miércoles, 3 de marzo de 2010

Tras las huellas de los Jesuítas...

Entre los edificios históricos de la capital y las estancias en las sierras, una visita al magnífico legado de la Compañía de Jesús...



Basta con transitar el breve recorrido que une la plaza San Martín, la principal de la ciudad de Córdoba, con la Manzana Jesuítica, para reconstruir una porción de la historia. Pero para concentrarse en el cúmulo de imágenes que desfilan ante los ojos en este lugar de arquitectura imponente -declarado por la Unesco "Patrimonio Cultural de la Humanidad" en 2000-, es aconsejable mantenerse ajeno al ritmo alegre de la capital y al fresco acento de sus pobladores.


Un viaje por la historia

Los jesuitas llegaron a la ciudad en 1599 y la convirtieron en centro de su tarea evangelizadora, pedagógica y misional. Su obra en estas tierras se extendió hasta 1767, cuando el rey Carlos III ordenó la expulsión de la orden.

En 1599, los jesuitas recibieron de las autoridades del Cabildo la manzana ubicada entre las actuales calles Obispo Trejo, Duarte y Quirós, Caseros y la avenida Vélez Sarsfield, frente a la plazoleta Rafael García. El solar sólo albergaba una ermita, pero en poco tiempo la orden construyó la iglesia de la Compañía de Jesús, con la Capilla Doméstica y la residencia de los padres, además del Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, junto al salón de grados y la Biblioteca Mayor, y el Colegio Nacional de Monserrat.


La construcción de la iglesia finalizó en 1671, y sus dos torres estuvieron listas en 1764. Sobre ambas se alzan veletas, una con el anagrama de la Compañía y la otra con una bandera que lleva la frase "Ave María". Los muros de piedra, de 1,5 m de espesor, lucen diminutas aberturas, y la sobriedad de la fachada, con aspecto de fortaleza, impacta y contrasta con el estilo barroco del interior. El techo, con forma de quilla de barco invertida, es de cedro de Paraguay, y está totalmente decorado. El púlpito, tallado en madera y ensamblado sin clavos, muestra en la parte superior un estilo barroco, mientras que la inferior es muy simple. Representa la unión del colonizador europeo con el indígena. Otro detalle es el de las 50 "empresas sacras", emblemas rectangulares ubicados a 10 m de altura, que sintetizan los avatares de la Compañía de Jesús, expresados en figuras y leyendas.

Al lado, en la Universidad, hoy se encuentra el Rectorado, que atesora el Museo Histórico de la Universidad, donde se aprecian las principales manifestaciones de la arquitectura y el arte jesuíticos; la residencia de la Compañía de Jesús y la Capilla Doméstica, la sacristía y antesacristía, el claustro principal y el salón de grados, que impacta por su mobiliario. En la esquina de Duarte Quirós y Obispo Trejo, el Colegio Nacional de Monserrat conserva fuentes de mármol de carrara y estatuas alegóricas.




En las afueras

La obra de la orden jesuita también se extendió al interior de la provincia. En el campo abierto, comienza a plasmarse la idea de que las estancias jesuíticas fueron piezas fundamentales para la organización productiva que llevaron adelante los religiosos. El sistema desarrollado en los establecimientos rurales les permitió sostener económicamente otras instituciones, como las casas de altos estudios, y avanzar con su proyecto evangelizador.





A 36 km de la capital cordobesa, la estancia de Alta Gracia resalta del entorno por su barroquismo. El templo, que se destaca por el retablo del altar mayor, con columnas salomónicas y púlpito tallado en madera, es hoy la iglesia parroquial de la ciudad. Al lado, la antigua residencia alberga el Museo Nacional Casa del Virrey Liniers. Una insignia del lugar es el tajamar -especie de dique-, que pasó a ser un emblema de Alta Gracia.

A 70 km de Córdoba capital, Santa Catalina es la más grande de las estancias jesuíticas y coincide en el año de su fundación (1622) con la Universidad. Situada en medio de un paisaje agreste, la iglesia es un ejemplo de barroco colonial, y la gran casona, con tres patios y locales anexos, se encuentra en muy buen estado de conservación. Por estar en manos privadas -es la única en esta condición-, está prohibido ingresar a algunos sectores.





Colonia Caroya, en tanto, tiene la particularidad de haber sido el primer establecimiento rural organizado por la Compañía en 1616. Anclada en la planta urbana de la ciudad que le da nombre -44 km al norte de la capital-, la casa mantiene su estructura colonial, luciendo su enorme patio central. La estancia comprende, además de la residencia, la capilla, el perchel, el tajamar, restos del molino y de las acequias, y parte de la quinta.


El vino del rey

La Jesús María, en la ciudad homónima, fue fundada en 1618, lo que la convierte en el segundo núcleo del sistema productivo organizado por la Compañía de Jesús en la provincia.

Su especialidad fue la vitivinicultura, e incluso se dice que el primer vino de América que probó el rey de España fue hecho aquí. El lugar concentra la iglesia, la residencia, la bodega y restos de molinos. El conjunto de los edificios forma parte del Museo Jesuítico Nacional.

En un valle del norte de las Sierras Grandes y a 1.200 m de altura, en el departamento Cruz del Eje, se levanta La Candelaria, con una estructura intermedia entre fortín y santuario. Sus gruesos muros, franqueables por dos puertas, hablan de una actitud defensiva ante eventuales ataques aborígenes. El casco alberga una iglesia, la residencia y la ranchería, donde vivían los esclavos.
Por Silvina Iturralde para Clarín, Febrero de 2010.

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