago” cuesta US$ 100. Se bebe sola, ¡no se le ocurra usarla para una caipirinha!
Después de un día agotador es hora de que el viajero tome un descanso en su hotel y se prepare para participar de una noche inolvidable, con la Escola do Samba Académicos do Salgueiro, una de las más populares. Tenga en cuenta que la temporada de ensayos de las escolas comienza hoy y se extiende hasta el 27/2. Se realizan los fines de semana, desde las 18, en el Sambódromo.
SEGUNDO DIA
8.00 Comienza un día intenso para conocer otro ícono: el Pan de Azúcar. Un teleférico de dos estaciones lo lleva a la cima en tres minutos. La primera, hasta el morro de Urca donde puede tomar un helicóptero para hacer un paseo sobre la ciudad. En la segunda parada hay un anfiteatro en el que se presentan espectáculos, un rincón que exhibe vagones de los primeros teleféricos (1902), un extenso mirador salpicado por cómodos sillones y sombrillas, rodeados de vegetación, y algunas confiterías donde se puede comer y beber. El teleférico sale cada 20 minutos.
Desde el mirador se observa toda la ciudad y el Corcovado. Hacia abajo está la Praia Vermelha donde hay un antiguo restaurante (en la noche se puede sentar afuera y observar desde allí el Pan de Azúcar iluminado). A la derecha se ve la playa y el parque de Flamengo; del otro lado, la ciudad de Niteroi, la entrada de la bahía, dos fuertes y el museo de Niemeyer. Hacia abajo, en el barrio de Urca, se divisa la Cruz de Malta, punto 0 de Río.
10.00 Si puede, no pierda la oportunidad de viajar en helicóptero. Es una emoción indescriptible ver la ciudad desde el cielo. El inmenso mar azul contenido por una interminable cinta blanca de arena, bordeada del verde intenso de la vegetación desde donde surge la ciudad. Los brazos abiertos del Cristo muestran la magnificencia de una ciudad soñada. El Maracaná en arreglo, el Sambódromo vacío esperando el carnaval, la Lagoa de Freitas con un enorme árbol de Navidad navegando en sus aguas y los morros con sus favelas. Recorrido de 30 minutos, 520 reales (US$ 315, www.helisight.com.br).
12.00
Una vez en tierra y recobrado el aliento, tómese un par de horas para conocer el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói. El puente que une esta ciudad con Río de Janeiro, Costa Silva, mide 14 km en total (8 km sobre el mar). Niteroi es muy conocida por la arquitectura de Oscar Niemeyer, quien fue invitado a crear este museo que alberga más de 1.500 obras de la mayor colección contemporánea de artistas brasileños, desde 1950 hasta la actualidad, y donadas por João Satamini. Abre de martes a domingo de 10 a 18. La entrada cuesta 5 reales (US$ 3) y los miércoles es gratis. Hasta marzo, expone Reynaldo Roll “Memoria de una Mirada”.
A la salida, puede beber un agua de coco en la vereda mientras disfruta de una vista diferente de Río de Janeiro, desde enfrente.
14.00
De regreso en Río, almuerce el mejor pescado y frutos de mar en el tradicional restaurante Albamar (Praça Marechal Âncora, 186, en el Centro) de estilo Art Noveau, recién remodelado (vaya bien vestido). En el primer piso está el restaurante circular rodeado de ventanales. Las mesas, decoradas con copas de diferentes formas y colores, le dan un toque singular. La comida está a cargo de los chefs Luiz Incao y Adilson Batista que se destacan con su Badejo grelhado com risoto de limao siciliano, ao molho “Bonne fame” francés y el sorvete de canela. Mirando hacia el mar, se ve una pequeña isla con un castillo de estilo neogótico construido en 1889, la isla fiscal, donde se realizó el último baile del imperio.
15.30
Después del almuerzo se puede recorrer Cinelandia, la zona donde el alcalde abre oficialmente el carnaval entregando la llave de la ciudad al Rey Momo, mientras medio millón de personas baila en la plaza el tradicional baile de la bola preta. Si no es carnaval, puede conseguir lugar y tomar una cerveza en un clásico: el bar Amarelinho (Praça Floriano). En diagonal está el Teatro Municipal, una réplica de la Opera de París, que cumplió 100 años; el Museo de Bellas Artes, cuya arquitectura es similar a la del Louvre, y la Biblioteca Nacional, la más importante de todo el Hemisferio Sur. Alberga dos de las quince biblias de Gutenberg y el primer poema épico de Luis de Camões sobre el comienzo del Brasil: “Caminha - Os Lusíadas”.
Puede continuar la visita en la plaza XV de Noviembre, donde Pedro II liberó oficialmente a Brasil de Portugal. También fue escenario del golpe militar contra la familia real, que acabó con la monarquía en 1889, un año después que se liberaran los esclavos.
Podrá conocer el palacio Tiradentes de 1922, de estilo neoclásico, la iglesia de San José y, enfrente, el Paço Imperial, antigua residencia de los gobernadores del Brasil colonial.
Junto a la antigua Bolsa de Comercio, un poco escondido, está el Arco do Teles, donde vivió la cébre actriz y cantante Carmen Miranda, estrella de Hollywood, quien en los años 30 fue una de las artistas mejor pagas. Su oficio era la confección de sombreros y creó los sombreros con frutas, que aún hoy usan las escolas do samba.
A una cuadra está la iglesia que fue durante mucho tiempo la Catedral, Nuestra Señora del Carmen, del siglo XVIII, estilo rococó y barroca. Enfrente está la Traversa do Comercio, un lugar encantador de calles angostas donde la gente va a comer y tomar cerveza después del trabajo. La calle más antigua es la Rua de Obridor con casas de fin del siglo XVIII muy bien conservadas. Continuando por allí se sale a la Av. Rio Branco donde todavía sigue abierta la farmacia más antigua y famosa, “Granados”, de 1870, donde hacía sus pedidos Pedro II.
19.00
Alejándose un poco del Centro, está el barrio Urca. En una vieja casona funcionaba el antiguo casino hasta los años 40, cuando se los prohibió en Brasil. Este edificio se está reciclando y albergará el nuevo Museo de Televisión y Diseño. Muy cerca, en una de las callecitas del barrio, funciona el Bar Urca (Rua Cândido Gaffrée 205), un lugar de encuentro muy concurrido por los cariocas que vienen a beber una cerveza con bocadillos después del trabajo. Frente al bar hay un muro –el verdadero atractivo– con una espectacular vista sobre la bahía de Guanabara. Un lugar allí es lo más codiciado al atardecer.
20.00
Puede darse una vuelta por el barrio de Lapa donde hace unos 10 o 12 años comenzó la moda entre los anticuarios: realizar un happy hour con música para sus clientes. Uno de los lugares que tuvo más suceso fue Rio Scenarium (Rua do Lavradio, 20) una casa donde se alquila todo lo necesario para las escenografías de teatro, cine y televisión. Su director, Plinio, logró un cambio increíble. Allí se puede cenar y bailar principalmente música brasileña, el chorinho, que prácticamente había desaparecido. Los ambientes están decorados con antigüedades deliciosas, con muy buen gusto y estética. Un placer para la vista. Con Río Scenarium se recuperó el barrio de Lapa.
1.00
Para despedirse de la ciudad, el mejor lugar es el Bar Jobi (Av. Ataulfo Paiva 1166, Leblon). Encontrará una excelente cerveza y un ambiente acogedor donde todos charlan con todos: jóvenes en traje de baño con gente mayor que regresa de un casamiento, y turistas con cariocas trasnochados. En las mesas se escuchan distintas lenguas. No se sorprenda si recibe una rosa y un piropo de un desconocido. Consérvela junto a los mejores recuerdos de esta ciudad maravillosa.
Por Susana Marinucci, diario Clarín, 2011.