viernes, 30 de abril de 2010

Bellas librerías del mundo...

Desde el 22 y hasta el 10 de mayo esta abierta la 30a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros, firmas de autores... una fiesta a lo grande! Entonces porque no recorrer las librerías mas bellas del mundo... un lugar donde transportarse en un mundo de letras e imaginación...
Borges imaginó el paraíso bajo la forma de una biblioteca. También pudo haber sido bajo la forma de una librería... Capitales del saber y reductos de placer, hay librerías que resultan un atractivo turístico en sí mismo, tanto en Buenos Aires como en Maastricht, Oporto y París.


Cuando se visita cualquier ciudad del mundo, la recorrida suele empezar por el casco antiguo, los principales monumentos, las plazas, las iglesias y otras herencias del patrimonio histórico. Aunque pueden aparecer las menciones a bibliotecas, como la Biblioteca Nacional de París, con su forma de libros abiertos, o la British Library con sus tesoros antiguos, no es tan frecuente escuchar la recomendación para la visita inexorable a una librería. Lejos, muy lejos de la virtualidad que hoy construye librerías de bytes y libros electrónicos, el reino del libro tangible puede ofrecer una experiencia bella y diferente, más allá de las barreras idiomáticas. Para sortearla, se puede empezar por una librería bien local, El Ateneo Grand Splendid, que saltó a las páginas de los diarios de medio mundo cuando el diario británico The Guardian la puso en el segundo lugar del listado de librerías más bellas del mundo.



BELLEZA PORTEÑA Decenas de miles de libros, y miles de visitantes por día, en la que se considera la librería más grande de Sudamérica. Pero lo que impacta no son los números sino la escenografía, palabra que bien le cabe a este ambiente nacido como un teatro a principios del siglo XX. La historia empieza con la llegada a la Argentina del inmigrante austríaco Max Glucksman, que hizo construir el edificio en 1919 en el barrio por entonces conocido como “el Saint-Germain porteño” (Buenos Aires siempre tuvo aspiraciones parisienses, aunque la mayor obra de arte del Grand Splendid es la cúpula pintada por el italiano Nazareno Orlandi). Los arquitectos no se privaron de eclecticismo, con un frente al estilo griego, cariátides incluidas, y un interior que recuerda a los más bellos teatros clásicos europeos: las 500 butacas y cuatro hileras de palcos fueron testigos, a partir de los años ‘20, de los primeros conciertos de tango y música ciudadana que luego se editaban en el sello El Nacional Odeón, también de Glucksman. El Grand Splendid hizo historia sobre la calle Santa Fe: por su escenario pasaron desde Gardel hasta la compañía de Alicia Alonso, y en su sala se exhibió La divina dama, primera película sonora difundida en Buenos Aires. Convertida en librería hace una década, hoy se mezclan en los palcos –convertidos en recónditos rincones de lectura– porteños y turistas en busca de libros y de un toque de nostalgia.

ESPEJITO, ESPEJITO... “Dime cuál es la más bella”. Aquella clasificación ya famosa que consagró al Ateneo Grand Splendid puso a la cabeza, como librería más hermosa del mundo, a la Boekhandel Selexyx Dominicanen (“la Selexyz”, para los amigos) de la ciudad holandesa de Maastricht. Y es difícil discutirle el puesto, si se considera que la librería funciona en una espectacular iglesia gótica del siglo XIII, en el centro de la ciudad cuyo nombre circuló por todo el mundo con aquel famoso tratado que fundó la Unión Europea en 1992.

En realidad, se trata de una de las 38 sucursales de la cadena BGN repartidas en 17 ciudades holandesas: pero es probablemente la única que visitan incluso aquellos –como la mayoría de los turistas– para quienes el holandés es una lengua insondable. Sólo que aquí, salvo los habitués, no se miran las tapas de los libros: los ojos tienden a irse hacia el techo, altísimo, con una bóveda diseñada más para dioses que para seres humanos, con frescos bien en las alturas. El edificio, que pertenecía a los dominicos y cesó sus funciones religiosas en 1796, cuando se produjo la ocupación francesa, tuvo varios usos hasta que fue rescatado por Selexyz en 2005. Sólo en la vieja Europa, donde avanza la necesidad de transformar las iglesias con fines que permitan su ingente mantenimiento, puede encontrarse un lugar semejante, remodelado con maestría por el estudio de arquitectos Merkz y Girod, que instaló estanterías con escaleras y ascensores para aprovechar la altura de la iglesia: el viaje a través de las estanterías de varios pisos es así un auténtico “ascenso al paraíso” de los libros. No falta el detalle de una mesa de lectura... con forma de cruz. Como curiosidad, se puede recordar que otra iglesia medieval de Maastricht fue reconvertida, pero esta vez en hotel: es el Kruisherenhotel, cuya experiencia sirvió también en la remodelación de Selexyz.


En la Selexyx Dominicanen la nave gótica de una iglesia devino en templo de libros.


A LA PORTUGUESA En la otra punta de Europa, Portugal no se queda atrás y completa la tríada de más bellas del mundo con la deliciosa Livraria Lello de Oporto, plena de la saudade y el romántico encanto de la lengua portuguesa. Además, es la única de las tres que nació como librería, sin veleidades divinas ni teatrales. De vieja historia, se remonta al año 1869, cuando fue fundada con el nombre de Livraria Internacional por Ernesto Chardron, en la Rua dos Clerigos. En 1894 pasó a manos de José Pinto de Sousa Lello, dueño de una librería en la Rua do Almada, y su hermano António: sin embargo, no cambió de nombre por “Lello & Irmao” hasta 1919.



Desde entonces sigue en manos de la misma familia, sumando décadas y libros con perdurable elegancia. José Manuel Lello, uno de los herederos, decidió renovarla hace 15 años, apelando “no sólo a su pasado de ricas tradiciones, sino también a la exigencia de hacer perdurar esa ideal de amor por los libros que se tradujo en la edificación de una obra arquitectónica única en el mundo”. En el interior de la librería una vasta sala, con una galería por donde se accede a una escalera ornamental, permite recorrer las mesas de exhibición, custodiados entre los estantes y los bancos de madera por los grandes nombres de las letras portuguesas: Eça de Queiroz, Camilo Castelo Branco, Tomás Ribeiro. Y desde el techo, un vitral que dibuja el ex libris de la casa también deja entrar una luz tamizada ideal para la lectura.

PARIS BIEN VALE UNA LIBRERIA París tiene el placer incomparable de recorrer los bouquinistes del Sena, con esas bateas que reúnen a la Biblia junto al calefón... aunque sea en francés. Es la mejor librería al aire libre que se pueda imaginar, pero tiene serias rivales bajo techo a lo largo de sus pasajes estrechos y las amplias avenidas a lo Haussmann. Están, claro, las hiperlibrerías de la Fnac y el Virgin Megastore, además de las varias sucursales de Gibert Jeune, para encontrar todas las novedades que se puedan desear, pero la más famosa de todas no necesita gigantismos: es la pequeña Shakespeare and Company, en el quinto arrondissement. Ya que a París le gustan las contradicciones, su librería más conocida se dedica a la literatura anglosajona, como en los tiempos en que estaba en la Rue Odéon y la regenteaba Sylvia Beach. Se dejaban ver por allí Hemingway, Ezra Pound y James Joyce, entre otros grandes escritores de la época. El sueño terminó en 1941, durante la ocupación alemana de Francia: diez años más tarde otra librería inglesa, Le Mistral, abrió a cargo de George Whitman en la Rue de la Bûcherie. Punto de reunión de una nueva generación, con Allen Ginsberg a la cabeza, cambió de nombre y fue rebautizada Shakespeare and Company a la muerte de Sylvia Beach. Hoy, como ayer, en el primer piso viven algunos viajeros que pueden cumplir su sueño de dormir entre libros a cambio de trabajar en la librería varias horas por día. Y aunque desapareció Brentano’s, otra librería norteamericana que estuvo un siglo y medio sobre la Avenue de l’Opéra, sobre la Rue de Rivoli queda Galignani, de apellido italiano pero especializada en libros en inglés. Es la heredera de Simone Galignani, uno de los primeros en valerse de la recién nacida imprenta para editar nuevos libros –como la Geografía de Tolomeo– célebres en su tiempo. Aunque ya no existen ni el diario ni la editorial, que supieron tener prestigiosas firmas inglesas –Byron, Wordsworth, Thackeray, Scott– la librería perdura y se especializa, como para estar a tono con su bellísimo entorno y salvar las diferencias idiomáticas, también en libros de arte.
Por Graciela Cutuli para Página 12, abril 2010.

martes, 27 de abril de 2010

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lunes, 26 de abril de 2010

Mendoza... por las viñas con arte y buena vida!

Los secretos del vino y gran variedad de actividades en una recorrida por bodegas de Maipú y el Valle de Uco. Vuelos en globo y muestras de pintura.





Es cuestión de cerrar los ojos unos segundos e inspirar profundo. Con esos dos actos sencillos los viñedos mendocinos permiten, a través de la brisa que transporta el suave perfume de las uvas, percibir aromas que desencadenan un sinfín de sensaciones. Y no es para menos. En medio de un paisaje copado por vides que se alinean simétricamente al costado de los caminos de tierra, y con la Cordillera de los Andes como telón de fondo, la naturaleza se empeña en revelarle a los turistas los misterios del buen vino.

Mendoza, como principal provincia productora vitivinícola, alberga a unas 1.500 bodegas, de las cuales 200 permanecen abiertas al público. Es que desde hace algunos años se afianzó en la región el turismo enológico, cuya meta es que todos puedan ingresar al mundo del vino mediante diversas actividades, que van desde lo recreativo a lo cultural.

En Maipú, a 50 km de la ciudad de Mendoza, está el bien de familia más preciado de los Zuccardi: su finca. Además de las degustaciones y recorridas por la cava, ofrecen a los visitantes interesantes propuestas. Se puede cosechar uvas y podar las vides, y transitar los viñedos en bicicleta o a bordo de autos de colección, con paradas para probar bebidas y aceites de oliva. También es posible sobrevolar la finca en globo aerostático (con una botella de vino espumante a bordo).

Zuccardi le da a la pintura un espacio de privilegio. "Los cuadros, como los vinos, tienen su origen en la mano del hombre", explican. Por eso, en la bodega crearon una sala donde exhiben obras de artistas locales. En tanto, la Casa del Visitante es el rincón para los amantes de la gastronomía. En el restaurante se pueden degustar comidas tradicionales (como empanadas y carne) acompañadas del mejor vino. Luego de la sobremesa se puede pasar al Wine Club y a la cava, donde en un salón se exhiben dedicatorias de famosos. De Lalo Mir a Julio Bocca y Los Piojos. "Gracias por inducirme a la bebida", dice la frase que dejó Diego Capusotto.



Tradición y tecnología

Sobre la costa del Alto Río Mendoza, también en el departamento de Maipú, Bodega Benegas se erige en una vieja finca hecha a imagen y semejanza de las típicas del siglo XIX, pero dotada con toda la infraestructura tecnológica del siglo XXI.

Además de degustar Cabernet Franc, Syrah y Malbec, entre otras variedades, se puede recorrer la bodega.

Lo más sorprendente es la colección de ponchos de Federico Benegas Lynch (dueño del emprendimiento), que se exhibe en un cálido salón. Pueden verse desde tejidos modernos (algunos están a la venta a $ 1.200) hasta antiquísimos ejemplares.

Cuestión de estilos

A pocos km de Mendoza capital se ubican varias bodegas, algunas de ellas clásicas y otras modernas, del estilo boutique. Finca La Anita conjuga ambos estilos.

Sus dueños, cultores del trabajo artesanal, producen cantidades muy limitadas de vino, ya que llevan a cabo un seguimiento intenso de cada momento de la elaboración de la bebida.

Además de apreciar el paisaje de ensueño que se tiende a lo largo de las 70 hectáreas de viñedos, un amplio espacio alberga una sala de esculturas con la exposición permanente de la obra del artista Lorenzo Domínguez.

Se trata de una muestra prácticamente inédita, ya que durante 40 años se mantuvo oculta. Para festejar, los visitantes son convidados con una copa de Chardonnay bien frío.



Un oasis frente a la Cordillera

A 1.200 metros de altura, en medio del bello paisaje del Valle de Uco, está la Bodega Salentein, una suerte de oasis entre el desierto y la Cordillera, compuesto por un complejo arquitectónico de más de 5.000 metros cuadrados donde se combinan el culto por el vino y la pintura.

En la galería de arte se exponen las obras de pintores argentinos clásicos de los 60 y holandeses del siglo XIX (los propietarios de la bodega son de Holanda). Hay también un segundo espacio, con obras itinerantes de jóvenes artistas.

Además, para los visitantes existe un recorrido muy completo, que arranca en una sala audiovisual, donde se muestran dos documentales acerca de los pasos de la elaboración del vino. Le sigue el paseo por los viñedos -donde un guía muestra la diversidad de uvas-, la visita a las cavas y la degustación de rigor.

Para quienes deseen alojarse en la finca, la bodega cuenta con un complejo de pintorescas posadas.

Con la puesta de sol nada mejor que finalizar la jornada en una reconfortante habitación del Sheraton Mendoza, en pleno centro de la ciudad. Para relajarse, el hotel cuenta con una piscina climatizada con hidromasaje, y un spa con sauna y sala de masajes.

También está disponible un moderno gimnasio y, para los amantes del azar, el infaltable casino. Asimismo, el hotel organiza paquetes turísticos para recorrer diversos viñedos de la provincia.

Efectivamente, en Mendoza hay tantas bodegas como alternativas posibles para pasarla bien. Y eso merece un brindis. ¡Salud!

Por Ignacio Montivero por Clarín, abril de 2010.

lunes, 19 de abril de 2010

Feriado del Bicentenario... Super Promos!

Se viene el Fin de Semana del Bicentenario... Para que no nos tome desprevenidos aquí las mejores propuestas de viajes y descanso...
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viernes, 16 de abril de 2010

Patrimonios de América....

Acaso menos conocidos y visitados que otros, 10 sitios, declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, proponen un viaje al pasado para descubrirlos y preservarlos. Las iglesias de Chiloé, Ouro Preto, Tiwanaku y Cuenca, entre otros destacados de América del Sur


1. Colombia
Parque Arqueológico de San Agustín

Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995, San Agustín, en el sur del departamento de Huila, a 520 kilómetros de Bogotá, fue habitado desde antes de la era cristiana por diferentes culturas, de las que sólo se conocen los vestigios que hoy se exhiben. En el parque se puede recorrer senderos que conservan la flora típica regional y se visitan las mesitas, (sectores) donde se encuentran esculturas y tumbas de personajes de la cultura agustiniana.

El parque arqueológico tiene una extensión de 78 hectáreas, y uno de sus principales atractivos es la fuente ceremonial del Lavapatas, una de las obras artísticas más complejas de esa sociedad desaparecida. Este sería un lugar sagrado, donde se realizan baños rituales de curación. En una ingeniosa obra de ingeniería hidráulica se pueden ver figuras talladas en piedra y bañadas por agua en distintos niveles. A Neiva, la capital departamental, se vuela todos los días desde Bogotá. De ahí, para llegar al parque hay que viajar 217 kilómetros. Instituto de Antropología e Historia,



2. Brasil
Ouro Preto y la Estrada Real
Es casi seguro que usted conoce Ouro Preto, aunque no lo sepa: ahí se graban las telenovelas históricas sobre el Brasil colonial. Esta ciudadela barroca fue el corazón de la fiebre del oro que vivieron los brasileños en el siglo XVIII, cuando se extrajeron casi 1500 toneladas en unos cien años. Eso según los estudios modernos, los mismos que dicen que el 80% de esa cantidad terminó en Portugal. Lo que quedó en Ouro Preto alcanzó para levantar una ciudad alucinante, llena de palacetes, iglesias señoriales y tesoros artísticos. Tanto que la ciudad es ahora la escala más famosa en el circuito llamado Estrada Real, ruta que pasa por los principales hitos del tráfico de oro y diamantes. En Ouro Preto, el recorrido ideal parte en la plaza Tiradentes (rodeada de joyerías) y continúa en el Museo de la Inconfidencia, donde se recuerda la primera intentona independentista de Brasil. Más tarde hay que visitar Nuestra Señora del Pilar por los 300 kilos de oro que decoran su interior, en un despliegue que combina estilos barroco, rococó y neoclásico. Esta es sólo una de las 22 iglesias de la ciudad. En San Francisco de Asís se atesoran obras de Antonio Francisco Lisboa, Aleijadinho, el mayor artista colonial del país. Desde aquí puede visitar otras ciudades de la Estrada Real. Esenciales son Congonhas y Diamantina, donde vivió la esclava más famosa de Brasil: Xica da Silva. Desde Belo Horizonte, la capital del estado de Minas Gerais, hay casi 100 kilómetros hasta Ouro Preto.




3. Chile
Iglesias de Chiloé
Las iglesias nacieron y se desarrollaron en Chiloé, el archipiélago del sur de Chile, con una sorprendente personalidad. Muchas fueron construidas a partir del siglo XVII y su arquitectura mezcló los planos de los religiosos españoles y el conocimiento de los artesanos de ribera de la isla, expertos fabricantes de barcos que adaptaron sus técnicas a la construcción de templos en maderas nativas (coigüe, ciprés o mañío, altamente resistentes a las lluvias en la zona, que a veces parecen un estado permanente). Aún hoy sorprende encontrar estos edificios característicos, levantados sin clavos, donde todo se sostiene en el ensamblaje. Este estilo dio origen a la Escuela Chilota de Arquitectura en Madera, y para conocerla más a fondo, la Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé desarrolló la Ruta de las Iglesias, circuito que permite conocer y visitar varios de estos templos, incluidos cinco declarados Patrimonio de la Humanidad entre 2000 y 2001. Las iglesias de esta ruta se concentran especialmente en la zona oriental de la isla Grande de Chiloé, e incluye los templos de Colo (San Antonio), Tenaún (Nuestra Señora del Patrocinio, San Juan (San Juan Bautista), Dalcahue (Nuestra Señora de los Dolores) y Castro (San Francisco), además de otras edificaciones religiosas y atractivos de la isla, como las zonas donde aún se conserva la tradición de los artesanos constructores. De Santiago hay que volar a Puerto Montt y luego tomar un ferry para cruzar a la isla. La Ruta de las Iglesias considera un tramo de 187 kilómetros desde Ancud, en el extremo norte de la isla Grande de Chiloé.


4. Perú
Chavín de Huántar
Entre la cordillera Blanca y el cañón del río Marañón se expande el Callejón de Conchucos, en el departamento de Ancash, 462 kilómetros al nordeste de Lima, en el corazón de los Andes. Es una zona que alberga paisajes de ensueño, pueblos cargados de tradición y destinos ideales para practicar deportes de aventura. Sobre esta ruta está el Monumento Arqueológico de Chavín de Huántar, que fue un lugar para ceremonias y rituales de los sacerdotes guerreros de la cultura Chavín, que floreció entre los siglos X y IV a.C. Su arquitectura en piedra incluyó hasta una técnica antisísmica. Se destacan representaciones como el lanzón monolítico (deidad principal de esta cultura) y las cabezas clavas o guardianes. A partir de este año, el circuito será iluminado en fechas especiales como Semana Santa, fiestas patrias y fines de semana largos. El sitio se visita de martes a domingo, entre las 9 y las 17, y lo más recomendable es ir también al Museo Nacional de Chavín, que exhibe piezas originales. Chavín de Huántar está a 2,5 horas de Huaraz.


5. Bolivia
Ruinas arqueológicas de Tiwanaku

Las ruinas de Tiwanaku pertenecen a una antigua civilización preincaica que se inició entre el 1500 y 1400 a.C., una de las primeras del continente. Están a 70 kilómetros al noroeste de La Paz, a 3885 metros sobre el nivel del mar y aún reflejan el esplendor de su cultura. Entre los hitos de la ciudadela están el templete semisubterráneo (con muros adornados con 175 cabezas de piedra caliza que muestran rasgos de diversas etnias) y el más famoso, la Puerta del Sol. Trabajada en un solo bloque de piedra de 10 toneladas, fue parte de una edificación mayor que pudo estar en la cima de la pirámide de Akapana. La visita puede terminar en el Museo Regional de Tiwanaku, que exhibe piezas de cerámica, piedra y metal, o fabricadas con huesos y restos humanos. El viaje por carretera asfaltada dura más de una hora, aproximadamente.





6. Argentina
Manzana y estancias jesuíticas de Córdoba
El Camino de las Estancias Jesuíticas permite conocer, además de impactantes obras de arquitectura colonial, una historia de especial interés para el continente. La Compañía de Jesús se instaló en Córdoba en 1599 y comenzó a realizar una vertiginosa tarea de formación religiosa y laboral que derivó en la creación de una universidad y varios colegios. Para sostener a estas instituciones, los jesuitas formaron emprendimientos productivos, grandes establecimientos agrícola-ganaderos, con estancias construidas entre 1616 y 1725 alrededor de una iglesia o capilla. Parte de estas edificaciones se mantiene en buen estado, algunas tienen museos y constituyen el corazón de este circuito declarado Patrimonio de la Humanidad en 2000.

Son cinco las estancias: Colonia Caroya, Jesús María, Alta Gracia, La Candelaria y Santa Catalina, la más importante y uno de los mejores ejemplos del barroco colonial. También forma parte del circuito la Manzana Jesuítica en la ciudad de Córdoba, que incluye la iglesia de la Compañía de Jesús y el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, el mejor lugar para comenzar el recorrido. Conocer las cinco estancias toma unos tres días, porque se ubican en diferentes sentidos: es posible alcanzar tres en una misma salida, yendo hacia el Norte, por la ruta 9 (Jesús María, Colonia Caroya y Santa Catalina, en un recorrido de unos 180 kilómetros desde Córdoba capital). La entrada a las estancias no supera los 6 pesos, y el ingreso a la Manzana Jesuítica cuesta 8. Ideal es ir en auto.




7. Venezuela
Ciudad Universitaria de Caracas

En la Ciudad Universitaria de Caracas se concentra una buena parte del patrimonio arquitectónico moderno de la capital de Venezuela. Este conjunto urbano data de la década del 50 y agrupa los edificios sede de la Universidad Central de Venezuela, la principal casa de estudios del país. La Unesco lo declaró patrimonio en 2000 por el principio de la integración de las artes que guió el diseño del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. En un recorrido por sus instalaciones, que puede durar dos o tres horas, es posible apreciar obras de artistas plásticos como Alexander Calder, Victor Vasarely, Víctor Valera, Oswaldo Vigas, Francisco Narváez y Jean Arp, entre otros. La Universidad también tiene un interesante jardín botánico con 400.000 especies vegetales, que sirve de pulmón vegetal a la ciudad. Es recomendable visitarla de día (entre las 8 y las 16), cuando hay actividades académicas, para poder ingresar en los edificios. Para orientarse, en el conjunto del aula magna y la plaza cubierta hay guías. Las visitas son gratuitas y se puede llegar en metro, desde las estaciones Plaza Venezuela o Ciudad Universitaria. Está en la parroquia San Pedro del municipio Libertador de Caracas.



8. Uruguay
Colonia del Sacramento
Colonia es una joya y todo el departamento guarda rincones tan inolvidables como poco conocidos. La ciudad abarca todo lo que se cobijaba tras las murallas construidas por orden del portugués Manuel de Lobo, para disputarle a Buenos Aires el tráfico por los ríos de la Plata y Paraná. Por casi cien años, esta ciudadfortaleza fue invadida y negociada. Ahora, los invasores son turistas, que con algo de suerte pueden ver un espectáculo o desfile de militares históricamente ataviados, luego de recorrer los museos, uno tras otro, repletos de cosas de la época de la Colonia.



9. Paraguay
Ruinas jesuíticas de Santísima Trinidad del Paraná

En el sur del país, muy cerca de Encarnación y a unos 30 kilómetros de la frontera argentina con Posadas, se encuentran las ruinas jesuíticas de Santísima Trinidad del Paraná. Construida en 1706 fue la última reducción de esa orden en el país, y permanece como un recuerdo vivo de aquellos tiempos gracias al buen estado de algunas edificaciones. Con la mayor iglesia construida por los jesuitas en esta parte del continente, el casco histórico cuenta también con una plaza imponente, un colegio, casas de antiguos habitantes indígenas, un cementerio y una huerta. La iglesia tiene un altar tan impresionante como sus arcadas y columnas. En la antigua sacristía hay un museo con esculturas, objetos y una maqueta de la misión. Recorrerlas lleva cerca de dos horas. Una recomendación es evitar la temporada estival, por las altas temperaturas. La mayor oferta gastronómica y hotelera en la zona se encuentra en Encarnación, tercera ciudad en nivel de importancia económica en el país. Está conectada, a través del puente Roque González de Santa Cruz, con la ciudad de Posadas. Por la ruta 6, que parte de Encarnación (ciudad enfrentada a Posadas), el viaje en auto es de apenas 20 minutos. También se puede llegar en ómnibus, que salen desde Encarnación hacia Buena Vista, Santa Rita y Ciudad del Este, y pasan por Trinidad. Las ruinas están en el kilómetro 31 de la ruta 6.


10. Ecuador
Santa Ana de los Ríos de Cuenca

En un valle de la cordillera de los Andes, al sur de Ecuador, aparece Santa Ana de los Ríos de Cuenca, ciudad colonial -conocida simplemente como Cuenca- fundada en 1557, que mantiene el trazado urbanístico original, diseñado por los hombres del emperador Carlos V. La mayor parte de sus edificios son del siglo XVIII, pero la arquitectura se modernizó con el empuje que le dio a la economía, en el siglo XIX, la exportación de quinina y de sombreros de jipijapa, también conocidos como sombreros Panamá. Quedan en pie algunas edificaciones del siglo XVIII, como los dos conventos de clausura, parte de la antigua catedral y algunas pocas casas particulares. El centro cuenta con 26 edificios de valor monumental, 602 de valor arquitectónico y 830 de valor ambiental. Según la Unesco, que la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1999, se distingue la belleza de su centro histórico, con un tipo particular de arquitectura republicana y la armonía que guarda con su entorno geográfico. Con mujeres que aún lavan sus vestimentas tradicionales en el río Tomebamba, la ciudad es conocida como la Atenas del Ecuador por ser cuna de artistas y cuenta con muchos encuentros culturales cada año. A 450 kilómetros de Quito, es la tercera ciudad más grande del país. Al aeropuerto de Cuenca llegan vuelos diarios desde Quito y Guayaquil. En ómnibus hay cerca de diez horas desde la capital y unas cinco desde Guayaquil. Las carreteras están en un estado aceptable.

Textos: Grupo de Diarios América y La Nación abril 2010.


Y todo comenzó con una represa egipcia...
En 1959, la decisión de construir la represa egipcia de Asuán puso los pelos de punta a la Unesco, que lanzó una campaña internacional para evitar que el extraordinario templo de Abu Simbel -un auténtico tesoro de la civilización egipcia- fuera arrasado por los raudales del Nilo.

Finalmente, y gracias a las donaciones de 50 países, el templo fue desmontado y trasladado a una zona más alta y segura (el costo de la campaña ascendió a 80 millones de dólares).

El éxito de este faraónico esfuerzo (nunca mejor aplicado el término) inspiró el desarrollo y la adopción, en 1972, de la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco, que fue ratificada por 184 países.

En un principio había dos movimientos: uno que se inclinaba por la conservación de los sitios culturales, y un segundo que bregaba por la conservación de la naturaleza. Finalmente, todas las partes lograron ponerse de acuerdo para incluir ambos aspectos, cultural y natural, en el texto de la convención.

Más de 30 años después se agregó formalmente la categoría de patrimonio inmaterial, también llamado patrimonio viviente, que vendría a ser la rama intangible del patrimonio cultural. Estaría compuesto, básicamente, por manifestaciones culturales populares que contribuyen a configurar la identidad de los pueblos, y que en muchos casos corren graves riesgos de desaparecer, como podría ser la tradición oral de Gelede, en Benin.

No es el caso del tango en nuestro país, que está más vivo que nunca, pero que de todos modos recibió la distinción de la Unesco hace menos de un año. Otras expresiones culturales que también fueron declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad son la caligrafía china, el Carnaval de negros y blancos en Colombia, el candombe uruguayo, la procesión de la primavera de las reinas de Gorjani en Croacia o la ceremonia indígena de los voladores en México.

¿Qué efectos prácticos conlleva esta distinción? Ninguno, más allá del reconocimiento de contar con un patrimonio que es valorado a nivel universal.

Sin embargo, en el caso del patrimonio cultural tangible y bajo determinadas condiciones, los sitios pueden obtener financiación para su conservación. El dinero se obtiene del llamado Fondo del Patrimonio Mundial, que a su vez se nutre de las contribuciones obligatorias de los países que forman parte de la convención.

Una de las campañas más largas de salvaguardia tuvo lugar en Venecia entre 1966 y 1993, después de las grandes inundaciones de 1965 (se restauraron docenas de edificios, entre ellos, el Palacio del Dux).

¿Cómo se seleccionan los bienes culturales? El proceso no es ni sencillo ni corto, pero alcanza con saber que los candidatos -que son presentados por los estados miembros- deben tener un sobresaliente valor universal y cumplir con al menos uno de una lista de 10 requisitos, desde representar una obra maestra del genio creativo humano hasta contener áreas de excepcional belleza natural e importancia estética .

Pero atenti que la distinción no es para siempre: si un país no cumple con las obligaciones derivadas de la convención corre el riesgo de que sus sitios sean retirados de la lista del Patrimonio Mundial.

Fue lo que sucedió en 2009 con el Valle del Elba, en Dresde, donde la construcción de un puente en el corazón del paisaje cultural no logró conservar el valor universal excepcional por el que se inscribió .

Hasta ahora, la Unesco otorgó su preciado galardón a 890 sitios, de los cuales 689 son culturales, 176 naturales y 25 mixtos. Están distribuidos en 148 países, con Italia a la cabeza: tiene 44 sitios catalogados como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

LA LISTA COMPLETA
Los sitios declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en América del Sur
Argentina

Misiones jesuíticas guaraníes: San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María Mayor
.Cueva de las Manos, río Pinturas
.Manzana jesuítica y estancias de Córdoba
.Quebrada de Humahuaca
.
Bolivia

Ciudad de Potosí
.Misiones jesuíticas de Chiquitos
.Ciudad histórica de Sucre
.Fuerte de Samaipata
.Ruinas arqueológicas de Tiwanaku
.
Brasil

Ciudad histórica de Ouro Preto
.Centro histórico de Olinda
.Misiones jesuíticas guaraníes: São Miguel das Missoes
.Centro histórico de Salvador de Bahía
.Sanctuario de Bom Jesus do Congonhas. Brasilia
.Parque Nacional Serra da Capivara
.Centro histórico de São Luís
.Centro histórico de Diamantina
.Centro histórico de Goiás
.
Chile

Parque Nacional Rapa Nui
.Iglesias de Chiloé
.Barrio histórico de Valparaíso
.Salitreras de Humberstone y Santa Laura
.Ciudad minera de Sewell
.
Colombia

Puerto, fortalezas y conjunto monumental de Cartagena de Indias
.Centro histórico de Santa Cruz de Mompox
.Parque arqueológico de Tierradentro
.Parque arqueológico de San Agustín
.
Ecuador

Ciudad de Quito
.Centro histórico de Santa Ana de los Ríos de Cuenca
.
Paraguay

Misiones jesuíticas de la Santísima Trinidad de Paraná y Jesús de Tavarangue
.
Perú

Ciudad del Cuzco
.Santuario histórico de Machu Picchu
.Sitio arqueológico de Chavín
.Zona arqueológica de Chan Chan
.Centro histórico de Lima
.Líneas y geoglifos de Nazca y Pampas de Jumana (1994)
.Centro histórico de la ciudad de Arequipa
.Ciudad sagrada de Caral-Supe
.
Uruguay

Centro histórico de Colonia del Sacramento
.
Venezuela

Coro y su puerto
.Ciudad universitaria de Caracas

jueves, 15 de abril de 2010

Euskadi, versión española

Sobre el Cantábrico, la cultura marina rige la vida de los vascos. Todo transcurre al aire libre, en forma frontal y legendaria. Aún así, la modernidad viene asomando.



En el crepúsculo de un día del primer verano, cuando el clima ya permite el uso de un suéter y un jean y la luz proyecta sombras fantasmales sobre los últimos caminantes playeros, el pequeño puerto vasco de Lekeitio brilla suavemente. Botes azules y colorados se mecen expectantes, listos y esperando las excursiones de pesca; los restaurantes de mariscos y pescados abren, uno al lado del otro, a lo largo de los muelles, listos para recibir a los clientes; y los pescadores y las mujeres, dentro de casas frente al mar de los siglos XVII y XVIII, comienzan a abrir sus ventanas para aprovechar la brisa nocturna y entrar la ropa tendida.

Sobre este cuadro, una catedral del siglo XV se yergue silenciosa sobre un patio en sombras, donde coquetos cochecitos de bebé son empujados por pacientes amonak (abuelas). Así era cuando llegamos con mi familia –¡demasiado temprano!– al restaurante Kaia, para cenar un pescado fresco asado con una botella de txacolí, el joven y refrescante vino blanco de la región vasca. Los transeúntes se saludaban unos a otros: agur! (adiós) o kaixo! (hola) –casi todos conversando en euskera, el idioma local, con algún “¡buenas!” en castellano, mezclado por ahí.

Habíamos llegado a Lekeitio en pleno festival de San Juan Eguna (San Juan Bautista), una celebración de solsticio que conmemora además las quemas de brujas del siglo XVII, que se llevaban a cabo tanto en la fracción española como la francesa del País Vasco. A lo largo del año, las fiestas centenarias de los vascos, que celebran distintos santos, tienen lugar en la costa y en la montaña, con ruidosas manifestaciones de canto y baile.

Manejamos por la costa vasca, eligiendo ciudades en Vizcaya y Guipúscoa, dos de las siete provincias vascas. Sin transitar por las autopistas, preferimos los viejos caminos al borde de los precipicios, compartiendo el pavimento con ciclistas, que parecían burlarse de nosotros cada cuesta arriba.

Nuestro plan era sumergirnos en San Sebastián antes de seguir hacia Francia, o como una familia de Bilbao nos diría más tarde, a Iparralde, el “país del Norte”. Estábamos buscando las diferencias entre lo español y lo francés. Quería comparar la cultura e identidad vasca en Francia, donde es mucho menos controvertida, y su negativo en España, donde todo pasa por la vida pública. Hace algunos años, conocí al escritor Bernardo Atxaga, que me decía de ese terruño: “¡Cuántos nombres que tiene! Para algunos es Euskal Herria, para otros, Euskadi, y para otros, País Vasco. En francés, es el Terroir Vasca”. Poéticamente, lo definía: “Es una especie de pequeña jungla con muchos senderos”.




En este viaje, me di cuenta de lo que Atxaga quería decir. En la parte española, los vascos son frontales y centrados. El idioma es mixto (euskera y castellano) y las celebraciones y el ambiente parecen totalmente distintos a los de Madrid. En el lado francés, tuvimos que buscar más profundamente ese gen vasco, que está sólo en los hogares, a puertas cerradas, y en las canciones, el baile, el atletismo y la gastronomía.

Elegimos Lekeitio casi por casualidad, en el mapa bañado de azul del Cantábrico, enamorándonos de la villa y eligiendo quedarnos en el Hotel Palacio Oxangoiti, un hogar del siglo XVII. Luego recorrimos las playas.

Nuestro día comenzó en Bakio, una lujuriosa playa a una hora al norte de Bilbao, donde la música y los comerciantes atienden en vasco antes de pasarse al castellano. “Mi hija habla euskera a la perfección”, dijo Fernando Morcillo Barrueta, el dueño de un bar. “Pero yo no. Ni sus abuelos. Crecimos en los años de Franco y nunca aprendimos.” Hoy, el euskera es aún un tema político. Si se trata en una fiesta en San Sebastián, habrá siete opiniones diferentes acerca de la educación de los chicos, especialmente si éste es el primer gobierno no nacionalista que tienen en treinta años.

Pero si el idioma es político, la cultura del mar es innata. En las afueras de Bakio, nos detuvimos para visitar San Juan de Gaztelugatxe, una pequeña isla con una diminuta iglesia del siglo XIX y un monasterio milenario, al que se accede después de 231 escalones. Los marineros solían ir allí para agradecer la supervivencia tras los naufragios; y las mujeres y los pescadores van cada año a pedir por la pesca. En el restaurante Eneperi, allí mismo, vi dos caras del país vasco: una ruidosa boda privada tenía lugar en una parte del salón, con mujeres y hombres en trajes típicos, zapateando una danza. La música era del trikitixa, el acordeón vasco, y los chicos estaban vestidos como montañeses de hace 200 años, versiones en miniatura de sus padres. “Vemos esto cada vez menos”, dijo el chef, mostrándome una foto de mujeres de mediados del siglo XIX, vestidos como los invitados a la boda.

Del otro lado del salón, en la parte nueva del restaurante, con paredes vidriadas con vista al mar, familias del siglo XXI terminaban sus almuerzos –croquetas y pescado, jamón y ensalada.




En Bakio, Barrueta, el dueño del bar nos había dicho que Bermeo –una gran aldea de pescadores entre Bakio y Lekeitio– había sido uno de los puertos más importantes de España antes de la aparición de la Unión Europea. Ahora, dijo, los chicos no quieren más convertirse en pescadores. No vale la pena estar tan lejos, mar adentro.

La ruta entre Bakio y Bermeo estaba cerrada ese día, castigada por el largo invierno y aún en reparación, así que nos volvimos antes. Nos rodeaban ovejas y cabras enclavadas en las montañas, pequeñas iglesias del siglo XV y ciclistas esponsoreados por la compañía local de teléfonos.

Una y otra vez nos topábamos con vistas a través de los árboles que eran tan bellas que se convertían en clichés: nos dejaban sin aliento. Los acantilados circundados por gaviotas, la olas espumosas rompiendo contra las rocas que descubrían playas de prístinas arenas blancas en cada ciudad.

Después de Lekeitio, continuamos costa arriba, alternando entre Ondarroa y Deba, admirando cada caleta de pescadores y sus paseos costeros, y el innegable estilo vasco de la gente: ancianos con boinas negras, mujeres jóvenes con pelo azabache y ojos brillantes y oscuros. Paramos para comer y pasear sin rumbo en Getaria y Zarautz, dos pueblos conectados por una carretera sobre el mar y un paseo de un kilómetro y medio tan gloriosamente cercano al agua que teníamos la sensación de ser libélulas sobrevolando la superficie.
Diario Perfil, abril de 2010.
Por Sarah Wildman The New York Times / Travel.
Traducción: Clara Fernández Escudero.

miércoles, 14 de abril de 2010

Guatemala... descubre su cultura Maya!

En el corazón de América Central, Guatemala despliega como las alas del quetzal, el ave nacional, su asombrosa biodiversidad. El territorio es pequeño, pero la geografía es grande: volcanes, lagos, playas y un pasado fascinante, donde la historia colonial y el mundo maya se muestran en todo su esplendor.


El Arco de Santa Catarina, en Antigua Guatemala. La vieja capital es una joya de la arquitectura colonial.Fotos: Instituto Guatemalteco de Turismo


Quien pudiera gozar de la mirada de un pájaro, no podría sino detenerla con admiración sobre la superficie de un país de América Central, tan pequeño como fascinante. Guatemala podría entrar casi tres veces en la provincia de Buenos Aires: y en esa superficie, unos 108.000 kilómetros cuadrados, hay volcanes que superan los 4000 metros, selvas de altura, lagos nacidos en la profundidad de los cráteres y playas de arena dorada. Una montaña rusa de la naturaleza, y un marco exuberante para una cultura no menos extraordinaria, que floreció antes de la conquista española y siglos después sigue fascinando con sus monumentos y sus tradiciones. Ante el viajero llegado de otros rincones del mundo, en Guatemala la civilización maya sale de los libros y se revela en toda su vital complejidad.

GUATEMALA CITY “Guate” o “La capital”: son las formas más amigables de llamar a la ciudad que oficialmente porta el nombre de La Nueva Guatemala de la Asunción. Situada a 1592 metros, es la capital más alta –y también más fría– de América central: sus inviernos, parecidos a los que soporta cualquier porteño, están a años luz de los de Managua, donde la temperatura siempre calurosa supera fácilmente los 30 grados.

Basta echar un vistazo alrededor para comprender que esta tierra accidentada es reino de volcanes, como los gigantes de Agua, de Fuego y Acatenango que rodean la ciudad. Si además se recuerda que el país entero está situado sobre una zona de importante actividad geológica, no extrañará que la ciudad haya sido modelada también por los desastres: erupciones y terremotos fueron una constante a lo largo de su historia. Hoy Guatemala es una capital desigual; sus 25 zonas, organizadas sobre una estructura cuadrada y surcadas por avenidas de nombres grandilocuentes –Los Próceres, Las Américas, La Reforma– van desde el deteriorado centro histórico (en las zonas 1, 2 y 3) hasta la concentración de edificios públicos del Centro Cívico (en las zonas 1 y 4) y los hoteles y centros comerciales de la Zona Viva (como se conoce a la zona 10). Probablemente en estos sectores se concentrará la mayor parte de una visita: en el casco antiguo se encuentra la Plaza Mayor, junto al Palacio Nacional de la Cultura, la Biblioteca Nacional, la Catedral, el Portal del Comercio y el Archivo General de Centroamérica. En la parte posterior de la Catedral, el Mercado central invita a comprar toda clase de artesanías; entretanto las numerosas iglesias –La Merced, Santo Domingo, Santa Rosa, Capuchinas– conservan obras de arte de los siglos XVI al XIX. También el curioso Mapa en Relieve de Guatemala, realizado a principios del siglo XX, que sobre unos 1800 m2 reproduce con todo detalle la geografía del país a una escala 1:10.000 para la extensión horizontal y 1:2000 para la vertical. Para darse una idea, el cono que representa al volcán Acatenango, de 3880 metros snm, supera los dos metros de altura. La capital guatemalteca tiene también dentro de sus límites el sitio arqueológico de Kaminal Juyu, en la zona 7, y a unos 60 kilómetros el sitio Mixco Viejo, o Jilotepeque Viejo, todavía habitado cuando llegaron los españoles.

ANTIGUA GUATEMALA En una primera mirada, no hay que confundir la capital guatemalteca con Antigua Guatemala, situada a menos 50 kilómetros: esta ciudad fue la tercera capital fundada aquí por los españoles, en 1543, después de una destructiva inundación. Pero no tuvo mejor destino; asolada por pestes y terremotos, en 1773 un sismo acabó de destrozarla. Sin embargo, lo que quedó de su arquitectura colonial es una joya que la convierte en un gran atractivo turístico a un paso de la capital moderna. La Plaza Mayor, con centro en la legendaria Fuente de las Sirenas, está rodeada por el Palacio de los Capitanes Generales, el Ayuntamiento, la Iglesia de San José, el Palacio Arzobispal y el Portal del Comercio. Para las fotografías son una tentación la fachada barroca de la Catedral, los abigarrados productos del Mercado de Artesanías, el muro de piedra tallada del Palacio del Ayuntamiento, el frente de la Iglesia de la Merced, las columnas de la Iglesia de San Francisco y las arcadas del patio circular del Convento de las Capuchinas. Todo en ella respira tiempos antiguos, haciendo honor a su nombre, como un libro abierto en las páginas de un pasado eterno.

El Templo del Gran Jaguar de Tikal, una de las más espectaculares ciudades rituales de los mayas.

Partiendo de Antigua Guatemala se puede visitar el Pacaya, uno de los volcanes más activos del territorio guatemalteco, que muestra una vida constante desde la violenta erupción registrada a mediados de los años ‘60. Convertido en el centro de un Parque Nacional, forma parte del llamado “arco volcánico centroamericano” y se llega en menos de dos horas de viaje desde la antigua capital: sin embargo, es mejor reservar el ascenso –siempre con guías autorizados– sólo a quienes tengan cierto entrenamiento en la montaña. No por la altura del cráter, en torno de los 2500 metros, sino por las dificultades del terreno, con desniveles y grietas de donde brota el intenso calor del magma. Un espectáculo único, como caminar sobre fuego, que revela la vida intensa y oculta sobre el perfecto cono del volcán y sus luminosos ríos de lava.

SITIOS MAYAS Guatemala, que fue maya, lo sigue siendo. Millones de habitantes son de la estirpe indígena que creó un magistral calendario; que tejió en sus telares los secretos del universo; que levantó monumentales pirámides de piedra. Millones de habitantes siguen hablando las decenas de lenguas heredadas por una civilización de auténticos “hombres de maíz” del Popol Vuh y Miguel Angel Asturias. Hoy los pueblos mayas están lejos del esplendor de su pasado, pero se sacuden los siglos de opresión en los vivos colores de sus tejidos, reveladores de su profunda dimensión mítica. Basta mirarlos para revivir, de un solo vistazo, la vasta impresión que causa la contemplación de sus antiguas ciudades.

De todas ellas, la más famosa e imponente es Tikal, en la región de Petén y perteneciente al periodo clásico de la civilización indígena, que ya había concluido a la llegada de los españoles. Los principales monumentos de Tikal fueron construidos en ese período, entre los años 200 y 850 de nuestra era, hasta que el sitio fue abandonado por sus pobladores a fines del siglo X. Paradójicamente, este sitio central para el mundo maya no se conoce con su nombre auténtico –que se pudo descifrar como “Mutul” o “Yax Mutul”, basándose en las inscripciones de la piedra– sino con la denominación que le dio el arqueólogo norteamericano Sylvanus Morley, estudioso de la región: “Tikal”, o “lugar de las voces”. Extendida sobre unos 60 kilómetros cuadrados, sólo una pequeña parte fue despejada y liberada de la selva: el resto sigue ocultando secretos del pasado, como los que pueden descubrirse en las seis grandes pirámides y el palacio real que hoy forman, junto con otras pirámides más pequeñas y varias residencias, el conjunto central de Tikal. Hasta 55 metros de altura se eleva el Templo del Gran Jaguar, construido en torno del año 700 como tumba del gobernante Hasaw Chan K’awil. Su esposa está sepultada en el Templo de las Máscaras o Pirámide de la Luna, de 50 metros de altura, y cerca de ella se levanta el Templo de la Serpiente Bicéfala, de 64 metros, construido por el hijo de Hasaw, Yaxkin Chan Chac. El Templo del Gran Sacerdote, el Templo V y el Templo de las Inscripciones completan el corazón de estas bellísimas ruinas, que sólo fueron redescubiertas a mediados del siglo XIX y aún están siendo minuciosamente investigadas por los arqueólogos.

Otro sitio maya para descubrir es el de Quiriguá, en el departamento de Izábal, famoso por las estelas de piedra y altares grabados con detallados jeroglíficos. Situado en los alrededores del río Motagua, donde fueron hallados varios objetos valiosos, el sitio de la ciudad –rival de la vecina Copán– fue redescubierto durante las exploraciones del siglo XIX. Y aquí, como en otras ciudades mayas de México y Guatemala, también se encuentran restos de palacios, esculturas zoomórficas, una plaza central y una cancha de juego de pelota rodeada de escalinatas. Todo lo que inspiró las famosas palabras de Aldous Huxley, durante su visita a Quiriguá en los años ’30: “El triunfo del hombre sobre el tiempo y la materia; y el triunfo del tiempo y la materia sobre el hombre”.

NATURALEZA EN VERAPAZ Además de la riqueza de su pasado maya, Guatemala es un destino de aventura. Escalar volcanes, navegar rápidos, explorar la selva: aquí todo es posible, sobre todo en las exuberantes regiones de Alta y Baja Verapaz, conocidas como “las Verapaces” (antiguamente, “Tierra de Guerra” o “Tezulutlán”). El terreno accidentado y cruzado de ríos le da una increíble diversidad, como si la naturaleza lo hubiera puesto todo junto al servicio del aventurero: rápidos para hacer rafting, cursos tranquilos para nadar o practicar canotaje, cascadas y grutas de majestuosa profundidad para iniciarse en la espeleología. Acompañados por guías conocedores de esta naturaleza muchas veces imprevisible, donde en cualquier momento puede caer un aguacero, es posible descubrir en los cielos de las Verapaces nada menos que el quetzal, el ave nacional guatemalteca, y en sus bosques la “monja blanca”, la flor nacional, entre numerosas orquídeas. Allí están, muy cerca y para descubrir, las Cuevas de la Candelaria, una de las más grandes de América, las piscinas y lagunas naturales de Semuc Champey, la laguna de Lachuá y muchos otros paisajes de ensueño.

Cuando dan los tiempos, vale la pena dedicarle a la región varios días, porque más allá de la naturaleza son los pobladores la gran riqueza local: sus costumbres son heredadas de los pueblos ancestrales de la región y la mezcla con los españoles y otros inmigrantes europeos produjo un mestizaje duradero que parece replicar, en su diversidad cultural, toda la complejidad geográfica de las Verapacesz.
Por Graciela Cutuli para diario Página 12, abril 2010.

martes, 13 de abril de 2010

San Pablo... la Nueva York Sudamericana

Entre los rascacielos de la gran metrópolis sudamericana, por los circuitos del diseño, la gastronomía y el arte. La intensidad de una urbe inigualable.


Con sendas dosis de vértigo y glamour, se sube al helicóptero a las nueve de la noche. Es un viernes estrellado, sin viento, con luna llena: el escenario perfecto para recorrer San Pablo a la altura de sus rascacielos vidriados. Hasta el estadio del Morumbí se encuentra totalmente iluminado gracias a un partido de fútbol en juego, ofreciendo una postal imprevista, maravillosa. Y uno no puede más que decir "Obrigada", aunque sea con el pensamiento.
La gran metrópolis de Brasil intimida y desconcierta al ser más equilibrado. Entonces nos explican que para ganar en seguridad y tiempo, es habitual el uso del helicóptero como medio de transporte. Aun para ir a cenar, como es nuestro caso, para lo cual aterrizamos sobre el mismísimo techo del restaurante.

Diez minutos después del despegue, llegamos al sofisticado Buddha Bar, ubicado en Villa Daslu, en un edificio que alberga tiendas exclusivas de joyas e indumentaria.
Absolutamente desmesurada, la ciudad ostenta números que no hacen más que recordar la grandeza paulista: cuenta con 18 millones de habitantes de 50 nacionalidades (a los que hay que sumarles los 11 millones de visitantes que recibe por año), 410 hoteles de las más prestigiosas cadenas internacionales, 12.500 restaurantes con 52 tipos de cocinas diferentes, 15.000 bares, 160 teatros, 110 museos, 260 salas de cine, 40 centros culturales y siete estadios de fútbol.
Y eso no es todo. En San Pablo se realizan 90.000 eventos al año, hay 77 shoppings y 240.000 tiendas, y se consumen 720 pizzas y 278 sushis ¡por minuto!

Todo es historia
Los orígenes de San Pablo se remontan al 25 de enero de 1554, cuando se celebró una misa en un colegio construido por jesuitas portugueses interesados en catequizar a los indígenas de la región. Aún se conservan vestigios de aquella construcción en el sitio llamado Pateo do Collegio (Patio del Colegio). Cabe destacar que durante 157 años el pueblo recibió el nombre de Piratininga y fue el punto de partida de numerosas expediciones que buscaban metales preciosos.
La modernización de San Pablo comenzó hacia fines del siglo XIX de la mano de los inmigrantes y con la cultura del café, que trajo riqueza y permitió su crecimiento. ¿Por qué? El cultivo de café en la región Sudeste impulsó la construcción de carreteras y la estación de tren para dar salida a los granos y las bolsas que iban con rumbo al puerto de Santos, mientras que los inmigrantes hacían el camino inverso, para servir de mano de obra en esa producción.
En las proximidades del famoso colegio fundacional, la mayor ciudad de Sudamérica tiene atractivos como la Catedral da Sé, el Monasterio de São Bento, el Marco Cero –o el marco del Trópico de Capricornio–, la Sala São Paulo, el edificio Copan y la Pinacoteca con sus 4 mil obras. Tanto de la Torre del Banespa como del Terraço Italia es posible tener una vista de 360 grados de la ciudad.



Itinerarios temáticos
Si bien la imagen de San Pablo está fuertemente vinculada al turismo de negocios, diversos operadores han comenzado a comercializar a través de las agencias de viajes nueve temas novedosos y 31 itinerarios diseñados a la medida de los visitantes. Bienestar, Romance, Familia, Verde, Arte y Fashion son algunos de ellos. Es que la ciudad ofrece una gran variedad de spas, locales especializados en tratamientos médicos y de belleza y gimnasios, además de restaurantes de gastronomía natural. Y al contrario de lo que muchos piensan, San Pablo no es sólo una sucesión de edificios y hormigón: posee muchas áreas verdes y parques, destacándose la Sierra da Cantareira –uno de los mayores bosques urbanos del mundo– y el área de protección ambiental Capivari Monos, con su extensa mata atlántica, dos aldeas indígenas y una rica fauna, que permiten la práctica del ecoturismo.

La tendencia creciente de la ciudad consiste en trascender su condición de puerta de entrada al país (posee los dos aeropuertos más movidos de Brasil: Congonhas y Guarulhos) para continuar desarrollándose como destino de placer, de lujo y de compras.
Con múltiples facetas, en San Pablo conviven los restaurantes de fama internacional con las delicias de la gastronomía popular (la empanadilla de feria es quizás el mejor ejemplo de ello), los viajes en helicóptero con el turismo en subterráneo, los espacios de arte y de diseño vanguardistas junto a un museo del fútbol que hace uso de la tecnología de punta.
El programa "Quédese un día más", precisamente, tiene como propósito estimular a los turistas –sobre todo, a los que vienen por negocios o eventos– a prolongar su estadía y aprovechar la gran oferta de entretenimiento. De esa forma, "Un día cultural" propone una jornada a la altura de ciudades como Londres o Nueva York, donde se impone un paseo por una de las principales arterias: la famosa e impactante Avenida Paulista. El Museo de Arte Brasileño, el Conjunto Nacional, la Livraria Cultura y el Museo de Arte de San Pablo (MASP) no pueden quedar afuera del recorrido.



Diferentes o sofisticados
En cambio, la propuesta "Un día diferente" puede comenzar con los deliciosos croissants de almendras de la panadería Pain de France, para seguir hasta Vila Madalena y caminar por calles como Harmonia, Aspicuelta, Fidalga y Wisard. Es que allí se concentran talleres de artistas jóvenes, showrooms y locales innovadores. Si el lector camina en dirección al Instituto Tomie Ohtake, se encontrará con un edificio de formas innovadoras y vidrios espejados en negro y rosa.Entonces podrá disfrutar de una comida en el agradable restaurante del lugar, o bien, optar por el Ritz en la zona de Jardins. En el último caso, la Galería Ouro Fino es una parada obligatoria para quien quiera actualizarse en moda, música electrónica y diseños en sus 110 tiendas eclécticas.
Pero se equivoca quien piense que diversión es sinónimo de gastar mucho en San Pablo. Desde centros culturales y teatros populares hasta shows, exposiciones y cafeterías con precios muy accesibles pueden encontrarse en toda la gran metrópoli. A ello pueden sumarse las tiendas de la famosa avenida 25 de Março.
La contracara podría ser el circuito que propone "Un día sofisticado", ya que el lujo está siempre presente en esta ciudad versátil, donde el tránsito avanza a ritmo cansino en las horas pico y puede llegar a crispar los nervios del más devoto budista zen. Es que San Pablo es en la actualidad el mayor polo de consumo de lujo de Brasil, con tiendas de las marcas más caras del mundo y filiales de los más famosos clubes y discotecas internacionales. El eje de las avenidas de las Naçoes Unidas y Brigadeiro Faria Lima o el barrio de Jardins no decepcionarán ni siquiera a los compradores compulsivos.

El fútbol, pasión de multitudes
Junto al Estadio Municipal Paulo Machado de Carvalho, conocido por todos como estadio Pacaembú, se encuentra el recomendable Museo del Fútbol (Museu do Futebol), con una exposición sensorial e interactiva, donde los visitantes pueden escuchar los relatos originales de partidos emblemáticos o los cantos de las hinchadas, revivir jugadas inolvidables, y hasta patear penales.
Otra alternativa que vincula al fútbol con el turismo es el estadio del Morumbí, donde juega el Sao Paulo y será una de las sedes del Mundial 2014. Sorprende poder tomar una gaseosa en el resto-bar, sobre un deck de madera del que cuelgan numerosas pantallas LCD, a escasos metros del campo de juego. Sin alambrado, sin foso, sin perros.




Shoppings y marcas
Morumbí también es el nombre de uno de los mayores shoppings. Con excelentes restaurantes (como el Barbacoa) y numerosas tiendas, el lugar ya forma parte de la historia de la moda en la ciudad, ya que ahí comenzó la tradicional Fashion Week.
Como el fútbol, comprar es otra de las pasiones paulistas. Pionero en Latinoamérica, el shopping Iguatemi fue inaugurado en 1966, entre los barrios Jardins e Itaim. Con VIP para clientes frecuentes, reúne el mayor número de tiendas de lujo. En cambio, el Ibirapuera es el shopping más grande pero está dirigido a presupuestos diversos. En pleno Jardins, la calle Oscar Freire y sus adyacentes forman el principal polo de marcas internacionales a cielo abierto. Armani, Ralph Lauren, Cartier, Tommy Hilfinger, Roberto Cavalli, Versace, Louis Vuitton y Bulgari son algunos ejemplos. Ya con sus autos caros cargados de bolsas, turistas y lugareños todavía tienen 59 calles especializadas en 51 segmentos. Como la Gabriel Monteiro da Silva, centro del diseño; la Florencio de Abreu, para herramientas; y Rua do Seminário, de sombreros. Por eso, damos fe: San Pablo es todo lo que se dice de ella. Y más también.
Fuente: Diario Clarín, abril 2010.

lunes, 12 de abril de 2010

Claudia Schiffer, la gauchita de Chanel

En las revistas internacionales de moda ya se pueden ver las imágenes de la campaña que la tradicional marca francesa realizó en Argentina.

La firma Chanel ya publicó las imágenes de la campaña que realizó en la Argentina, que tuvo como protagonista a Claudia Schiffer.

En noviembre último, la supermodelo visitó Buenos Aires junto a Karl Lagerfeld , diseñador de la tradicional casa francesa, para realizar tomas en varios puntos de San Telmo y Cañuelas.






viernes, 9 de abril de 2010

Bodegones de Buenos Aires... sabores porteños!

El ochenta por ciento de los bodegones no son gallegos, sino de origen italiano. Entre sus ollas, se cuece el verdadero espíritu porteño.



Cuando un visitante llega a Buenos Aires e indaga sobre la típica cocina porteña, puede llevarse más de una sorpresa: por empezar, que incluye mucho más que la carne a la parrilla –pero no la excluye, por supuesto– con la que se esperan topar. Además, la variedad de platos que ofrecen las cartas de los miles de lugares para comer en Buenos Aires son extensas y ameritan un estudio detallado; y más allá de las parrillas que hoy han cambiado su estilo –desde las simples, de barrio, hasta las más sofisticadas de Puerto Madero–, los bodegones son los auténticos reductos donde la gastronomía es así, porteña con todas las letras. ¿Qué es un bodegón? Simple: “un restaurante con alma porteña, con precios accesibles y porciones generosas, donde no nos miran mal si compartimos varios platos entre muchos”, describe con precisión Pietro Sorba, un periodista italiano afincado en Buenos Aires que ha dedicado más de veinte años a convertirse en un “experto enogastronómico”, según gusta definirse. Su recorrido profesional lo ha llevado por las diferentes parrillas y bodegones de la Reina del Plata y dice que “nunca se termina: siempre aparece un lugar nuevo por descubrir”.

Los bodegones, explica Sorba, “se iniciaron con las primeras corrientes inmigratorias, hace unos 150 años atrás, y eran, en su comienzo, almacenes. Luego empezaron a despachar bebidas. Un día, sirvieron un platito de queso y terminaron siendo restaurantes”. Una reliquia que los porteños de ley conocen, los más jóvenes descubren y los turistas visitan cada vez más, y se van fascinados.




“Lo que los define es la sensación de pertenencia que transmiten a través de la abundancia y lo accesible de sus platos, del ambiente sin tanto artificio y de los clientes que los visitan. Es para todos, sin excepciones”, dice Sorba. La cocina porteña que practican es una fusión entre buena parte de la cocina italiana y la española, en mayor medida, y aportes de otras gastronomías como la francesa, la alemana o la hebrea. Todo, sin dejarse influenciar por la moda y adaptando las recetas “a los elementos y costumbres que encontraban en Argentina”. Y destierra mitos: “Todos creen que los bodegones son manejados por gallegos y el 80% son de origen italiano”, descubre el experto, que afirma que “la milanesa a la napolitana no existe en Italia y el estofado que se sirve con los fideos es diferente” del de su pariente itálico.




El tema de las parrillas, que para Sorba es casi una religión, es bien distinto y “despierta pasiones y polémicas”. Claro, “cada uno tiene sus mañas, sus parrillas preferidas y no puede evaluar objetivamente cuál es mejor que otra”. Para el periodista, hay al menos “75 u 80 muy buenas” en la ciudad. La diferencia está en los estilos –si hacen asado al asador, si son al paso (de parados) o “carritos”, si tienen parrilla a leña o si se dedican específicamente a un tipo de carne y no a otro–. Para Sorba, las barriales siguen siendo más atractivas que las modernas parrillas de más de cien pesos el corte de carne, que abundan en Puerto Madero o el Microcentro, aunque la calidad en estas últimas es innegable. Todo está en el gusto, como en el punto del asado, pero eso sí: que “nadie puede dejar Buenos Aires sin comerse un bife de chorizo” es una verdad casi religiosa.
Por Clara Fernández Escudero para Perfil, abril 2010.

jueves, 8 de abril de 2010

Los mejores cafés de la Argentina!

Tradicionales, históricos y referentes únicos de su ciudad y los habitantes que hicieron de ellos un refugio para el encuentro o la mesa solitaria. Un listado con los bares históricos de Buenos Aires y el Interior del país. Participá y agrega a nuestra lista.



Fueron, y son, espacios de pertenencia a los que se recurre con una constancia tan fiel que puede datar de toda una vida. Es que más allá de la visita eventual al café que se encuentra azarosamente al paso, siempre hay uno que, por una razón u otra, convoca con regularidad. Tal es el fanatismo que despiertan que, en algunos de ellos, hay que esperar un buen rato para conseguir una mesa disponible.

Los más emblemáticos están vinculados a la más pura tradición cultural de su ciudad, ya sea porque por sus mesas pasaron ilustres personalidades o bien porque fueron motivo de inspiración para autores, músicos y compositores.

Si bien la filosofía WI FI se impuso en la mayoría de los locales, no son pocos los que respetan y conservan desde su estilo arquitectónico hasta las "especialidades de la casa".

Hoy, son frecuentados sin distinción de género, pero hasta mediados del siglo XX sus mesas estaban reservadas solo para los caballeros. Las damas debían conformarse con las firmas que habilitaban el "Salón Familias" tal como sucedía, por ejemplo, en el desaparecido Argos, de Federico Lacroze y Alvarez Thomas.

Algunos fueron calificados de "notables", otros, sobreviven con esfuerzo. Un grupo de elite, alberga shows para turistas y un remozamiento que los convierte en espacios cinco estrellas.

Pero, más allá de disquisiciones y categorías, la mayoría sigue en pie conservando la silla de madera, el mostrador con sandwicheras, la pizarra negra con el menú clavado, la puerta vaivén y el mozo de chaqueta blanca.

Aquí va un listado con algunos sitios emblemáticos que no pueden dejar de visitarse.





Tortoni (Capital Federal)
La más española de las avenidas de Buenos Aires alberga uno de los cafés más emblemáticos de la ciudad. Su historia lo convierte en un sitio en el que se respira cultura y tango. Se inauguró a fines de 1858 y tomó su nombre de un establecimiento del Boulevard des Italiens en el que se reunía la elite de la cultura parisina del siglo XlX.

Su bodega tiene una nutrida cartelera de espectáculos y varias veces fue convertida en estudio de radio. Además del café, son memorables sus picadas. Por sus mesas de Avenida de Mayo al 800 desfilaron desde Alfonsina Storni y Benito Quinquela Martín a Jorge Luis Borges y Julián Centeya pasando por la porteñísima Tita Merello, quien dejó un cuadro de recuerdo.



Varela Varelita (Capital Federal)
En la Avenida Scalabrini Ortiz y Paraguay, un clásico bar sin restaurar a pocas cuadras de lo más sofisticado de un Palermo poblado de reductos de moda y nada de tradición. El lugar es muy frecuentado por cierta intelectualidad que hace de sus mesas una extensión de la biblioteca casera. Imperdible su café con leche bien espumante.



Las Violetas (Capital Federal)
El 21 de septiembre de 1884 se inauguró esta confitería que haría historia en la esquina de la Avenida Rivadavia y Medrano. Carlos Pellegrini asistió a la apertura y Roberto Arlt fue uno de sus clientes más renombrados.



En la década de 1920 se construyó el actual edificio marcado por arañas doradas, vidrieras y puertas de vidrios curvos, vitrales franceses y pisos de mármol italiano. Permaneció cerrado muchos años, pero en 2001 una restauración dejó el lugar a nuevo devolviéndole aquella elegancia que fuera su sello distintivo. En 1998, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la declaró como "Lugar Histórico de la Ciudad". Son famosas sus meriendas con tortas que permiten olvidar por un rato la dieta.



Esquina Homero Manzi (Capital Federal)
Si de esquinas tangueras se trata, la de San Juan y Boedo está asociada a la más pura cultura ciudadana. Homero Manzi la consagró con el tema "Sur", una de sus máximas creaciones. Durante el día, es una parada obligada para los vecinos de Boedo. Por las noches, se convierte en uno de los sitios más reclamados por los turistas que buscan un show de tango con contexto tradicional.



De los Angelitos (Capital Federal)
Fue reconstruido luego de permanecer varios años cerrado. Hoy, sus paredes de Avenida Rivadavia y Rincón recrean la vieja gloria de uno de los sitios más tradicionales de la ciudad. Muy frecuentado por los turistas extranjeros, ofrece por las noches shows y cenas cinco estrellas. Durante el día, se puede tomar café mientras se escuchan los acordes, grabados o en vivo, de la música de Buenos Aires.



Café De García (Capital Federal)
En Sanabria y José Pedro Varela, en el límite de Villa Devoto, se emplaza este café y bar. La clientela lo convirtió en un centro de encuentro inevitable del barrio cuyas rondas de café se extienden hasta la hora de las picadas más famosas de Buenos Aires que le dieron repercusión internacional al lugar.



La Farmacia (Capital Federal)
En Avenida Directorio al 2400, el barrio de Flores ofrece un sitio especial: una antigua farmacia reconvertida en bar. Frascos y estantes de época le otorgan al espacio la originalidad que remite a su nombre. Es un lugar ideal para ir con amigos, desayunar o merendar, y también dejarse llevar por algunas de las especialidades de su almuerzo o cena.



El Gato Negro (Capital Federal)

Otro clásico de Buenos Aires que fusiona el aroma de café con el de las más exquisitas especias y el té. Una parada ideal antes de asistir a algunos de los teatros de la zona. El lugar, ubicado en Av. Corrientes 1669, conserva en inmejorable estado el mobiliario de época. Es un refugio detenido en el tiempo donde se respira atmósfera ciento por ciento porteña.



La Giralda (Capital Federal)
Otra pausa que no se puede soslayar en la Calle Corrientes. Entre Paraná y Uruguay se levanta este sitio de clima bohemio muy concurrido por jóvenes militantes y estudiantes universitarios. Además de sus cafés, es imperdible el chocolate con churros.



Café de Juan (Capital Federal)
En Camarones 2702, en Villa General Mitre (entre Villa del Parque y Flores), lejos del mundanal ruido y las luces del Centro, este café, considerado uno de los "notables" de la ciudad, es atendido por una familia que no modificó en nada su aspecto original. Ideal para madrugadores ya que abre cerca de las seis de la mañana.

Otros recomendables y con historia son el Bar Británico (frente a Parque Lezama), La Biela (Recoleta), Richmond (sobre la Calle Florida), 36 Billares (en la Avenida de Mayo), y Oviedo (Mataderos), por citar solo algunos de los más de diez mil cafés y bares habilitados de una ciudad de Buenos Aires que hizo de este hábito un sello distintivo.


Por el Interior:
El Cairo (Rosario)
Una de sus mesas era la frecuentada por Roberto Fontanarrosa y sus amigos. Bautizada como "La mesa de los galanes" hoy se distingue del resto a modo de homenaje al genial escritor. Algunos días a la semana es posible presenciar espectáculos musicales. Quien quiera descifrar la verdadera identidad de la ciudad no puede dejar de tomarse un café en la esquina de Sarmiento y Santa Fe.

Sorocabana (Córdoba)
En San Jerónimo 98 no existe el letrero de "Cerrado". Es que el Sorocabana abre las 24 hs. a la espera de la visita de los turistas y lugareños más encumbrados. Imperdibles sus medialunas caseras.

Dos Chinos (San Salvador de Jujuy)
Con casi un siglo de vida es un lugar referencial de la vida social de la ciudad. Parroquianos y visitantes convirtieron a este café en un mojón de identidad jujeña..

El Mariscal (Corrientes)
En la esquina de Pellegrini y Salta, este emblemático espacio permite hacer un alto en el camino y disfrutar de exquisitas infusiones. Una de las características del lugar es su oferta cultural basada en mesas redondas, exposiciones, y presentaciones de libros en medio de una mesa bien regada por un exquisito café.

Fuente: lugaresdeviaje.com

martes, 6 de abril de 2010

El Pelourinho de Salvador de Bahía, el barrio de Doña Flor..

El Pelourinho, el barrio antiguo de la capital bahiana, se transformó en un bastión de la cultura negra que bulle en un constante sonar de tambores, capoeira y personajes dignos de la imaginación literaria de un escritor como Jorge Amado. Samba, danza y galerías de arte lo convierten en el centro de la vida popular de Salvador.

El Pelourinho, hoy restaurado, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.


Para Jorge Amado, Salvador era la “célula madre de la cultura brasileña”, la ciudad negra por excelencia de Brasil, la que engendró “un pueblo bueno, amigo de los colores chillones, bullanguero, manso y amable”. El sello africano se muestra hoy no sólo en el color de la piel de los habitantes, sino también en los cultos religiosos, mudados de continente y mezclados con el catolicismo, en esa fusión de danza y artes marciales que se conoce como “capoeira”, en la música de Olodum y en la historia que reflejan las paredes de su barrio antiguo, el Pelourinho. “Aquí están –escribió Amado– las grandes iglesias católicas, las basílicas, y aquí están los grandes terreiros de candomblé, el corazón de las sectas fetichistas de los brasileños. Si el arzobispo es el primado de Brasil, el padre Martiniano de Bonfim era una especie de Papa de las sectas negras en todo el país y la Mae Menininha es la papisa de todos los candomblés del mundo.”

EL ALMA DE BAHIA El Pelourinho es un antiguo barrio convertido, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en la faceta más esencial de la vida popular bahiana. En sus orígenes fue el centro comercial de la colonia, el lugar donde vivía la nobleza local. Por ironía de la historia se fue transformando, siglo tras siglo, en el barrio más miserable de la ciudad, donde la majestuosa decadencia de los monumentos seduce por la mera sugestión de lo que habrán sido.

Las cosas empezaron a cambiar en 1991, cuando el gobierno de Bahía dio impulso al ingente proceso de restauración del barrio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985. Al borde de perderse para siempre, de pronto el reloj del Pelourinho empezó a mover las agujas hacia atrás: una tras otra, de la mano de un ejército de obreros y arquitectos, las casas empezaron a rejuvenecer. Donde antes todo era tugurio y oscuridad, las luces callejeras pusieron nueva vida. El “milagro” se fue extendiendo; subió por la ladera del Carmo y bajó a lo largo de la Rua do Passo, doblando por Terreiro de Jesús. Los viejos palacetes devenidos en conventillos recobraron su cálido rubor; las tejas rojas ahora brillan totalmente barnizadas, y los marcos de madera de las ventanas lucen renovados, como los santos en los pedestales de las iglesias.

El Pelourinho, ignorando los excesos que acarrea el turismo, se convirtió en una fortaleza viva de la cultura negra, con un constante latido de tambores que salen de los bares, los centros culturales y directamente de las calles, el escenario público por excelencia. Samba, música popular brasileña, teatro, danza y un sinfín de galerías y talleres de arte convierten al Pelourinho en el centro de la vida popular bahiana, la misma que nutre las novelas de Jorge Amado.

La restauración del barrio logró mantener su esencia. Hasta en los viejos adoquines, recolocados con la misma irregularidad de siempre, un detalle que dificulta la marcha y acaso determina la forma cansina del andar bahiano. Pero aunque el Pelourinho está reluciente, conserva todavía espacios libres de toda restauración, que revelan entre las ruinas algo de su perdido esplendor.

RITMOS DE OLODUM Sobre todo los martes a la noche, el Pelourinho late al son de un extraño pero ya familiar ritmo de tambores. Bahianos, brasileños de cualquier parte del país y turistas de todo el mundo se acercan hasta la plaza Teresa Batista para asistir a la presentación de Olodum en un microestadio, cautivados por los tambores pintados a mano con los colores de Africa: rojo, dorado, verde y negro. Lo que se escucha es el samba-reggae, una combinación de la “samba do reconcavo” de Bahía con el reggae de Jamaica. El otro día de fiesta es el domingo, cuando Olodum ofrece recitales gratuitos de verano frente a la iglesia Nuestra Señora del Rosario de los Negros, en el Largo do Pelourinho.

El grupo nació en 1979, fundado por un grupo de habitantes del Pelourinho como un “bloco” de Carnaval para permitir la participación real en la fiesta de los sectores más marginados de la ciudad. Hoy son más de 3000 los miembros del bloco de Olodum que desfilan en el Carnaval. Una buena voz, que se hace escuchar, para cumplir uno de los objetivos de la agrupación: denunciar la discriminación racial que sufren los negros en el mundo. Su banda de percusión es famosa por haber grabado un disco con Paul Simon y por haber participado en un videoclip con Michael Jackson, dirigido por Spike Lee. Además tiene una escuela de música para niños y adolescentes de familias pobres interesados en la esencia percusiva de la música negra.

En el Pelourihno hay dos lugares principales para visitar vinculados a Olodum: la Casa do Olodum, donde se realiza un show semanal durante casi todo el año, y muy cerca el Bar do Olodum, decorado con afiches de Malcolm X y tambores multicolores.

LA CAPOEIRA Lo busque o no, todo viajero que llegue a Bahía tomará contacto con la capoeira, el segundo deporte más popular de Brasil después del fútbol. Aunque en realidad no es un simple deporte: es una mezcla de danza con arte marcial, no exenta de cierta raíz religiosa que le viene de su origen ritual africano.

Los capoeiristas suelen verse en la plaza pública, en las playas, en los sitios turísticos y en las escuelas de capoeira. Y por supuesto en el Pelourinho, donde funcionan precisamente varias de esas escuelas. Allí se reúnen en círculos de 10 a 15 personas dirigidas por un maestro, mientras sucesivas parejas pasan por el centro del círculo para “combatir”. Como los cuerpos jamás se tocan, la capoeira es más una danza y un juego que una forma auténtica de lucha.


El barrio es una fortaleza viva de la cultura negra, con un constante latido de tambores.

El ritmo del baile lo marcan el berimbau, un primitivo instrumento de cuerda con una función casi percusiva; el atabaque, un tambor apoyado en el suelo, y un pandeiro, una especie de tambor más pequeño. Los “combatientes” se valen de patadas que lanzan con las manos apoyadas en el suelo: pero son, en verdad, golpes muy anunciados para que el adversario los pueda esquivar, ya sea agachándose o saltando. Entre amague y amague se suceden toda clase de saltos acrobáticos, reveladores de la increíble flexibilidad de los fibrosos cuerpos de raíz africana.

El origen de la capoeira está sujeto a toda clase de especulaciones, pero su raíz africana es indiscutible. Según los historiadores, el núcleo de su desarrollo en Brasil fue un quilombo legendario llamado Palmares, donde a comienzos del siglo XVII se refugió un grupo de esclavos que habían acuchillado a sus amos. Conquistada así su libertad, estos esclavos establecieron una comunidad abierta también a indios y mestizos. La experiencia promovió la rebelión y las fugas hacia el quilombo de Palmares, cuyo crecimiento –llegó a tener 20.000 habitantes– se convirtió en una amenaza para los terratenientes azucareros. Se cree que allí la capoeira se desarrolló exclusivamente como una técnica de combate. Cuando en 1630 los holandeses derrotaron a los portugueses en Brasil, buscaron aniquilar los quilombos organizando incursiones en la montaña: pero poco podían hacer los soldados contra los negros ocultos en la selva, que se valían de los flexibles y rápidos movimientos de la capoeira para tenderles emboscadas cuerpo a cuerpo. Los que eran atrapados eran llevados a las plantaciones, donde se dedicaban a enseñar capoeira a sus nuevos compañeros. Sin embargo, para disimular que practicaban una mortal forma de combate, vestían sus prácticas de un manto de baile y juego que ocultaba sus verdaderas intenciones. Finalmente, después de once rebeliones negras, la esclavitud fue abolida en Brasil en 1888, aunque la prohibición de la capoeira duró muchos años más.

PERSONAJES AMADOS Quien recorra el Pelourinho notará sin duda que allí hay algo en el aire, en la comida y en el andar de los mulatos que invita a reconocer a los personajes de Jorge Amado. Cuentan que por la calle suele verse a Vadinho en persona, tambaleante y en compañía de su inseparable Mirandao, con los bolsillos vacíos pero felices como nadie. En una casa de suave color violeta espera ansiosa Doña Flor, dueña de grandes frustraciones y grandes alegrías. Y en algunas laderas se aparece también Quincas Berro Dágua, escapado otra vez de su propio velorio a expensas de sus compadres, que no pueden emborracharse sin “o paizinho da gente”. Son ellos en persona, de carne y hueso, verosímiles hasta no saber si se escaparon de los libros o si fueron capturados allí mismo por la pluma del escritor. Basta con apurar el paso para alcanzar a alguno y conversarle un rato... Quien les caiga bien, seguramente será invitado con una boa caçhazinhaz

Por Julian Varsavsky para Página 12, abril 2010.

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