Es cuestión de cerrar los ojos unos segundos e inspirar profundo. Con esos dos actos sencillos los viñedos mendocinos permiten, a través de la brisa que transporta el suave perfume de las uvas, percibir aromas que desencadenan un sinfín de sensaciones. Y no es para menos. En medio de un paisaje copado por vides que se alinean simétricamente al costado de los caminos de tierra, y con la Cordillera de los Andes como telón de fondo, la naturaleza se empeña en revelarle a los turistas los misterios del buen vino.
Mendoza, como principal provincia productora vitivinícola, alberga a unas 1.500 bodegas, de las cuales 200 permanecen abiertas al público. Es que desde hace algunos años se afianzó en la región el turismo enológico, cuya meta es que todos puedan ingresar al mundo del vino mediante diversas actividades, que van desde lo recreativo a lo cultural.
En Maipú, a 50 km de la ciudad de Mendoza, está el bien de familia más preciado de los Zuccardi: su finca. Además de las degustaciones y recorridas por la cava, ofrecen a los visitantes interesantes propuestas. Se puede cosechar uvas y podar las vides, y transitar los viñedos en bicicleta o a bordo de autos de colección, con paradas para probar bebidas y aceites de oliva. También es posible sobrevolar la finca en globo aerostático (con una botella de vino espumante a bordo).
Zuccardi le da a la pintura un espacio de privilegio. "Los cuadros, como los vinos, tienen su origen en la mano del hombre", explican. Por eso, en la bodega crearon una sala donde exhiben obras de artistas locales. En tanto, la Casa del Visitante es el rincón para los amantes de la gastronomía. En el restaurante se pueden degustar comidas tradicionales (como empanadas y carne) acompañadas del mejor vino. Luego de la sobremesa se puede pasar al Wine Club y a la cava, donde en un salón se exhiben dedicatorias de famosos. De Lalo Mir a Julio Bocca y Los Piojos. "Gracias por inducirme a la bebida", dice la frase que dejó Diego Capusotto.
Tradición y tecnología
Sobre la costa del Alto Río Mendoza, también en el departamento de Maipú, Bodega Benegas se erige en una vieja finca hecha a imagen y semejanza de las típicas del siglo XIX, pero dotada con toda la infraestructura tecnológica del siglo XXI.
Además de degustar Cabernet Franc, Syrah y Malbec, entre otras variedades, se puede recorrer la bodega.
Lo más sorprendente es la colección de ponchos de Federico Benegas Lynch (dueño del emprendimiento), que se exhibe en un cálido salón. Pueden verse desde tejidos modernos (algunos están a la venta a $ 1.200) hasta antiquísimos ejemplares.
Cuestión de estilos
A pocos km de Mendoza capital se ubican varias bodegas, algunas de ellas clásicas y otras modernas, del estilo boutique. Finca La Anita conjuga ambos estilos.
Sus dueños, cultores del trabajo artesanal, producen cantidades muy limitadas de vino, ya que llevan a cabo un seguimiento intenso de cada momento de la elaboración de la bebida.
Además de apreciar el paisaje de ensueño que se tiende a lo largo de las 70 hectáreas de viñedos, un amplio espacio alberga una sala de esculturas con la exposición permanente de la obra del artista Lorenzo Domínguez.
Se trata de una muestra prácticamente inédita, ya que durante 40 años se mantuvo oculta. Para festejar, los visitantes son convidados con una copa de Chardonnay bien frío.
Un oasis frente a la Cordillera
A 1.200 metros de altura, en medio del bello paisaje del Valle de Uco, está la Bodega Salentein, una suerte de oasis entre el desierto y la Cordillera, compuesto por un complejo arquitectónico de más de 5.000 metros cuadrados donde se combinan el culto por el vino y la pintura.
En la galería de arte se exponen las obras de pintores argentinos clásicos de los 60 y holandeses del siglo XIX (los propietarios de la bodega son de Holanda). Hay también un segundo espacio, con obras itinerantes de jóvenes artistas.
Además, para los visitantes existe un recorrido muy completo, que arranca en una sala audiovisual, donde se muestran dos documentales acerca de los pasos de la elaboración del vino. Le sigue el paseo por los viñedos -donde un guía muestra la diversidad de uvas-, la visita a las cavas y la degustación de rigor.
Para quienes deseen alojarse en la finca, la bodega cuenta con un complejo de pintorescas posadas.
Con la puesta de sol nada mejor que finalizar la jornada en una reconfortante habitación del Sheraton Mendoza, en pleno centro de la ciudad. Para relajarse, el hotel cuenta con una piscina climatizada con hidromasaje, y un spa con sauna y sala de masajes.
También está disponible un moderno gimnasio y, para los amantes del azar, el infaltable casino. Asimismo, el hotel organiza paquetes turísticos para recorrer diversos viñedos de la provincia.
Efectivamente, en Mendoza hay tantas bodegas como alternativas posibles para pasarla bien. Y eso merece un brindis. ¡Salud!
Por Ignacio Montivero por Clarín, abril de 2010.
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