viernes, 26 de febrero de 2010

Misiones: Naturaleza e Historia...

Entre Puerto Iguazú y Posadas, un recorrido por la RN 12 que pasa por ruinas jesuíticas, plantaciones de té y yerba mate, pueblitos de colonos y yacimientos de gemas semipreciosas. La exuberancia misionera todo lo alberga, en un mundo de agua, piedra y vegetación donde reinan los más variados matices del rojo y el verde.


El cartel de vialidad de la RN 12, que recorre Misiones de norte a sur junto al Paraná.


Misiones es, si hay que definirla en una instantánea, la provincia del agua. Bien al norte, donde los mapas dibujan el límite con Brasil, se encargan de recordarlo las caudalosas Cataratas del Iguazú. Algo más al sur, sobre el extremo este del brazo misionero, también los Saltos del Moconá contribuyen a esta postal de selva y agua. Sin embargo, las onduladas rutas que la atraviesan de punta a punta –con la RN 12 y la RN 14 como grandes ejes, además de las menos transitadas carreteras transversales– tienen mucho más para descubrir: siempre teñidas del rojo típico de la tierra misionera, llevan hasta lugares históricos y pueblos donde siempre hay algo para ver. Este itinerario empieza, entonces, cuando quedan atrás las Cataratas y se apaga el furioso rumor de los saltos.

BRILLOS PRECIOSOS A unos 40 kilómetros de Iguazú, por la RN 12 que lleva hacia Posadas bordeando el Paraná, las entrañas de la tierra empiezan a revelar algunos de sus misterios en Wanda, una localidad fundada en los años ‘30 por colonos polacos. Geológicamente, Misiones pertenece al macizo de Brasilia, formado sobre sucesivas coladas de lava basáltica de decenas de millones de años de antigüedad, y quiso el azar que entre una capa y otra de lava quedaran atrapados globos de aire y agua que la magia de la naturaleza fue transformando en ágata, jaspe, amatistas, cristal de roca y topacios. Wanda es la más conocida, pero hay otras minas cercanas, como la de Santa Catalina en la vecina localidad de Libertad, menos explotadas y muy interesantes para explorar después de haber recorrido el puñado de kilómetros que separan los yacimientos de la ruta. Durante la visita se conoce el proceso que fue formando las piedras semipreciosas, en particular las espectaculares geodas de amatistas, y se aprende a distinguir las líneas que marcan en el suelo el recorrido de las burbujas, indicadoras de la presencia de gemas bajo la superficie. En las cercanías de Libertad existe además una reserva donde se está acondicionando un sendero de interpretación, el Paso del Yaguareté, en uno de los últimos lugares donde observar el tigre misionero en peligro de extinción. La especie es representada frecuentemente en las artesanías de los pueblos guaraníes que viven en las aldeas de la zona, intentando conservar tradiciones como la cestería con fibras vegetales y el tallado en madera de pequeños animales.


Reconstrucción del bungalow de madera que fue la primera vivienda de Horacio Quiroga en la selva.


ESPERANZA MISIONERA Siempre hacia el sur, la ruta lleva hacia Puerto Esperanza, otra de las localidades que prosperaron gracias la yerba mate y la industria maderera. Basta echar un vistazo a un lado y otro de la ruta para comprobar que el “oro verde”, la yerba y el té, siguen dominando el paisaje, alternando con los bosques de pino destinados a las plantas papeleras. La exuberancia del paisaje, aunque ahora la enmarañada selva haya sido domada por los cultivos, hizo vislumbrar a los conquistadores que primero se internaron en esta verde densidad la promesa de riquezas sin fin. La localidad de Eldorado, ya a 100 kilómetros de Iguazú, heredó el nombre de esta ilusión: y en verdad para el visitante es un lugar que atrae gracias a las posibilidades de explorar en canoa los arroyos Pirá Guazú y Pirá Miní, pescar dorados en el Paraná o descansar en las estancias que abren sus puertas al turismo. También se puede visitar el museo instalado en la casa que perteneció a la familia Schwelm, una de las fundadoras, donde exhiben objetos legados por los colonos y materiales indígenas.

Algunos kilómetros más adelante, la topografía sigue prometiendo lujos: esta vez en Montecarlo, la “capital nacional de la orquídea”. El clima húmedo, el calor y las abundantes lluvias favorecen a estas flores delicadas y vistosas que parecen dibujadas por un pincel de imaginación infinita, toda una tentación en los viveros para los amantes de las plantas (que no dejarán de visitar el laberinto vegetal del Parque Vortisch, el más grande de Sudamérica). Como las ciudades vecinas, lejos de los casinos de su homónima europea, Montecarlo vive de la yerba, el té, mandioca y la industria forestal: quien dé vuelta un paquete de yerba para el mate en cualquier lugar del país no se sorprenderá entonces de encontrar el nombre de la ciudad asociado con algunas conocidas marcas. Cerca del Parque Vortisch se levanta el Club de Pesca, punto de partida para visitas en lancha a la isla Caraguatay. Y en las afueras de la ciudad, el Zoo Bal Park vale el paseo para apreciar algo de la fauna local, con unos 500 animales de especies autóctonas y exóticas.


Camino de acceso a las minas de Santa Catalina, entre el rojo de la tierra y el verde de las plantaciones de pinos.


A poca distancia de Montecarlo, la visita misionera toma un carácter histórico y se suma a la ruta que recorre, en distintos extremos del país, las casas de Ernesto “Che” Guevara. Una está en San Martín de los Andes, conocida como “La Pastera”. Otra en Alta Gracia, donde pasó algunos años de infancia y donde fue levantado un museo evocativo de su figura e ideales. La tercera –o la primera, cronológicamente hablando– está aquí, en Caraguatay, sumergida en la selva y a orillas del Paraná, mirando hacia el Paraguay. Lo que queda son apenas los cimientos y parte de las paredes de ladrillo de la casa donde Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna vivieron durante algunos años, incluyendo los dos primeros de su hijo Ernestito, hasta que la humedad misionera que agravaba el asma del niño los impulsó a mudarse a Córdoba. Hoy los visitantes son bien recibidos y acompañados por los guías desde la casona de recepción, donde funciona un museo, hasta los restos de la vivienda original, recorriendo un sendero selvático de poca dificultad.

RUMBO A SAN IGNACIO La siguiente localidad de esta ruta vuelve a recordar las quimeras de riqueza de la tierra misionera: Puerto Rico, siempre bella gracias a los lapachos en flor que le renuevan la cara cada primavera. Varios viveros de orquídeas rivalizan con Montecarlo, y sobre todo la costanera sobre el Paraná le da a la ciudad su ritmo de tranquila belleza. Es un buen lugar para hacer un alto y luego seguir rumbo hacia el pueblito de Ruiz de Montoya, avanzando por el sinuoso trazado de la ruta para descubrir un lugar tan escondido como pacífico, signado por la herencia suiza (se dice que aquí se elabora el único auténtico queso raclette del país, que se puede conseguir en el pequeño local del Instituto Línea Cuchilla).

El imponente estilo barroco americano de los portales de las ruinas jesuíticas de San Ignacio.


Más hacia el sur, dejando atrás Jardín América y Santo Pipó, se llega a uno de los lugares emblemáticos de la Misiones histórica: las ruinas jesuíticas de San Ignacio. Una fachada neocolonial funciona como punto de acceso al predio, donde varias salas explican a través de fotos y dibujos el funcionamiento de las reducciones fundadas por los jesuitas, el trabajo de los indígenas y la expulsión de la orden religiosa de los territorios americanos. Lo que sigue es lo mejor: la espectacular fachada barroca de la iglesia sobre lo que fue la plaza central; los restos de las paredes de las viviendas; los muros de arenisca roja que se resisten al avance de la selva. Al atardecer, un espectáculo de luz y sonido revive la aventurada historia de San Ignacio, que sufrió asedios y traslados hasta su abandono definitivo y su destrucción en el siglo XIX. No muy lejos, en estado más salvaje, también las ruinas jesuíticas de Santa Ana forman parte del patrimonio de la humanidad y permiten completar esta página de la historia colonial.

A un puñado de kilómetros de las ruinas de San Ignacio, otro lugar revela el poder inspirador de la selva. Es la casa donde vivió el escritor Horacio Quiroga, el maestro que puso la naturaleza en palabras y arrinconó los peligros de este mundo salvaje en el catártico ejercicio de la literatura. Enamorado, atrapado por el verde exuberante de San Ignacio que había conocido cuando fue contratado como fotógrafo durante una expedición organizada por Leopoldo Lugones, Quiroga levantó su casa sobre una barranca del Paraná. Es la misma que hoy se visita después de recorrer un sendero entre bambúes, jalonado de “estaciones” sobre su itinerario literario y vital. En realidad las construcciones levantadas en un claro de la selva son dos: una es la casa de material donde se conservan varios objetos y recuerdos del escritor; otra una réplica del primer bungalow de madera donde vivió, reconstruido para la filmación de una película sobre su vida.

Finalmente, desde San Ignacio se puede atravesar Misiones transversalmente, para poner rumbo hacia Oberá y Leandro N. Alem, o bien terminar el recorrido en la capital provincial, Posadas, el principal centro de servicios de la región y también el mejor punto de partida cuando se quiere recorrer la ruta en sentido inverso, rumbo a las Cataratasz
Por Graciela Cutuli para Página 12, febrero de 2010.

jueves, 25 de febrero de 2010

Jujuy color y tradición ancestral..!

El color de los pueblos y la belleza de los paisajes, en una visita a la mágica Quebrada de Humahuaca. La música, los sabores y los ritos ancestrales.



El Diablo ya ha vuelto a su morada bajo la tierra, y sus días de reinado entre los hombres han terminado, al menos hasta el próximo año. Con el Entierro del Diablo -en Humahuaca- culminan los festejos del Carnaval más original del país: el de los pueblos de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy. De Purmamarca a Maimará, de Tilcara a Tumbaya, las comparsas bailaron, cantaron y bebieron empapadas en espuma, talco y hojas de albahaca. Son días de fiesta, que para penas, a fin de cuentas, está el resto del año. Vuelve, ahora, a reinar el silencio, eterno y profundo.

El Carnaval es la festividad que más resuena entre las montañas multicolores de la Quebrada de Humahuaca, probablemente el rincón más fascinante de la Argentina; un largo valle regado por el río Grande, que corre de Sur a Norte entre las montañas áridas y que alberga un puñado de pueblos de gran riqueza paisajística y cultural. Para Semana Santa quedan las largas peregrinaciones que trepan los cerros con imágenes de la Virgen, y para el 1° de agosto, la ofrenda a la Pachamama, cuando se come, se bebe, se fuma y se masca coca en honor a la Madre Tierra.

Paisaje cultural

Siento quenas que en el viento huyen / trayendo amores y silencio de las penas / que encierran el sol en su corazón. La música del maestro humahuaqueño Ricardo Vilca se derrama sobre las laderas multicolores como un elemento más de la naturaleza mientras nos acercamos a Volcán, pueblo que debe su nombre a la forma en que los lugareños llaman a los torrentes de barro que se deslizan por la montaña en épocas de lluvias. Pero el pequeño poblado no trasciende por eso ni por sus antiguos edificios ferroviarios en desuso o transformados en ferias campesinas, sino por ser la puerta de entrada a esa Quebrada mágica de la que un puñado de cifras intenta dar cuenta, aunque no logre describir la belleza y las tradiciones ancestrales que la enriquecen hasta lo indecible.

Viniendo desde el sur, la Quebrada comienza a 39 km de San Salvador de Jujuy -precisamente en Volcán-, y se extiende en el norte hasta Tres Cerros, puerta de ingreso a la Puna. Esos escasos 170 kilómetros albergan a poco más de 230.000 habitantes que viven entre los 2.000 y los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Con vestigios de haber sido habitada desde hace más de 10 mil años, la Quebrada vio pasar a distintas culturas y civilizaciones que la utilizaron para comerciar y vincular a la Puna con los Valles Calchaquíes y Tucumán, al Sur. Con los siglos, las poblaciones del valle que el río Grande convierte en fértil construyeron pucarás para defenderse de los incas, y luego realistas y patriotas libraron enconadas batallas por la Independencia. Por todo ello, en 2003 la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad, en la categoría "Paisaje Cultural".

Bandas de sikuris y Beethoven

En los 39 km que separan San Salvador de Volcán se asciende de 1.250 a 2.078 metros, y el verde que acompaña a la ruta 9 troca en montañas desérticas con tonalidades que van del rojo al ocre y los amarillos. Pocos km al norte de Volcán, Tumbaya es una de las localidades que convoca cada año a miles de personas en la peregrinación de altura más importante de la Argentina: el santuario del abra de Punta Corral está a casi 3.500 msnm, aunque el Domingo de Ramos, los feligreses bajan en andas la imagen de la Virgen de Copacabana a la iglesia del pueblo. Otra imagen es trasladada en andas por miles de fieles, acompañados por decenas de bandas de sikuris -con decenas de integrantes cada una-, hasta Tilcara, en la peregrinación más impresionante y colorida de todo el valle.

Y así como la Virgen recorre los cerros, también de los cerros bajan los copleros -de Abra Pampa, de Humahuaca, de Iruya, de Tilcara, de Juella, de Tumbaya-, que una vez al año se reúnen en Purmamarca para un encuentro anual que comienza a la mañana temprano y termina no se sabe bien cuándo; quizá cuando se va acabando la chicha artesanal que se elabora para la ocasión.

Quizás sea este entorno el que aporta la magia suficiente como para hermanar estas ancestrales coplas, muchas de las cuales se transmiten oralmente de generación en generación, con la complejidad de obras de Mendelssohn o Beethoven. Es que aquí también se realiza el festival de música clásica Siete colores, siete notas -al aire libre- que en su más reciente edición derramó por los cerros un genial concierto de Beethoven, mientras los últimos rayos del sol se recostaban entre las nubes tan cercanas.

Purmamarca es uno de los pueblos principales de la Quebrada, apoyado en el Cerro de los Siete Colores y con casas de adobe y calles empedradas que trepan las laderas. En la esquina de la plaza, entre artesanías y locales de comidas típicas, el antiguo Cabildo está siendo restaurado, y dos testigos de los tiempos resisten, estoicos: la iglesia, de 1648, y a su lado el viejo algarrobo, de más de 600 años, a cuya sombra, se dice, descansaron las tropas de Manuel Belgrano.




Tierras de los antiguos

Cuando a la derecha de la ruta 9 aparecen unos arcos multicolores en la montaña -bien llamados La paleta del pintor-, vemos Maimará, en medio de un paisaje rural de potreros sembrados con verduras, flores, alfalfa y frutales. Y sí, hay dos italianos tratando de contar los colores del cerro: llevan ocho y ahora discuten por si el anaranjado de más arriba es igual al de más abajo. Al norte ya se divisa el Pucará de Tilcara, allá en lo alto, pero antes visitamos la Posta de Hornillos, cuyas paredes de adobe -de 1772- dieron descanso a Belgrano luego de las victorias de Tucumán y Salta, aunque también a Güemes, Castelli y Balcarce, entre otros próceres. La Posta fue paso obligado en la ruta entre el Alto Perú y el Virreinato del Río de la Plata, historia que rearma su museo. Cerca, el antigal de Hornillos resguarda un importante patrimonio arqueológico, y se visita con guía.

Y si de antigales se trata, allí está el colorido cementerio de Maimará, a un lado de la ruta y en lo alto de una loma, para una conexión más cercana con el Tata Inti. Sin duda, la necrópolis más vistosa e interesante de toda la Quebrada.

Poco más al norte, Tilcara es quizás el enclave "joven" de este valle, donde cientos de mochileros acampan y pasan las tardes en las plazas o junto al río, y donde las noches se prolongan en peñas -el Rincón del Colla, el café del músico Tukuta Gordillo, entre otras-, al abrigo de unas buenas empanadas de charqui, una milanesa de llama con papines andinos o una humeante cazuela de quínoa. Platos que aportan las energías necesarias para encarar una caminata por los cerros hasta la Garganta del Diablo, o para recorrer el famoso Pucará, construido por los omaguacas hace más de 900 años en la cima de un monte desde el que se divisa todo el valle. Una intersante reconstrucción de corrales, viviendas y centros ceremoniales -piedra sobre piedra-, y una necrópolis con piras funerarias.

Hacia los 3.000 metros

Siempre rumbo al Norte, paramos en el monolito que marca la línea imaginaria del Trópico de Capricornio, pero nos llama más la atención el paso lento pero decidido de un pastor con ropas gastadas por el tiempo que, con una rama arqueada a modo de bastón, arrea una majada de 15 o 20 cabras rumbo quién sabe a dónde. A pocos pasos, entre cultivos de oca, quínoa, yacón, ulluco, está Huacalera, con un enorme edificio restaurado y transformado en elegante hotel, y una iglesia del siglo XVIII, joya de la arquitectura colonial, que conserva pinturas cusqueñas como "El casamiento de la virgen" y "El bautismo de la virgen", únicas en su temática.

Luego de Uquía y su bellísima iglesia llegamos al fin a Humahuaca, que, a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, ostenta títulos como cabecera de la región, capital histórica de la Quebrada y corazón del carnaval.

Es el pueblo más grande de todo el valle, con sus casas de adobe, sus calles estrechas y adoquinadas alumbradas por farolas de hierro y su enorme Monumento a la Independencia, homenaje a quienes combatieron por la patria. La iglesia -Monumento Histórico Nacional- alberga pinturas cusqueñas, mientras que frente al edificio de la Municipalidad, la gente se reúne para ver la imagen articulada de San Francisco Solano, que mediante un sistema mecánico, se asoma desde una torre e imparte la bendición, justo a las 12.

En la plaza principal se venden bolsitas de muña muña -"el viagra de la Puna", le dicen por aquí-, artesanías en cerámica y madera, ponchos de lana de oveja, de llama, hojas de coca. A pocas cuadras, la asociación cultural Casa del Tantanakuy, presidida por el maestro Jaime Torres, preserva las tradiciones ofreciendo talleres de sikuris, de construcción de instrumentos, de danzas folclóricas, de telar y tejidos artesanales, entre otros.

Quedan más cerros de colores, cardones y pastores con sus cabras y llamas hasta llegar a Tres Cruces, pueblito que marca el fin del recorrido por la Quebrada y, con esa impresionante formación en la montaña llamada El espinazo del Diablo, da la bienvenida a la Puna. Mientras sentimos tocar el cielo con las manos, Ricardo Vilca susurra: Retumba en la noche el silencio / la tarde que se hace distancia / misterio que el tiempo descifra / ese, ese es tu respiro.
Por Pablo Bizón, Diario Clarín, febrero 2010.

martes, 23 de febrero de 2010

Lo que hay que saber antes de visitar una bodega

El turismo enológico es una tendencia que crece en la Argentina y todo el mundo; trucos para que ser invitado a degustar los mejores vinos.




A la hora de elegir el destino de las vacaciones, cada vez más argentinos se deciden a profundizar su aprendizaje sobre vinos y a visitar alguna bodega. Las alternativas son muchas, tanto en la Argentina (Mendoza, San Juan, La Rioja, Salta o la Patagonia), como en América del Sur (Chile y Uruguay) o Europa, EEUU, Australia y Sudáfrica, por nombrar los principales destinos de turismo enológico.

El célebre periodista Miguel Brascó contó en un seminario sobre vinos de la Universidad del CEMA que cuando se visita una bodega, por lo general los anfitriones ofrecen una copa a cada visitante para que deguste los vinos. Quienes trabajan allí separan a la gente en dos grupos: los que saben y los que no, según cómo toma cada uno la copa. De más está decir que el segundo grupo suele perderse los mejores vinos de la bodega.

Para que esto no suceda y uno quede seleccionado entre el contingente de "expertos", hay que tomar la copa por su tallo o pata. Tomarla por el cáliz (la parte central de la misma que hace de recipiente), es algo que los conocedores consideran una "herejía" y descalifica inmediatamente a quien lo haga.

Mejor aún es tomar la copa por el pie, con los dedos pulgar e índice. Esto es lo que acostumbran hacer algunos entendidos, pero conviene estar atento a que no se derrame, porque esta posición tan elegante conspira contra el equilibrio de la copa.






Si se quiere causar una mejor impresión y disfrutar plenamente de la degustación, cuando le sirvan a uno el vino, conviene aspirar sus aromas acercando la nariz a la boca de la copa, sin agitar su contenido previamente. Luego, con un movimiento de muñeca, hacer girar el vino de manera circular por las paredes de la copa para que libere sus aromas; repetir esta operación varias veces. Ahora sí estamos en condiciones de ser invitados a degustar los mejores vinos de la bodega
fuente: La Nación. Febrero 2010.

lunes, 22 de febrero de 2010

Brasil playa y surf...

Amplias playas y bucólicos paisajes, en pleno estado de Santa Catarina. Es el paisaje de Ferrugem, verdadero remanso del litoral brasileño y sobre todo el principal destino joven del sur del país, donde los expertos de las tablas insisten en desafiar sus olas picantes.

Desde la altura de un morro-mirador, un panorama de olas aparentemente mansas



Todo ocurre en apenas segundos: dos jóvenes pasan corriendo y de un salto se colocan el encastre en un tobillo, antes de que la tabla toque el agua. Comienzan a remar con las dos manos y el torso desnudo, arrastrándose con fuerza mar adentro. Un instante después, todo es vértigo y adrenalina. A una velocidad que da susto, comienzan a desafiar tubos, canaletas y picantes rompientes de una costa alborotada por el viento mañanero de Ferrugem. Son apenas las seis de la mañana, la mejor hora –dicen– para “correr olas”. Largos rebotes, giros, saltos, combinaciones de piernas y manos, y otros movimientos que el cuerpo humano pareciera no poder realizar. Pero lo hacen, claro, sumergidos más que nunca en su mundo: el mundo surfer. Convertido en los últimos años en “el” destino juvenil del sur brasileño, cada temporada llegan hasta aquí miles de argentinos que, además de los deportes náuticos de moda, aprovechan sus extensas playas, la siempre verde vegetación de la mata atlántica y una agitada vida nocturna.

LA COSTA OCRE Apenas ocho kilómetros separan este balneario de su ciudad de referencia, Garopaba, reconocida por sus servicios e infraestructura. Y no sólo eso: también se destaca por una exuberante vegetación que la define como destino ideal para la práctica del turismo ecológico; por la abundancia de mariscos y ostras; por balnearios paradisíacos como Praia do Rosa, con avistaje de ballenas francas incluido. Localidad destacada de Santa Catarina, Garopaba ve crecer con ritmo juvenil, muchas veces rápido y furioso, un balneario de olas bravas: Ferrugem. Y es que a las muchas posadas, preparadas especialmente para grupos numerosos, llegan cada año miles de turistas de los países vecinos, pero sobre todo de la Argentina. No es casualidad: el fenómeno responde tanto a las condiciones naturales del balneario como a una puesta a tono en bares, boliches y restaurantes de estilo Bali. Son los ingredientes que ejercen sobre adolescentes y jóvenes una atracción casi irresistible. “Está cerca, no es tan caro como otras playas de Brasil, y te encontrás con todos... La movida está acá”, resume un grupo de compatriotas en su tercera temporada al hilo en estas playas brasileñas.

Los buenos surfers entran y salen de las canaletas que forman las olas con gran destreza.

Ferrugem debe su nombre a un canal marítimo próximo a la orilla, que en días de mar agitado (la mayoría lo son) lleva las aguas hacia un color ocre, como resultado del movimiento de las arenas del fondo del océano. Este detalle les da a los alrededores un aspecto ferroso, de foto sepia. El pueblo es relativamente pequeño pero desborda de gente en enero y febrero. Son los meses en que las competencias de surf, que se organizan todo el año, hacen gala de sus valores locales, formados en las numerosas Escolas do Surf de la zona. Pero ni siquiera esto puede restar calma al clima reinante, tal vez por las calles sin asfaltar, la presencia de pequeños comercios al estilo almacén y proveeduría, y los pocos edificios de altura. Apenas suele notarse un movimiento constante en la avenida principal, paralela al mar y de pocas cuadras de extensión. Sobre la playa, sobre todo por la noche, la cosa realmente cambia y se transforma en una locura de jóvenes que van y vienen de los tres boliches bailables a los muchos bares dispersos, y de los chiringuitos onda Polinesia a los fogones playeros, al son de los instrumentos de percusión.

SOBRE LA PLAYA La movida, entonces, comienza por la playa central, una enorme bahía que supera los tres kilómetros, con arenas finas y dos morros a ambos lados. Pero antes de que el turismo lo colme todo, cada mañana se ven pescadores de este y otros pueblos cercanos que llegan desde tierra adentro con sus redes para obtener la pesca del día. Quien se levante temprano podrá contemplar, casi con religiosa ritualidad, cómo van apostándose sobre las enormes piedras clavadas en la orilla, descalzos, mientras observan por dónde vienen las corrientes y qué dicen las olas y el océano. Al rato, entran de a pie unos, y con sus barcazas fabricadas a mano en garapuvú otros, a retirar lo que el mar ha de ofrecerles en la jornada.

Los chicos suelen aprender con rapidez los movimientos y técnicas del surf.


Más tarde, cerca del mediodía, los anchos playones de arena que van desde la costanera hasta el mar se llenan de grupitos, y entonces arranca la jornada de tragos frutales, frescos abacaxis y caipirinhas, mientras suena la música a todo volumen con bandas en vivo o grabaciones desde los paradores. Algunos practican vóley y fútbol playero mientras otros se entregan a la madre de las disciplinas locales, con grandes rompientes que son tomadas con tablas de body por los más humildes, y con las de surf por los ya avezados. Explican allí que uno de los secretos de estas aguas perfectas es la presencia de esos dos morros (uno grande y otro más chico), que aprietan las olas a su entrada y las elevan casi hasta la perfección. De buena “consistencia y variedad”, alcanzan medidas de entre uno y tres metros, formando estupendos tubos cuando se arman bancos de arena.

Justamente la arena es protagonista de otra disciplina juvenil: el sandboard. Camino al sur se encuentra un peñasco cubierto de selva, donde comienza un sendero que concluye sobre médanos gigantes de muy buenas pendientes. En ese mini-desierto las bajadas rasantes muestran la destreza de los amantes de estas otras tablas, que pueden alquilarse junto a las de surf en muchos paradores de la ciudad. Hacia el este del balneario central, otras playas extensas suelen ser visitadas por los locales en temporada alta, buscando escapar de las multitudes y disfrutar a pleno del mar vacío. Hacia el otro extremo, la cita es con la Lagoa da Encantada, una laguna que ofrece morros y serranías donde la mata atlántica abraza un silencio perfecto
Por Pablo Donadio para Página 12. Febrero de 2010.

viernes, 19 de febrero de 2010

Lugares antiestrés... en Argentina!

Escapar de la ciudad, guardar bajo llave las preocupaciones y dedicar el tiempo a todo lo que nos haga olvidar lo que hacemos el resto del año. ¡Esas son vacaciones! Para saber dónde ir, un listado con algunos destinos de nuestro país ideales para descansar ...


El Bolsón y Comarca Andina (Río Negro)


A cuánto de Buenos Aires: 1715 km

Propiedades antiestrés: imperdibles los paisajes del río y el Hielo Azul. Destino más que aconsejable para visitar con chicos. Un oasis de montañas y ríos en el que sus habitantes hacen del cuidado de la tierra un culto que transmiten a las nuevas generaciones. En la Comarca, buenos precios en hotelería y la posibilidad de desconectarse con actividades deportivas al aire libre.


Villa Traful (Neuquén)




A cuánto de Buenos Aires: 1591 km

Propiedades antiestrés: la única avenida de esta aldea patagónica es la RP 65 lo que ya da cuenta que en la Villa no hay tránsito, ni ruidos molestos ni nada semejante al estrés de cualquier ciudad. Caminar por la orilla del río homónimo que bordea el poblado es una experiencia que se repite cada día de estancia en el lugar. Una actividad clásica: bucear el Bosque Sumergido de cipreses y coihues.



Villa La Angostura (Neuquén)


A cuánto de Buenos Aires: 1667 km

Propiedades antiestrés: destino obligado en la Ruta de los Siete Lagos que es, desde sus inicios, una villa coqueta y exclusiva de la Patagonia. En los últimos años duplicó su población recibiendo a muchos porteños que llegaron a este paraje patagónico a cambiar su vida. El boom inmobiliario, hotelero y gastronómico no le quitó encanto a la hora de encontrar reposo garantizado.



Villa Pehuenia (Neuquén)





A cuánto de Buenos Aires: 1449 km

Propiedades antiestrés: el encanto de esta joven localidad patagónica reside en la belleza de su paisaje de araucarias y lagos y sus calles sin nombre y silenciosas que hicieron en sus comienzos el destino ideal para parejas. La comunidad mapuche es la encargada de llevar adelante el centro de esquí del volcán Batea Mahuida. No te vayas sin probar los alfajores de harina de piñón.



Traslasierra (Córdoba)



A cuánto de Buenos Aires: 836 km (a San Javier)

Propiedades antiestrés: es uno de los valles más lindos de Córdoba, casi aislado por las Sierras de los Comechingones y la Cumbre de Achala. Un rosario de pintorescos poblados que une Las Chacras, La Paz, Luyaba, La Población, Yacanto, San Javier, Villa Las Rosas, Las Rabonas, Nono y Mina Clavero (viajando desde Merlo). Es aconsejable detenerse al menos un día en cada uno de estos destinos para descubrirlos a pie.



Delta (Buenos Aires)




A cuánto de Buenos Aires: 27 km

Propiedades antiestrés: a pocos minutos del centro porteño, tranquilidad y sosiego en un conjunto de islas que contrastan con el estrés citadino que uno deja apenas zarpa para adentrarse en los brazos del Paraná. A no confundir Delta con Tigre y su Puerto de Frutos (en tierra firme), uno de los paseos más concurridos los fines de semana.



Purmamarca (Jujuy)



A cuánto de Buenos Aires: 1626 km

Propiedades antiestrés: aunque con el tiempo se convirtió en uno de los pueblos de la Quebrada de Humahuaca que más transformaciones sufrió, mantiene intacto su espíritu de pueblo, la calidad de su hotelería y su inalterable atmósfera apacible. El paseo de Los Colorados es un imprescindible para conocer los increíbles colores de los cerros que la rodean.



Molinos (Salta)




A cuánto de Buenos Aires: 1585 km

Propiedades antiestrés: un pueblo enmarcado por los Valles Calchaquíes que remite a una escenografía de un set de filmación por sus impecables casas de adobe y sus fachadas al resguardo del paso del tiempo. Ideal para pasar unos pocos días de desenchufe garantizado y para hacer un alto en el camino de los Valles.


Paraná (Entre Ríos)


A cuánto de Buenos Aires: 495 km

Propiedades antiestrés: el río marca el pulso de una ciudad señorial y de constante tranquilidad. ¿Acaso no hay actividad más calma que contemplar el fluir del Paraná desde la orilla de una de las playas de la zona? Además, cuenta con varios puntos para practicar pesca deportiva.


Esteros del Iberá (Corrientes)




A cuánto de Buenos Aires: 857 km (a Colonia Carlos Pellegrini)

Propiedades antiestrés: en los últimos diez años se afianzó como uno de los lugares elegidos por los que buscan un mix perfecto entre confort y naturaleza. En un comienzo los turistas se hospedaban en la casa del guardafaunas. Hoy se establecieron estancias y posadas que sirven de base para las actividades turísticas que proponen. Las excursiones comienzan a primera hora de la mañana para, durante la tarde y en época estival, guarecerse del calor en las piletas de los hospedajes.
Fuente:lugaresdeviaje.com

jueves, 18 de febrero de 2010

Paraguay en 10 tips...

Entrar en contacto con la naturaleza y la vida silvestre; Probar platos con surubí, y postres en base a mango y mburucuyá (maracuyá, para nosotros); Visitar el Museo del Barro y alojarse en algún hotel boutique de Villa Morra. Ineludibles si el destino conduce al país vecino...



1) Descansar al sol o practicar actividades acuáticas en San Bernardino. Clubs naúticos, conciertos, y casas de veraneo a 50 km de Asunción. En verano, repleta de gente, fuera de temporada ideal para observar el lago de Ypacaraí, o realizar algún recorrido de la zona que todavía conserva alguna de las casas de estilo alemán de sus orígenes.



2) Alojarse en el Hotel La Misión. Un boutique de decoración sobria y buen gusto. Cada piso tiene un color diferente y ofrecen computadora para quienes no tengan la propia. Muy buena atención y disponibilidad del personal, entre los que se encuentran los dueños y familiares de los mismos. En Villa Morra, el nuevo centro comercial de Paraguay desde US$180, la habitación doble con desayuno.



3) Pedir ravioles de Surubí en espuma de azafrán o Surubí en hojaldre con champiñones frescos de la carta del restó Mburicao. Y aunque las opciones en postres son todas bienvenidas, ¡que algún comensal en la mesa pida el Mousse de Mburucuyá!. Se puede comer por US$ 40 dólares, según el vino elegido.



4) Visitar el museo del Barro, donde se destacan las obras de artistas contemporáneas, del arte indígena y cerámica precolombina de todo el continente americano. Los coloridos murales de Ricardo Migliorisi con su ambiente mezcla de cabaret y circo, o La próxima cena, la xilopintura de Carlos Colombino, son para detenerse y mirar. Otro punto importante: las máscaras de maderas hechas para rituales. Se lo encuentra en Grabadores del Cabichuí, entre Cañada y Emeterio.




5) Descubrir lEl Pantanal de Sudamérica, el sistema de humedales de agua dulce que comparten Brasil y Bolivia. Para conocer su fauna salvaje y colorida flora. Una opción es en paseo acuático, partiendo desde Asunción en el Crucero Paraguay (realizado en madera, con capacidad para 54 personas). Un itinerario que dura 7 noches y sorprende el Pantanal al amanecer, con excursiones en embarcaciones especiales para ver yacarés. Desde US$ 350.



6) Subir por la calle principal de Aregúa, para terminar en la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria. En el recorrido se pueden ver las casas de estilo colonial, patrimonio cultural y actuales viviendas de artistas plásticos del Paraguay. Desde la puerta de la iglesia se ve el Lago de Ypacaraí.





7) Divertirse entre la naturaleza, sin necesidad de entrenamiento. En la Reserva Mbatovi se puede caminar por puentes colgantes, hacer tirolesa en el bosque a 40 metros de altura y disfrutar de una gran vista de los cerros de Paraguarí y del valle de Pirayú. Un recorrido de 3 horas cuesta US$ 25.

8) Conocer el Yacht y Golf Club. Lo mejor, hacerlo desde los grandes ventanales de Veranda, el nuevo restaurante que forma parte del complejo. Uno de los laterales es una gran pared vidriada con privilegiada visto del río.


9) Recorrer el Hotel del Lago y descubrir la cultura local. Su director, Osvaldo Codas, te pondrá al tanto de los muchos encuentros literarios, históricos y hasta amorosos que allí tuvieron lugar. Fue el primero de la ciudad construido por inmigrantes alemanes. Roa Bastos, Saint Exúpery, Bernhard Foster, Elisabeth Nietzsche, y hasta la Coca Sarli y Armando Bo (que lo inmortalizaron en una película) pasaron por sus habitaciones. Para no perderse: el almuerzo en la terraza.


10) Probar los tragos del mundo, en un solo lugar. La propuesta es la de la barra del Granados Park Hotel que tiene de todo pero, para darle sabor local al momento vale probar la caña paraguaya, incluida en el trago que lleva el nombre del hotel (en el centro de Asunción: Estrella esquina 15 de agosto). Para buscar una oferta diferente: la barra de La Cava, en el hotel Villa Morra suites. ¿Lo exclusivo?: Toro Bravo, tiene helado con especias.


Por: Patricia Gallardo para lugaresdeviaje.com. febrero 2010
Fotos: Ivana Salfity

miércoles, 17 de febrero de 2010

Experiencias sobre el Paraná...

Expedición científico-cultural Paraná Ra'Anga
Una tripulación de tres nacionalidades compuesta de antropólogos, músicos, sociólogos, artistas visuales y escritores, entre otras profesiones, subirá hasta Asunción del Paraguay por vía fluvial, para reflexionar sobre el territorio y su gente.



Moverse es mejor que permanecer. Al menos, así lo entienden quienes componen la ambiciosa expedición científico cultural Paraná Ra’Angá, que zarpará el lunes 8 de marzo desde el puerto de Tigre con destino a Asunción del Paraguay, adonde tiene previsto arribar el 31 del mismo mes. Esta “empresa flotante” retoma la tradición humboldtiana del viaje como instrumento de conocimiento y colaboración entre artes y ciencias. La tripulación argentina-paraguaya-española, que participará de este acontecimiento y remontará el Plata, el Paraná y el Paraguay –con escalas previstas en Rosario, Santa Fe, Paraná, La Paz, Goya, Corrientes, Pilar, Barranqueras y Formosa–, estará integrada por antropólogos, sociólogos, geógrafos, músicos, artistas visuales, arquitectos, escritores, historiadores del arte y de la ciencia y filósofos. Además contará con las intervenciones de un fotógrafo, un cocinero y hasta un sacerdote jesuita. El cineasta Mariano Llinás, los escritores María Moreno y Daniel García Helder, los músicos Oscar Edelstein y Jorge Fandermole, entre otros, son algunos de los expedicionarios que subirán al barco, esa máquina con pasado y perfil de ballena. En la lentitud de este fascinante viaje por el río –un escenario que no subyuga por lo azul, sino por el mezclado marrón–, reflexionarán sobre el territorio y su gente, y podrán registrar de primera mano las historias y vivencias regionales.

Paraná Ra’Angá es una iniciativa de la red de centros culturales de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), liderada por el Centro Cultural Parque de España de Rosario (CCPE), y del que participan también los Centros Culturales de España en Buenos Aires, Córdoba y Asunción del Paraguay. Las editoras del proyecto son Graciela Silvestri, arquitecta, doctora en Historia, investigadora del Conicet y autora de El color del río. Historia cultural del paisaje del Riachuelo, y la paraguaya Lía Colombino, historiadora del arte, poeta y una de las directoras del Museo del Barro. La señal Santa Fe y el Canal Encuentro realizarán una serie de trece capítulos sobre la expedición, dirigida por Julia Solomonoff. ¿Cuál es el sentido de esta empresa en un mundo donde pareciera no haber “mucho por descubrir”? Hoy, ¿qué significa viajar? “Desde un lugar extremadamente marginal en el debate del pensamiento contemporáneo, como es la costa del río Paraná, disiento con la idea de Giorgio Agamben –un pensador extraordinario, por otra parte– acerca del fin de las experiencias, o del fin de poder extraer un sentido, o un relato de las experiencias. El auge de las crónicas y de los documentales en cine y en tevé y la vigencia de obras híbridas, pero de origen eminentemente experiencial, como las de W. G. Sebald o Claudio Magris, por ejemplo, no sólo refutan la idea del fin de la experiencia, sino que señalan, sociológicamente, que hay un interés en las experiencias del prójimo”, plantea el poeta y crítico Martín Prieto, director del CCPE. “Es verdad que, como anotó señeramente Claude Lévi-Strauss en Tristes trópicos, un libro que tuvimos muy presente a la hora de diseñar esta expedición, todos estamos un poco hartos de los relatos de “tantos detalles insípidos, tantos acontecimientos insignificantes. Pero detrás de la abrumadora hojarasca de la primera persona emergen experiencias individuales y colectivas que a muchos les interesa contar, en el formato que sea, y a muchos otros leer, ver, escuchar. En ese sentido, el viaje es por definición una forma privilegiada de la experiencia. Y más aún un viaje como éste”.



Mirar desde el río
Uno de los objetivos de Paraná Ra’Angá es construir una o varias imágenes del río “tal como lo hemos conocido y conocemos hasta ahora”, cuenta Prieto. Para trazar esas imágenes, se convocó a un equipo de viajeros, seleccionados por Silvestri, de los tres países involucrados en el viaje, la Argentina, Paraguay y España; de distintos oficios, profesiones y artes que de una u otra manera están involucrados en el asunto fluvial. “Hay que tener en cuenta que desde Santa Fe hasta Asunción no hay calado suficiente para subir o bajar en un barco de pasajeros, por lo que salvo los profesionales de la navegación, son pocos los que han surcado esas aguas en los últimos cuarenta o cincuenta años”, recuerda el director del CCPE. “Podemos decir que aun en el trayecto donde sí hay calado, tampoco es masiva la navegación de pasajeros. ¿Cuántos de nosotros conocemos ‘la parte de atrás’ de las grandes fábricas del norte de la provincia de Buenos Aires? Acá mismo, en este Centro Cultural, que queda a la vera del río, ¿cuántos de nosotros, además de Pocho, nuestro jefe de mantenimiento, que sale cada tanto con su cuñado a pescar a la isla, hemos visto la imagen de nuestro propio lugar de trabajo desde el río? En la suma de oportunidad, objetivos y acciones, tripulantes y ruta se encuentra la novedad del proyecto.”

Silvestri coincide. “Quienes habitamos las grandes ciudades de esta cuenca hemos olvidado que vivimos al borde de ríos; ellos no suelen formar parte de nuestra experiencia cotidiana”, advierte la arquitecta. “Mucho se ha hecho para que las ciudades recuperen el río que ellas mismas negaron, pero esta recuperación –exitosa en algunos casos, como Rosario– implica generalmente, para el ciudadano promedio, sólo la recuperación del río como paisaje contemplado. No es poco, aunque resulta en una percepción distante.” Esta ausencia, reflexiona Silvestri, no se deriva enteramente de la vida moderna. “Buenos Aires, que ya era una gran ciudad a principios de siglo XX, fue bien consciente de su río. Los barcos llegaban atestados de inmigrantes, objetos y noticias; la llegada de tal o cual buque era noticia en los diarios; muchos recuerdan todavía cómo, pocas décadas atrás, era habitual remontar el Paraná hasta Asunción en viaje de placer”, repasa la arquitecta. Las viejas canciones del litoral –un folclore típico de mi infancia, en los ’60– tenían al río como protagonista, y así quienes nunca vimos una jangada o un camalote los imaginamos con esta música, asociados con las palabras que también viajaban río abajo: las del guaraní.”

En los años ’70 todavía se viajaba en barco; experiencia que implicaba una percepción de la región fluvial distinta que la que se obtiene por tierra. “Hoy, los viajes se hacen preferentemente en automóvil, en ómnibus, en avión; la infraestructura ferroviaria está casi liquidada; los puentes carreteros o los túneles subfluviales comunican ciudades que antes estaban comunicadas por lanchas. El tiempo no se puede desperdiciar, ni aun en vacaciones: queremos llegar cuanto antes a destino, y nada de lo que sucede en los bordes del espacio que atravesamos nos importa”, analiza Silvestri. “Al perderse la experiencia del viaje fluvial, con sus tiempos lentos y su relativa imprevisibilidad, se pierde también la conciencia de un territorio que el eje Plata-Paraná-Paraguay reúne física e históricamente. Se pierde, en principio, la dimensión de esta región, la escala de las intervenciones humanas ante una naturaleza que no alcanza a ser domesticada, la medida temporal del espacio. Se pierde la diversidad del camino; pueblos y orillas que nunca visitaríamos, cambios progresivos del paisaje que nunca advertiríamos, sensaciones climáticas que no son traducibles a grados Farenheit. Puede decirse, y es cierto, que estas experiencias también suceden en un viaje terrestre, pero lo que éste no otorgaría es la conciencia de habitar un territorio que tiene, por así decirlo, el agua como base. Nuestras sociedades mantienen esta condición acuática; son móviles, fluyentes, viajeras. Viajaron los tupí-guaraní antes de la conquista, viajaron los españoles río arriba, viajaron los criollos de Asunción, hijos de españoles e indígenas, para refundar Buenos Aires; viajaron los inmigrantes para fundar colonias; viajan cotidianamente los expulsados de la tierra; los fascinados con la vida de la metrópoli cuya quintaesencia parece ser todavía Buenos Aires; viceversa, viajan los que se subyugan con la naturaleza apenas dominada en el corazón de Sudamérica”.



Errante en el agua
La tradición del viaje como instrumento de conocimiento no se pierde por el viaje turístico, que era habitual en el siglo XIX. “No podemos decir que este tipo de viaje no produjera conocimiento, aunque debiéramos reemplazar la palabra conocimiento, atada al método científico, por reflexión, pensamiento, o nuevas representaciones”, aclara Silvestri. “Para dar un ejemplo conocido, el viaje de Goethe a Italia no solo legó una crónica, todavía referencia literaria, sino que la experiencia lo llevó a planteos que transformaron muchos encuadres científicos. Por supuesto, hay viajes y viajes, de la misma manera que hay congresos y congresos, artistas y artistas; los hay convencionales y olvidables, planificados sin resquicios o abiertos a los sucesos, masivos o individuales”. Muchas disciplinas, especialmente en el área de la antropología, la arqueología y las ciencias naturales, continúan haciendo del viaje un instrumento esencial. “En el mundo de las artes y las letras, la práctica viajera se acentuó en las últimas décadas, anclada en una larga tradición que no se clausuró en el siglo XX”, subraya la editora de Paraná Ra’Angá, y menciona, como ejemplos, los viajes de los modernistas de San Pablo a Minas Gerais; las travesías de la escuela de Valparaíso; e incluso en el recorrido por New Jersey de Robert Smithson. En el ámbito de las letras, en la cuenca del Plata, algunos viajeros se convirtieron en referencia de culto, como Rafael Barret, el autor de El dolor paraguayo, alabado por Borges, Roa Bastos y Juan L Ortiz. “El viaje aporta un tipo de conocimiento particular: una experiencia que no puede ser planificada en todos sus detalles, aunque se cuente con Google y GPS”, ironiza la arquitecta.

Viaje y experiencia están íntimamente relacionados, según se lee en el libro de Martin Jay, Cantos de experiencia, quien se niega a fijar un único significado para tan denso vocablo. “La idea de experiencia que este viaje convoca tiene más que ver con un tipo de saber que se alcanza colectivamente al final de un viaje. Se trata de experiencia en el múltiple sentido de ‘salida’, ‘probar’; se confía en que pueda surgir de ella algo nuevo, aun transitando espacios conocidos. Por eso el lema de la expedición: ‘errante en torno de los objetos miro’, que es una traducción bastante libre que el viajero Malaspina realizó de un verso de La Eneida”, explica Silvestri. “En este sentido, el nombre de la expedición, Paraná Ra’Angá, se traduce como ‘figura del Paraná’, lo que se presenta ante los ojos mientras se transforma. Las figuras surgirán de un trabajo necesariamente colectivo, del intercambio entre los mismos expedicionarios, desde los encargados de la logística de la nave hasta los científicos y poetas; colectivo en el sentido de la interacción concreta con el mundo que se observa y registra –animales, plantas, agua, objetos–; colectivo, porque se apoya en siglos de saber y hacer.”



La utopía de la nave en viaje
Prieto propone que la tripulación del barco debe viajar en una suerte de “balanceo entre la atención y la desatención, entre el saber y el no saber”. “Es importante conocer la historia de los ríos del Plata, Paraná y Paraguay, y ya es muy interesante ir viendo, en los debates previos de los expedicionarios a través de un foro virtual, cómo los unos –por ejemplo, los literatos– desconocen la historia de los otros –por ejemplo, los biólogos–. Es decir, la reunión de especialidades, oficios y artes, tan segmentados en el mundo contemporáneo, reaviva, ensancha y llena de significados nuevos la historia y la tradición. Pero además de eso que ‘ya se sabe’, aunque no todos sepamos lo mismo, la expedición va en busca, justamente, de eso que no se sabe aún; por eso pone en juego tres tiempos en simultáneo: el pasado, la historia, todo eso con lo que nos subimos al barco, el presente puro del viaje –eso que anotaríamos en un cuaderno de bitácora, cada noche o cada amanecer– y el futuro: la convicción de que estamos transitando un espacio que está a punto de desaparecer.”

Si se revisa la historia, se podrá apreciar cómo muchas de las más insólitas creaciones humanas se han originado esquivando los protocolos habituales, rompiendo normas y fronteras tradicionales en artes y letras, inspirándose libremente en otras esferas de saber. “La voluntad holística de Humboldt, que no estaba en pugna con su ideología ilustrada, lo llevó a preocuparse tanto por los artistas que presentarían el cuadro de la tierra –a los que exigía ‘experiencia’ del lugar que iban a representar– como a buscar relaciones entre los distintos reinos de la naturaleza y del hombre que minaron el afán clasificatorio dieciochesco”, señala Silvestri. “Claro que esa especie de último ‘hombre renacentista’, fascinado por los mitos, las plantas, las piedras, los paisajes o los gobiernos, no existe más. Pero no está dicho que no pueda pensarse otra forma de relación entre los diferentes lenguajes, y todo sugiere que estas nuevas formas de contacto son inevitablemente colectivas.”

¿Se sumarán las nuevas tecnologías a esta expedición fluvial? ¿Los expedicionarios llevarán adelante un blog?. “No recuso en absoluto la introducción de las nuevas tecnologías”, responde Silvestri. “Sin embargo, mi preocupación es por la coexistencia de diversas tecnologías. En Occidente, el convencimiento de que la introducción de una tecnología de punta barre con todo lo anterior es paradójico, ya que habla de que el determinismo cultural no está superado por nosotros. Nada nos dice que el lápiz negro HB y la computadora no puedan convivir, sobre todo considerando que la computadora está lejos de reemplazar lo que el modesto grafito puede hacer, en particular, lograr esa relación entre la cabeza, la mano, y el corazón, para decirlo con las palabras que Berger tradujo de un sabio chino. Me dedico más bien a pensar de qué manera este mundo en que la libretita moleskine, el lápiz negro, el color obtenido de raíces, la tela tejida a mano, o el barro, conviven con Internet. Habrá bitácoras abiertas a la participación por Internet, y bitácoras escritas a mano en algún rincón solitario del barco; y seguramente esta opción no se restringe a un problema etario. Muchos jóvenes redescubren técnicas tradicionales, muchos viejos se hacen adictos de las nuevas tecnologías. ¡Que ninguna profecía del futuro nos quite la diversidad!”, pide la editora de Paraná Ra’Angá, y cita a Foucault: “La nave en viaje es la utopía mayúscula de felicidad compartida, la que sea posible en el conflicto, la diferencia y la finitud”.

Fuente: Página 12, febrero de 2010.

lunes, 15 de febrero de 2010

11 Tips para armar bien una valija...

Preparase para un viaje supone un ritual poco alentador: hacer que todo lo que queremos llevar con nosotros quepa en un reducido equipaje. En esta nota, algunos consejos esenciales para no morir en el intento.




Hay situaciones comunes a la hora de emprender un viaje que podemos evitar si dedicamos un poco más de tiempo a armar nuestro equipaje.

Acá van algunos tips para evitar que se cumpla la Ley de Murphy: "Si algo puede salir mal, está vez saldrá mal" en tu próxima travesía.

1. Siempre olvidamos algo que era muy importante. Antes de empezar, hacé una lista con todo lo que necesitás llevar. Invertí un rato para organizarte y después armá la valija de manera sistemática, con la tranquilidad de que no te vas a olvidar de nada.

2. La mitad de la ropa que llevamos no la usamos. Un tercio (y hasta la mitad) de lo que preparamos para llevar tiene que ser descartado. Poné todo lo que querés llevar sobre la cama y descartá lo que esté de más.

3. Los zapatos sueltos ensucian la ropa. Llevá los zapatos dentro de bolsas para que no ensucien la ropa y aprovechá el espacio interno para rellenarlo con medias.

4. Siempre quedan huecos. Lo mejor para usar todo el espacio es rellenar los huecos con prendas de algodón y de lino dobladas en rollitos, como haciendo un pionono. Así ocupa menos lugar y no se arruga. Esto sirve también para la ropa gruesa: sweaters, buzos y camperas ocupan menos lugar si van enrollados.

5. No guardes de todo el necessaire. El cierre deja pasar los líquidos. Mejor reservá cremas, protectores, shampoo, perfume y todo lo de tocador en bolsas de plástico con cierre hermético.


6. No lleves elementos cortantes en el bolso de mano. Si viajás en avión, acordate de despacharlos con la valija para no empezar el viaje con un secuestro. Además, según las nuevas medidas de seguridad, está prohibido llevar en la cabina del avión cualquier producto líquido o gel (bebidas, shampoo, crema, bronceador, dentífrico, gel para pelo, desodorante, encendedores, aerosoles, etc.) en cualquier vuelo internacional.

7. Las valijas pueden extraviarse. En caso de que eso suceda, si vas a viajar en avión y acompañado, poné la mitad de tu ropa en la valija del otro y viceversa. Así, si una de ellas se pierde, vas a tener qué ponerte.

8. Los pantalones llegan arrugados. Lo mejor es llevarlos extendidos a lo largo en el fondo de la valija, las piernas van a quedar afuera. Después agregale el resto de la ropa - también lo más estirada posible- encima y doblá las piernas hacia adentro.

9. El dinero es siempre un tema. Si tenés que viajar con mucho efectivo, llevalo en una riñonera o en un sobre interno que se ate a la cintura. Una vez en el hotel, escondé la plata es en el forro de la valija - siempre tienen un cierre muy pequeño al costado para sacarlos y lavarlos-.

10. Lo primero que vas a querer sacar está al fondo de la mochila. Armá bolsas con ropa doblada en rollitos para tenerla separada por grupos y no tener que desarmar el equipaje cada vez y que no llegue arrugada.

11. Cada escala, una mudanza. Para los viajes largos en auto y en familia, armá una valija especial con cosas de todos los integrantes para no tener que descargar todo el equipaje en paradas de una noche.

Ahora sí: "Si algo puede salir mal... no será en este viaje". ¡Bon voyage!

Por: Inés Ramirez Bosco para lugaresdeviaje.com. febrero 2010.

viernes, 12 de febrero de 2010

Vancouver 2010... Se inauguran los Juegos Olímpicos de Invierno... a Ganar!

Vancouver 2010 recibe a las grandes estrellas de los deportes de invierno en 17 días de competición. En Vancouver 2010 tomarán parte un total de 2762 deportistas.



Vancouver 2010 arranca hoy con la ceremonia de apertura. Lo hace con la ya tradicional ceremonia de inauguración de los Juegos y con las primeras eliminatorias de saltos de esquí. Por delante, 17 días de competición en los que los deportistas congregados en Vancouver 2010 saborearán las mieles del éxito y del fracaso, de la victoria y la derrota. Pero ante todo, la esencia de los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 será nuevamente la emoción. Como no podía ser de otra forma.



Los datos revelan bien a las claras la importancia de la cita de Vancouver 2010. Se estima que unos 3.000 millones de personas seguirán todo lo que acontezca en Vancouver 2010, una cita que acoge a un total de 2762 deportistas de 82 países diferentes, entre los que destacan los recién llegados de Ghana e Islas Caimán. La respuesta de la afición ha sido tan grande que los propios organizadores de Vancouver 2010 se han visto sorprendidos por las más de 2 millones de entradas vendidas hasta la fecha. Todo un éxito para Vancouver 2010, que espera acoger estos días 300.000 visitantes.


Vancouver 2010, una cita para las estrellas del esquí Los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 vienen a recoger el testigo de Turín 2006, una cita en la que Benjamin Raich y Michaela Dorfmeister se reivindicaron como las grandes estrellas. En Turín, el alemán ganó las dos pruebas técnicas de esquí alpino, mientras que la austríaca lograba el oro en las de velocidad.

En Vancouver 2010, los favoritos cambian. Y es que Lindsey Vonn y Didier Cuche se estilan como los grandes favoritos a la victoria en las modalidades de esquí alpino, al menos visto su rendimiento en las pruebas de la Copa del Mundo. Sin embargo, la americana padece dolores en su pierna derecha y su estado de forma en Vancouver 2010 es una incógnita. Lindsey Vonn tendrá como rivales a Maria Riesch, Anja Paerson, Kathrin Zettel y Marlies Schild. Se da la circunstancia de que Schild es la novia de Benjamin Raich, líder de la Copa del Mundo y doble campeón olímpico en Turín.


En lo que respecta a la categoría masculina, la rivalidad entre los esquiadores alemanes, los austríacos y los suizos promete grandes duelos en Vancouver 2010: Raich, Didier Cuche y Carlo Janka tendrán que dar lo mejor de sí para lograr el oro. Todo ello sin olvidar al noruego Aksel Lund Svindal, los americanos Ted Ligety y Bode Miller y el italiano Massimiliano Blardone. Palabras mayores en Vancouver 2010.
Fuente: Iñigo Galparsoro para Diario Vasco. Febrero 2010.

jueves, 11 de febrero de 2010

Nace Thennat Magazine!


(Click en la imagen para agrandar)



Thennat Travel lanza en el mes de febrero la publicación Thennat Magazine con la finalidad de brindar a sus pasajeros y amigos los mejores tips de viajes, lugares, objetos, curiosidades en lo referente al espiritu de viajar....

"Todo gran viajero es en el fondo un alma curiosa y deseosa de aprehender el mundo" esta filosofía es la que nos lleva a crear esta publicación digital mensual que permitirá intercambiar datos de interés entre los amantes del paseo, ya que tiene la intención de que sea su propio público el que brinde comentarios y anécdotas de lugares que no debemos perdernos cuando visitamos algún lugar vertiginoso y exótico, como también, los destinos clásicos y placenteros....


Bienvenidos a todos lo que deseen participar... porque lo placentero se disfruta doblemente cuando se comparte... BON VOYAGE !!
Para comunicarse con Thennat Magazine escribir a: tm@tnt.travel

martes, 9 de febrero de 2010

En Brasil, Carnaval también se llama Bahía!!

Son camiones con bandas de frenéticos ritmos. Escenarios ambulantes desde los que brotan los sonidos festivos. Eso son los “tríos eléctricos”, marca de identidad del Carnaval de Bahía desde hace 60 años, que recorren las calles de Salvador arrastrando multitudes a su paso.




Tiemblan las centenarias iglesias de Salvador de Bahía en cada una de las fiestas de Carnaval. Los tríos eléctricos sacuden la ciudad y arrastran multitudes por las calles atestadas de cuerpos bañados en sudor. El pueblo se estremece en la capital bahiana al ritmo del axé, el pagode y el sonido ensordecedor de los tríos. La única religión en este lugar donde reinan los ritos yorubas del candomblé, durante el Carnaval, es el paganismo. Y el Carnaval callejero que por aquí se vive es una procesión que atrae millones de personas a la calles durante días y noches sin tregua. La fiesta popular “mais grande do mundo”, creada y mantenida por el pueblo, es emoción pura y alegría desbordante, a un ritmo que quizá sólo los bahianos saben tocar. Son los amigos y la cerveza, el baile y la caipirinha, los besos y los amores de un día y una noche.



CUANDO EL CAMION VIENE MARCHANDO Atrás do Trio Elétrico solo no va quien ya murió.../...no quiero saber si fue que el diablo nació en la Bahía.../el trío electro-sol rompió en el mediodía.../ dice la letra de “Atrás do Trio Elétrico”, este tema compuesto por Caetano Veloso en 1969, casi 20 años después de que el primero de estos vehículos trepidantes de música irrumpiera en las calles de Salvador. La canción de Veloso, de ritmo festivo y alegre, define perfectamente el sentimiento del bahiano por estos enormes camiones con bandas tocando en vivo por los tres circuitos principales donde se desarrolla el festejo hoy en día: Osmar (Avenida), Dodô (Barra-Ondina) y Batatinha (Centro Histórico).

Así como Caetano escribió este tema que es parte de la historia grande del Carnaval de estas tierras, los más reconocidos músicos bahianos dicen presente en esta semana de festejos. Se pasean regalando su música a bordo de los sexagenarios tríos artistas inoxidables como Gilberto Gil, Daniela Mercury, Carlinhos Brown, Ivette Sangalo, y bandas como Timbalada, Ylé Ayé, Chiclete con Banana, Araketu y Olodum, entre otras incansables animadoras del Carnaval de Salvador.



AQUEL VIEJO FORD T La crónicas de la época cuentan que fueron dos músicos, la dupla eléctrica Dodô y Osmar, quienes iniciaron esta historia durante los días previos al Carnaval de 1950. El primer trío no fue precisamente uno de los pomposos y ruidosos camiones que se ven hoy día, sino un viejo Ford T (llamado cariñosamente Fobica) descapotado que estaba abandonado en un garage. Dodô y Osmar lo restauraron y salieron arriba del auto una tarde de domingo de Carnaval tocando frevos (ritmo proveniente de Recife) con una mandolina, un cavaquinho y un pandeiro. Fue un suceso: los músicos arrastraron una multitud por las calles del centro.

Pero el nombre de trío elétrico recién surgió en 1952, cuando se presentó por primera vez durante el Carnaval un conjunto de tres instrumentistas. Dodô y Osmar invitaron al amigo y músico Temistocles Aragao y salieron en una pick up Chrysler Fargo, más grande que el Ford T, en cuyos lados había una placa que decía “El Trio Elétrico”. Osmar tocaba la guitarra bahiana, Dodô el palo eléctrico y Aragao el triolim, una guitarra tenor.

Años más tarde, en 1961, se realizó el primer desfile de Carnaval, y un año después surge el primer bloco (comparsa) llamado Los Internacionales. Cada tanto aparecía un trío eléctrico nuevo, pero los blocos salían acompañados de baterías y grupos de percusión.

En los años ’80, el Carnaval de Salvador comenzó a transformarse rápidamente, y con los cambios vino el crecimiento explosivo y la comercialización del festejo. Se introdujeron algunas innovaciones como el montaje de los tríos con equipos a transistores, aire acondicionado para refrigerar y mantener los equipos y la instalación de cajas de sonido rectangulares, eliminando así la percusión tradicional de las partes laterales. Bandas con batería, cantante y otros músicos también se sumaron a los estridentes camiones.


Los precursores de esta movida fueron los integrantes del bloco Traz os Montes, en 1980, y un año después, Banda Eva subió la apuesta. Contrató ingenieros de sonido e importó un sistema de sonorización de Estados Unidos para perfeccionar el funcionamiento del trío y la banda. Con todas esas innovaciones, los enormes camiones –marca indeleble del Carnaval bahiano– cumplirán 60 carnavales en la fiesta que comienza en 11 de febrero próximo.




UN TRIO CON ACENTO ARGENTINO Mintcho Garramone es un músico argentino muy emparentado con la música brasileña. Es el mentor del primer “trío pampeano”, un trío eléctrico que sale por las calles de la ciudad bonaerense de Dolores hace 4 años en épocas navideñas sorprendiendo a más de un vecino. Poco antes de partir rumbo a Salvador para participar del Carnaval por segundo año consecutivo, habla con Turismo 12 de su propia experiencia bahiana. “El año pasado salí en el trío eléctrico Ramiro Musotto Afrosudaka. Eramos tres guitarras bahianas y dieciocho percusionistas de todo el mundo. Fue una experiencia inolvidable”, recuerda Mintcho. Cuenta que este año participará por segunda vez arriba de un trío, el Baiana System, donde tocará junto a los hijos de Dodô y Osmar en un homenaje a Musotto, que a los 24 años tocaba con los creadores del ícono carnavalesco de esta ciudad efervescente.

Musotto es un artista muy reconocido en Brasil que falleció muy joven, a mediados de este año. Tocó con los más grandes músicos, entre ellos Caetano Veloso y Daniela Mercury, y le imprimió un sello propio a ese instrumento tan bahiano, el berimbau. “Dejó su vida por Bahía”, dice Mintcho.

Julio Moreno, otro de los pocos argentinos que ejecutan la guitarra bahiana (un híbrido eléctrico entre una mandolina y un cavaquinho), tocará con Mintcho en Baiana System. Desde Salvador, donde reside desde el ’91, aporta lo suyo: “El trío eléctrico es la base del Carnaval desde hace 60 años, y fue creado esencialmente para la guitarra bahiana. Como es un escenario ambulante, permite que todo el mundo vea a lo largo del circuito”, explica. Hoy en día, algunos tríos como Baiana System, revitalizan el uso de la guitarra bahiana en tiempos carnavalescos. “La guitarra bahiana fue borrada del trío eléctrico por una cuestión de estética –cuenta Moreno–. Los productores querían, como se hizo con la cumbia y el cuarteto, poner teclados y darle prioridad a la voz. ¡Y la música de trío siempre fue básicamente instrumental!”

Cada lugar de Brasil tiene un Carnaval con sello propio, y el trío es el de Bahía. “El trío eléctrico mezcla el sentido popular –todos pueden verlo gratis– y el sentido comercial. Se cobran los camarotes (una especie de palco VIP con todo tipo de servicios y celebridades) y las abadás (remeras identificatorias) para estar cerca del trío y separados de la multitud por una soga. Se paga una fortuna, pero del otro lado está el pueblo que se divierte de verdad, sin un peso”, aclara Mintcho. Y deja algunos párrafos de un tema escrito por los creadores de este camión que atrapa multitudes y las hace bailar día y noche sin respiro hasta el miércoles de cenizas: “...el único lugar del mundo entero que la gente se divierte sin dinero; es sólo existir y que la vida pase por el trío eléctrico de Dodô y Osmar”.

Por Guido Piotrkowski para Página 12, febrero 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

Mendoza a pura Vendimia!

Con los Andes como telón de fondo, la provincia cuyana es la estrella del vino argentino. Con el malbec como bandera, produce tintos y blancos de carácter y festeja a Baco.





Cada febrero, el país se prepara para la vendimia. El comienzo de la recolección de las uvas, que prepararán los más de 15 millones de hectolitros de vino que la Argentina produce al año, es el punto de partida ideal para rendirle un homenaje a Baco. Como concentra más del 80 por ciento del total de esa producción todas las miradas se posan en Mendoza. Decir que es la tierra del sol y el buen vino es, a estas alturas, casi una obviedad, pero también una verdad innegable. Los casi 300 días de sol de promedio al año, las características de su suelo y su altura y su clima perfecto para el desarrollo de cepas tintas y blancas convierten a la provincia cuyana en el epicentro del vino argentino, parte indisoluble de la cultura nacional. En los últimos veinte años el vino se convirtió también en un producto de exportación compitiendo en calidad y cantidad con los otros jugadores fuertes del llamado Nuevo Mundo: el vecino Chile, Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda, entre otros. El planeta descubrió que es en el Valle de Uco donde se produce el mejor malbec del mundo, aunque la variedad francesa haya llegado aquí de la mano del agrónomo Michel Aime Pouguet en el siglo XIX. Que el cabernet sauvignon mendocino tiene una personalidad avasallante y que la calidad de los espumantes que se elaboran en San Rafael está al nivel de la región de champán, la madre patria de las burbujas. Y ése es sólo el principio del recorrido.


La reina de la fiesta


Mendoza, se pone de punta en blanco para su vendimia. Desde 1936, la provincia celebra a fines de este mes la bendición de los frutos –el 28 para ser exactos–, que prepararán el camino para la Vía Blanca de las Reinas donde las candidatas se exhiben. Después de los carruajes del Carrusel, durante tres días y sus noches –el 6, 7 y 8 de marzo–, se baila, se canta y, por supuesto, se bebe. Además de elegir a la reina, antiguo ritual que coronaba a la cosechadora más bella.





Pero esa es la excusa para festejar: con más de 150 mil hectáreas de viñedos, Mendoza es la provincia con más variedad de cepas y de zonas productoras, con el malbec como estrella. “Entre los 32º y 38º del hemisferio sur es donde se dan las mejores características para el vino, y Mendoza tiene casi toda su superficie plantada entre esos paralelos”,

dice Alejandro Iglesias, sommelier y docente de la Escuela Argentina de Sommeliers. “En esta región alta y con clima fresco donde se obtienen los vinos de gran complejidad y la amplitud térmica –mucho sol y calor seco durante el día, y bajas temperaturas durante la noche– lo que permiten que los vinos tintos tomen su color intenso, sus taninos marcados y calidad apta para un envejecimiento prolongado”, explica. Además, “el paladar del mundo se adapta perfectamente a tantas opciones”, afirma el experto Pietro Sorba, fanático confeso del malbec cuyano: “Su altísima calidad se da como en ningún otro lugar del mundo. En Francia, por ejemplo, es una cepa que se usa más para cortar, es decir, mezclar dos variedades. Y en Chile están haciendo experimentos, pero las características del Valle de Uco, con su altura privilegiada y su posición geográfica hacen que sus tierras sean las más fértiles y propicias”, se apasiona. Iglesias agrega: “El agua pura de deshielo y la poca materia orgánica del suelo” completan el secreto.

Como sea, hasta la revista Wine Spectator, la más importante publicación global dedicada al vino, destacó al malbec mendocino en su ejemplar de diciembre. Un cuarto de los 600 vinos catados por sus expertos calificaron con 95 puntos o más. Un verdadero privilegio.






Zona por zona


En el Valle de Uco, al pie de la cordillera de los Andes, los campos de vid están entre los 900 y 1.200 msnm. Comprende los departamentos de Tupungato –donde además prolifera el delicado syrah, la estrella sanjuanina; y cepas blancas como la fina y aromática chardonnay, la vedette de los vinos blancos argentinos; el estructurado semillón y el sauvignon blanc–, Tunuyán y San Carlos.

La región Centro-Oeste, la más cercana a la ciudad capital, concentra el mayor número de bodegas, museos y lugares históricos relacionados a la vitivinicultura. Repartidas entre Godoy Cruz, Guaymallén, Maipú y Luján de Cuyo –especialmente en esta última zona– las plantaciones están un poco más bajas, entre 650 y 1.000 metros de altura y producen malbec, cabernet sauvignon –la cepa tinta más consumida por los argentinos– y merlot entre otros. Los tours que ofrecen los establecimientos productores incluyen la experiencia de cosechar, vinificar y, por supuesto, degustar. También hay restaurantes gourmet y opciones de alojamiento entre los viñedos.

El este o Valle Central (San Martín, Junín, La Paz, Santa Rosa y Rivadavia) llega hasta los 750 msnm y de allí surge la cada vez más popular bonarda. Esta cepa tinta, que se solía utilizar sólo para vinos de mesa, es tan noble como el malbec, pero un poco más suave.





Y los espumantes se guardan para el sur: en San Rafael, Malargüe y Gral. Alvear, las variedades blancas que se usan para elaborarlo –chardonnay y semillón– y la uva tinta con la que se mezclan, el delicado pinot noir se dan con particular énfasis en esta zona. Algunas champagneras internacionales tienen aquí su único lugar de producción fuera de Francia.

Por eso y por el vino argentino, ¡salud!.


Por Clara Fernández Escudero. Perfil, sábado 6 de febrero de 2010.

viernes, 5 de febrero de 2010

Circuitos Cordobeses... con historia..!

Los históricos monumentos de la capital cordobesa, y el museo del Che, en Alta Gracia. Una opción para los veraneantes curiosos.



Como se pudo apreciar en la edición anterior de Viajes, la variedad de atractivos que presenta Córdoba es tan generosa como "natural": los paisajes "mandan" en esta provincia de sierras y arroyos mágicos. Pero la capital ha diseñado un convocante circuito que revaloriza su patrimonio histórico. Aquí algunas pistas de esta alternativa urbana para combinar con las tradicionales vacaciones a cielo abierto.

Para tomar nota

La Catedral, muy bien restaurada, la Manzana Jesuítica que agrupa la Iglesia y la recuperada Capilla Doméstica, el interesante Museo de la Universidad de Córdoba, el impactante y recientemente expropiado Palacio Ferreyra y el Museo de Bellas Artes Emilio Carraffa, uno de los más importantes del país componen este importante circuito.

Como bonus track, a sólo 36 kilómetros, en Alta Gracia, se encuentra el visitadísimo Museo del Che Guevara.

Durante estos últimos meses se realizó en el centro histórico de Córdoba un trabajo de puesta en valor que consistió en recuperar los edificios considerados como patrimonio histórico y una mejora de la iluminación y el espacio público en general. De esta manera el turista podrá apreciar íconos del acervo cultural cordobés. Pocos saben, por ejemplo, que la Iglesia de la Compañía de Jesús es patrimonio de la humanidad: la construyeron los jesuitas en 1653. El estilo modesto del frente contrasta con el fastuoso interior. Las marcas que dejaron los nativos que trabajaron en la construcción recrea la tensión histórica entre los evangelizadores y los pobladores originarios.


En el Museo de la Universidad de Córdoba (la primera en fundarse en el país) pueden rastrearse las huellas de la reforma universitaria de 1918, que sentó las bases de los estudios superiores en todo el continente. El descomunal palacio francés que el médico Martín Ferreyra construyó en la Docta, con el jardín diseñado por Thays, fue expropiado por la Provincia, recuperado y abierto para ser visitado.

Palacio Ferreyra


Otro museo remodelado, el Museo Caraffa es un sitio de visita obligada para los amantes del arte contemporáneo.



En Alta Gracia





Y para quienes quieran asomarse a la verdadera historia del Che Guevara, su Museo en Alta Gracia resultará una verdadera sorpresa. Está instalado en una de las casas donde vivió el guerrillero durante su infancia y recibe multitudes de extranjeros que viajan especialmente hasta allí. Cuenta con un material muy completo y abarcativo: desde fotos y cartas (incluida la de despedida, que le dejó a Fidel Castro) antes de su partida a Bolivia, hasta documentales, muebles de la familia y diversos objetos de su uso personal. La escultura que preside la entrada muestra a un "Che" de pantalones cortos junto al que ya es costumbre sacarse una foto.

Por Federico Otermin para Clarín, domingo 31 de enero de 2010

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