miércoles, 11 de marzo de 2009

Iberá, reino de las aguas

Un viaje a lo profundo de los Esteros del Iberá, en la provincia de Corrientes, para navegar por los canales de un gran pantanal habitado por millares de animales. Por el periodista especializado en turismo Julián Varsavsky.

Cuando llegué a los Esteros del Iberá –el famoso Pantanal argentino— la primera impresión fue de cierto desencanto. Me paré al borde de la inmensa laguna de Iberá y me dije: “¿Tanto viaje para ver una linda laguna? Pero claro, lo grandioso vendría después, al internarme por los canales de los Esteros donde vi animales por millares casi al alcance de la mano y en plena libertad, como sólo los había visto en esa cantidad en un safari por Sudáfrica.

Tomando como base uno de los cinco encantadores lodges de campo que rodean la laguna en Colonia Pellegrini, nos dedicamos tres días a navegar por ese gran humedal pantanoso de apenas dos metros de profundidad que es 65 veces más grande que la Ciudad de Buenos Aires (1,3 millones de hectáreas anegadas).
Zarpamos temprano en la mañana -antes del calor- desde un embarcadero a metros de la habitación, para ingresar en un espejo de agua que a simple vista parecía el mar abierto. Pero en apenas 15 minutos de veloz navegación llegamos a la zona de estrechos canales donde habita la fauna.


Los yacarés

Al aminorar la marcha, el encuentro con los animales es inmediato. Junto a la costa se asoleaba un aletargado yacaré o caimán americano, con sus fauces abiertas. El guía apagó los motores y se puso de pie para impulsar la embarcación con una pértiga hasta costa, casi rozándole la cabeza con la proa al reptil, que parecía petrificado como a la espera de que algún ingenuo le acariciara la cola. Cinco metros más atrás, una ruidosa zambullida atrajo nuestra atención y vimos salir de un pastizal a una pareja de yacarés que comenzó a deslizarse ras del agua, ondulando la cola como las serpientes.

Al seguir viaje aparecieron los primeros carpinchos de la jornada, que son los roedores más grandes del mundo y pesan hasta 80 kilos, ya que se pasan el día abocados a roer y roer los pastos con sus dos incisivos.

La presencia de 350 especies de aves es la más ruidosa y visible. Los enormes chajaes se posan en actitud vigilante sobre la punta de un arbolito seco. Pero una de las aves más vistosas es el pequeño pato cutirí, de alas negras con una franja verde fosforescente que se ve cuando las extiende.

Mientras conversábamos a la deriva pasamos sin darnos cuenta muy cerca del perfil rojizo de una cierva “de los pantanos”, que pastaba distraída junto a la costa. Cuando la descubrimos levantó la mirada y las orejas con preocupación, y permaneció largo rato observándonos hasta que de repente se escabulló.
Islas flotantesEl fenómeno más extraño que vimos en Iberá fue el de los embalsados, unos fragmentos de tierra con vegetación que flotan en los esteros. Los embalsados son un entretejido vegetal originado de una acumulación de camalotes sobre los cuales el viento deposita grandes cantidades de polvo. Suelen formarse pegados a la costa y sobre su superficie crecen toda clase de pastizales e incluso árboles pequeños como el laurel.
Desde la lancha los embalsados se veían como si la costa se moviera suavemente, arriba y abajo. Las tormentas suelen desprender fragmentos enormes de embalsados, conformando verdaderas islas flotantes que navegan a merced del viento y la corriente hasta encallar. Encima de ellos viven a veces los ciervos, que aquí encuentran seguridad y se sienten cómodos para partir cuando lo deseen, ya que son excelentes nadadores. Pero toda clase de fauna hace pie en los embalsados, en especial las garzas, numerosas aves y una esquiva especie de mapache llamada aguará popé u osito lavador, por la forma en que mueve las manitos al escarbar el barro de los humedales buscando comida.
Al desembarcar para una caminata sobre un embalsado sentimos, en un principio, cierta desconfianza. Pero al poner los pies sobre la tierra quedó claro que nadie se iba a hundir en arenas movedizas. Ante cada paso la tierra burbujeaba y se hundía como un colchón vegetal. Incluso al saltar el suelo vibraba fuertemente alrededor. Y la sensación fue como pisar un suelo consistente pero esponjoso, que no era tierra firme pero lo parecía. En verdad, es tierra que flota.
Datos útiles• En el poblado de Colonia Pellegrini y en el interior de los Esteros hay seis posadas de 3 y 4 estrellas que ofrecen comidas y alojamiento.
• Los Esteros del Iberá están 820 kilómetros al norte de Buenos Aires. En autobús son 10 horas hasta la ciudad de Mercedes. Desde allí se toma otro hasta Colonia Pellegrini que tarda tres horas y media.
• Dos días completos es el mínimo para hacer las excursiones.
• La forma más cómoda de viajar a los esteros es en avión desde Buenos Aires hasta la ciudad de Posadas, en Misiones. Lo ideal es contratar luego un servicio de transporte privado en camioneta 4×4 para el tramo por tierra hasta Colonia Pellegrini (los días de lluvia el segmento final del camino de tierra se complica con un vehículo común). Nota publicada en argentina.ar

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