martes, 2 de febrero de 2010

La Payunia, sorprendase en Mendoza!

Desde San Rafael, son casi 200 km al suroeste de Malargüe, punto de partida para acceder a la fantástica reserva. Todo lo que hay que saber para conocer un imperdible de Mendoza



Paisaje lunar o de ciencia ficción que remite, inevitablemente, a la sensación de estar en alguna otra galaxia, tal vez sea una sensación muy obvia, pero es la que provoca esa desolación del sur mendocino, hecho de campos de lava, arenales negros en los que apenas caben ciertos arbustos, jarillas y junquillos capaces de sobrevivir en un suelo áspero por fuera y seco por dentro.





La Reserva Natural La Payunia ocupa una superficie de 450 mil hectáreas y sus 800 conos volcánicos dan fe de una intensa actividad muy antigua, cuando esta zona etnea fue una de las más convulsionadas del planeta. Ubicada solamente a 200 km de la ciudad de Malargüe, La Payunia fue declarada en 1982, bajo el nombre de El Payén, Reserva Natural. Su nombre proviene de las voces pehuenes Payunia o Payún, que significa "sitio donde se halla el cobre".






Por su variedad de especies animales y vegetales, la región pertenece a la provincia biogeográfica de Patagonia.

Del fuego pretérito quedan los mantos profundos de cenizas que se extienden en el inmenso arenal conocido como Pampas Negras, uno de los principales atractivos de la reserva. Otro es el llamado Campo de Bombas, un terreno de piedras que fueron expulsadas en estado líquido y solidificaron en el aire moldeándose en múltiples formas.

Los picos más imponentes son el Payún Matru y el Payún Liso, de 3.680 metros de altura. El primero presenta una peculiar caldera de nueve kilómetros de diámetro y una laguna en el centro; su particularidad reside en que una erupción dejó al volcán sin sostén y colapsó, hundiéndose sobre sí mismo. Aquí se llega luego de una intensa caminata.

La ciencia considera que estos volcanes están activos porque han tenido movimiento en los últimos diez mil años. De todos modos, cuando se enfurecen, avisan, como ocurrió en 1932, cuando el Quizapo -en el límite con Chile- despertó con rugidos tremendos y los pocos habitantes de la región pensaron que llegaba el Apocalipsis. Desde entonces, no hubo más rugidos.





El gran habitante del lugar es el guanaco y se calcula que la población supera los once mil ejemplares. Alguna vez supo ser más numerosa y dicen que, desde lejos, las manadas parecían montañas en movimiento. Estos camélidos comparten escenario con choiques, piches, vizcachas, zorros y maras que a duras penas logran encontrar un escondite en medio de tanto desierto horizontal
Fuente: Andrés D´Elia para Lugares de Viaje.

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