En el comienzo de la película "Alatriste", en la que Viggo Mortensen hace de soldado castellano del siglo XVII, aparecen unos cuantos paisajes del Flandes medieval, un sitio brumoso y helado, que era una especie de maldición para los ejércitos españoles de la época, que se veían obligados a combatir para gloria de su rey en aquellos parajes tan lejanos de las soleadas costas del Mediterráneo.
Las escenas están muy logradas y no es porque los productores de la película se hayan esforzado mucho. Es que Flandes, en un sentido pictórico, es muy parecido a cómo era en la Edad Media. Sólo hace falta plantar la cámara junto a una carretera cualquiera y desde los campos pantanosos parecerán estar a punto de emerger tipos con arcabuces y espadas. Lo mismo pasa con sus ciudades, en las que la impronta medieval no constituye una puesta en escena turística, sino que forma parte del paisaje de la vida cotidiana.
Brujas, la capital del Flandes Occidental, es un excelente ejemplo de esta sensación de "pasado-presente" que se tiene al pisar esta región fronteriza entre Bélgica y Holanda. Situada a apenas 90 kilómetros de la no menos encantadora Bruselas, Brujas es uno de los destinos turísticos más visitados de Europa gracias al encanto de su casco histórico, un conjunto de edificaciones en el que predomina el estilo neogótico, que ha sido declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco.
Al llegar desde Bruselas, por la autopista A10, o desde París, por la A17, aparecen primero los suburbios de la ciudad, que tiene casi 120.000 habitantes. Las cercanas costas del Mar del Norte hacen que aún en pleno verano el clima sea fresco y húmedo, con cielos que permanecen casi siempre encapotados. La suma de estos factores geográficos hacen que la bruma, más que un elemento climático, sea un estado de ánimo que envuelve permanentemente a esta urbe hermosa y melancólica.
Memorias del gótico
Un buen punto de partida para el recorrido es la Plaza Burg, situada en el corazón de la ciudad medieval. Allí se concentran monumentos insoslayables como el Ayuntamiento y la Basílica de la Santa Sangre. El Ayuntamiento de Brujas constituye una excelente muestra del esplendor que vivió la ciudad entre los siglos XIII y XV, cuando era uno de los centros comerciales más importantes de su tiempo y formaba parte de la famosa Liga Hanseática, una federación de ciudades del norte de Europa que llegó a tener más poder que muchos grandes imperios.
El Ayuntamiento (Stadhuis, en neerlandés) es un edificio de estilo gótico florido que comenzó a construirse en 1376 y fue terminado en 1421. Es uno de los hitos turísticos más relevante de la ciudad y cuenta con dos grandes salas (la Histórica y la Gótica) en las que hay impresionantes murales que narran los acontecimientos más importantes de la rica historia de la ciudad.
Del otro lado de la Plaza Burg, que en su tiempo funcionaba como fortaleza, se encuentra la Basílica de la Santa Sangre, un conjunto conformado por dos iglesias, una de estilo románico (contruida en 1143) y otra del siglo XV, donde se venera una reliquía que contendría sangre de Cristo que fue traída de Tierra Santa por el conde de Flandes durante la Segunda Cruzada.
La pequeña y encantadora callejuela Breidelstraat une la Plaza Burg con la Grote Markt, una bulliciosa explanada que constituye el punto de encuentro principal de Brujas. En torno de ella se concentra una infinidad de bares, ideales para disfrutar de alguna de las muchas variedades de cervezas belgas, y suele estar siempre atestada de turistas. En el centro de la Grote Markt hay un momumento que recuerda la revuelta de los habitantes de la ciudad contra los invansores franceses a comienzos del siglo XIV y sobre sus lados se despliega un imponente conjunto de edificios de fachadas triangulares -muy similares a los que abundan en Amsterdam- casi todos ellos levantados entre los siglos XVI y XVII. La Grote Markt es un lugar adecuado para hacer un alto en el recorrido y sentarse un rato a contemplar el ritmo de la ciudad, en un marco incomparable. Pero, para cuando ya han bajado un par de copas de cerveza, también ofrece atractivos como el Landhuis, de estilo neogótico, o el imponente campanario del Hallen, de 83 metros de alto, que puede ser visitado y ofrece una muy buena vista del centro histórico.
Con perdón del Ayuntamiento y el campanario de Hallen, el edificio más emblemático de Brujas es el de la iglesia de Nuestra Señora, que se considera la segunda construcción de ladrillos más grande del mundo. Se trata de un conjunto arquitectónico de estilo gótico levantado durante el siglo XIII, cuyo elemento más destacado es una torre de 122 metros de altura que está retratada en buena parte de las postales que se venden en los quioscos de la Grote Markt. Pese a los muchos saqueos que sufrió a lo largo de la historia, la iglesia todavía conserva piezas de arte excepcionales como una estatua de la Virgen con el niño Jesús realizada por Miguel Angel y los famosos mausoleos pintados de María de Borgoña y su padre Carlos El Temerario.
Muy cerca de allí, tomando por la Heilige-Geestaat, está la catedral de San Salvador, sede del obispado de la ciudad, en la que se combinan varios estilos arquitectónicos diferentes (románico, gótico, neogótico) y alberga una importante colección de tapices.
En barcos y carrozas
Siguiendo por una pequeña calle que pasa por el mercado del pescado se llega a la plaza de Huidenvettersplein, un pequeño y escondido tesoro en el casco histórico de Brujas. A pocos pasos se halla Rozenhoedkaai, el muelle desde el que parten los paseos embarcados por los canales que atraviesan la ciudad. Es que Brujas, al igual que otras ciudades del norte de Europa, se encuentra atravesada por una red de canales que conforman ahora un circuito turístico muy popular. Su mismo nombre, "Brugge", es una derivación de una palabra en noruego antiguo que significa "muelle" o "embarcadero", y su importancia como centro comercial estaba dada por la conexión que por medio de estos canales tenía con el Mar del Norte.
Los paseos que parten desde Rozenhoedkaai permiten conocer la trastienda de muchas de las preciosas casas que están edificadas junto a los canales y acribillar a fotografías los delicados puentes que van jalonando el recorrido, así como capillas de tejas negras que parecen sacadas de las páginas de un cuento de los hermanos Grimm.
Diego Marinelli para Clarín, marzo 2010.
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