viernes, 5 de noviembre de 2010

Elogio de los viajes lentos...

Como en el yin y el yang en la cosmogonía oriental, los opuestos se complementan: el día y la noche, el mal y el bien, lo dulce y lo amargo, etcétera. Y eso sucede con la rapidez, que antes predominaba hasta transformarse ahora en el libro Elogio de la lentitud ....


La comida rápida pasó a ser una mala palabra para el colesterol y el placer. Hoy hablamos de su opuesto, el slow food , que surgió en Bra, Italia, cuando en 1986 el periodista Carlo Petrini contagió su movimiento al mundo del consumo a fuego lento ( www.slowfoundation.org ) en italiano e inglés.

No hay nada más poderoso que una idea en su justo momento. Nuestra expectativa de vida sigue creciendo y queremos agregar calidad a este aguinaldo que supera los 80 años entre los hombres y, por supuesto, más entre mujeres, que son el sexo fuerte en serio.



Tortugas, liebres, caracoles

Si pensamos que el tiempo es oro, debemos elegir entre bajar los 10 segundos en 100 metros para triunfar con el dinero. La tortuga, que puede vivir más de 100 años en su paraíso de las Galápagos, Ecuador, vuelve a ganarle a la liebre que no supera los 10 y se lo pasa corriendo a salto de mata.

El caracol, con su casa a cuestas arrastrándose sin apuro, se ha convertido en la imagen dominante no sólo en los restaurantes globalizados, sino también a la hora de viajar. A nadie le molesta que lo llamen lenteja cuando organiza sus itinerarios, con prolijo cuidado.

Si algo faltaba, nos conmovió el rescate de los 33 mineros, donde no hubo apresuramiento, sino respeto al más mínimo detalle. Es el refrán que pide Vísteme despacio que estoy apurado .

Redescubrir barcos y trenes

Actualmente se llega a Europa en 12 horas, pero para tener un hijo es mejor recibirlo a los nueve meses, no antes. La biología tiene sus ritmos. Los viajeros, más que los turistas, lo comprenden, lo aceptan, lo disfrutan. Es una travesía, como Eduardo Mallea, que escribió en LA NACION, lo explicó en una de sus obras literarias más seductoras.

Con esta actitud de fondo no se pregunta ¿qué hay de nuevo?, sino que quiere saber ¿qué hay de bueno? Por eso apunta a los ingredientes. Ya no toma un avión sin pensarlo, por default, igual que en las computadoras. Y redescubre medios de transporte que había postergado. Por ejemplo, para recorrer los ríos, desde el caudaloso Amazonas en Brasil hasta los de los trayectos cortos en Italia (recordar el Po de las palabras cruzadas) o los trayectos largos del Rin o el Elba en Alemania. Hay barcos de tamaño mediano, confortables y con gastronomía gourmet, que siguen el ejemplo de Egipto. Dicho sea de paso, uno extraña el viejo vapor de la carrera para ir de noche hasta Montevideo o Asunción y espera hacer el viaje inaugural en el proyectado hotel flotante Ciudad de Paraná para 2011.

Estas inmensas avenidas de agua son una gran tentación para reemplazar el apuro (con ruido y complicaciones) de los aviones. Lo mismo se reitera con el auge de los trenes, no sólo europeos, porque también se registra en Asia y Australia. El éxito de los ferrocarriles de alta velocidad (promedio 320 kilómetros por hora) se extiende a las líneas convencionales, que superan largamente los 100 kilómetros y están cerca de los 200.

Hay un regreso al ferrocarril en los servicios comunes, que son una maravilla. Especialmente si volvemos a los buenos viejos tiempos de los coches nocturnos de Agatha Christie y su detective Poirot y nos gustan los camarotes para alternar con los buenos salones comedores porque forman parte del encanto.

Ya lo explicó don Miguel de Unamuno: "Para novedades, los clásicos".

Por Horacio de Dios para La Nación.

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